Montes y Masiá, tanto monta, monta tanto
Si hay un nombre en España al que se identifique automáticamente con la eutanasia, ese es el del doctor Montes. No ya sólo por su actuación como jefe de la unidad de Urgencias en el hospital Severo Ochoa de Leganés, que fue a todas luces irregular -aunque según la justicia no se pudo probar que incurriera en delito, los peritos médicos fueron unánimes en señalar sus irregularidades-, sino porque no pierde ocasión de manifestarse a favor de la eutanasia y el suicido asistido.
De igual manera, si hay un nombre en la Iglesia Católica que, al menos también en España, se identifique automáticamente como la oposición pública y tenaz a la doctrina católica sobre la eutanasia, ese es el del jesuita Juan Masiá Clavel. Masiá fue entusiasta defensor del doctor Montes, al que felicitó efusivamente desde su blog cuando se vio libre de la posibilidad de ir a la cárcel.
No es por tanto ninguna casualidad ni mala jugada del destino que el doctor Montes haya elegido a Masiá como uno de sus corifeos en el congreso “Eutanasia y suicidio asistido. Un derecho del siglo XXI” que se celebrará en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, del próximo 10 al 14 de agosto. Se cumple aquello de “Dios los cría y ellos se juntan". Montes y Masiá, Masiá y Montes, tanto monta, monta tanto el uno como el otro a la hora de ser paladines de la cultura de la muerte en su sección “muerte dulce y derivados”.
No se sabe si la “recomendación” del padre Shogo Sumita a Masiá para que limitara sus actividades “periodísticas” fuera del Japón incluye la no participación en congresos a favor de la eutanasia. En todo caso, no creo que haga falta que el superior de los jesuitas japoneses tenga que explicarle a Masiá que su sola presencia en ese congreso, a menos que -cosa muy improbable- vaya a defender con uñas y dientes la doctrina íntegra de la Iglesia Católica, es incompatible con su condición de sacerdote y jesuita. Porque él, precisamente él, es la coartada eclesial que necesitan los enemigos de la vida para poder aparecer ante la sociedad con un mensaje tipo “¿veis?, hasta los expertos católicos en bioética nos dan la razón. Sólo la jerarquía ultramontana se opone a nuestras beatíficas intenciones".
Todo esto no hace sino demostrar que el “caso Masiá” no se soluciona con paños calientes. Ese señor no puede seguir formando parte de la Compañía de Jesús ni ejerciendo el sacerdocio mientras no se arrepienta, uno por uno y de forma pública y notoria, de sus ataques a la doctrina de la Iglesia en temas de bioética y del resto de sus herejías. Porque, vamos a ver, señores míos, ¿de qué vale que la Iglesia se manifieste en contra de la eutanasia si está dispuesta a permitir que uno de sus sacerdotes sea el escudero de los que buscan imponerla en España? ¿dónde queda la autoridad moral de la Iglesia si sus pastores no son capaces de impedir que un jesuita haga de su capa un sayo y se mofe públicamente de sus doctrinas?
Si alguien cree que basta con conseguir que Masiá cierre su blog en Religión Digital para que algunos miremos para otro lado, que se olviden. Mientras ese señor siga diciendo lo que dice siendo a la vez jesuita, no callaremos. Señalemos con el dedo no a él, que en su condición de “profeta progre” está ya por encima del bien y del mal, sino a aquellos que consienten que esta anomalía siga teniendo lugar en la Iglesia de Cristo al principio del tercer milenio. Y es que, si queda dignidad en la Iglesia, y yo creo que sí queda, alguien debería de prohibir a Masiá que asome su gaita por ese congreso infame, organizado por aquel a quien algunos han calificado como el Doctor Muerte.
Luis Fernando Pérez Bustamante