Mujeres al servicio de la vida

A pesar de que vivimos a un nuevo proceso de descomposición de la sociedad occidental que no tiene nada que envidiar al producido en la Europa de Hitler y la Unión Soviética, surgen luces que sirven para iluminar el camino de vuelta hacia el sentido común, hacia el respeto por la vida humana.

A pesar de que las legislaciones y los tribunales de nuestros países aprueban la legalidad se salvajadas como el aborto o la eutanasia, con casos tan sangrantes como el de Eluana Englaro, a la que se va a matar de hambre y sed porque un padre miserable no quiere que siga viviendo, todavía queda un rayo de esperanza que sin duda es el último grito de Dios a una generación que insiste en darle la espalda.

Y son mujeres las que hacen de llama viva del Espíritu que convence al mundo de justicia, de pecado y de juicio (Jn 16,18). En Galicia acaban de abrir una oficina de la Red Madre, destinada a ayudar a las mujeres que tienen dificultades para llevar a feliz término su embarazo. Cuando nuestro parlamento busca la forma de facilitar el Holocausto continuo de las clínicas abortivas enriquecidas en nuestro país, esas mujeres dedican buena parte de su vida y de sus esfuerzos en dar una alternativa seria y viable a sus congéneres. También hay que alabar la labor de las monjas italianas que llevan cuidando desde hace años a Eluana Englaro, a la que su padre está empeñado en matar retirándola la comida y el agua. Esas religiosas saben que la dignidad de la vida humana no disminuye un ápice aunque se alcance el estado de coma.

Es obvio que una sociedad que no respeta la vida no merece sobrevivir. La cultura de la muerte se cobrará antes o después su salario. Por ejemplo, en España estamos educando a toda una generación en la aceptación del aborto y la eutanasia. Los jóvenes que hoy maman de esa urbe maligna serán los que mañana ejecuten a sus padres, una vez que éstos enfermen y pasen a ser molestos. La generación que educa en la muerte a sus hijos será ejecutada legalmente por ellos. Sólo aquellos que hayan formado a sus descendientes en los valores del evangelio podrán vivir una vejez sin sobresaltos.

Demos gracias a Dios porque todavía hay quien da testimonio de la verdad. Y tomemos conciencia de que como cristianos no hay nada más importante en estos momentos que ser verdaderos cruzados que combaten para arrebatar la Tierra Santa de la vida humana de manos de los infieles que nos la han arrebatado. Si perdemos esta batalla, nuestro peregrinaje por este valle de lágrimas difícilmente llegará a su fin de forma natural.

Luis Fernando Pérez Bustamante