Monseñor Asenjo va a demostrar que algunos tenemos razón

Hace unos días escribí en uno de mis posts la siguente frase:

El mecanismo de cambio, reforma y recuperación de las iglesias enfermas pasa necesariamente por el nombramiento de buenos pastores.

No es que el nombramiento de un buen obispo sea garantía de que todo vaya a cambiar a bien en un abrir y cerrar de ojos. Hay diócesis que están tan “perdidas” que necesitarán no sólo de un buen obispo, sino de al menos dos o tres que sepan construir unos buenos cimientos desde el único instrumento efectivo que tienen para promover un cambio real: el seminario. Cuando un obispo de buenas intenciones y mejores planes llega a una diócesis donde el 80% o más del presbiterio ha vivido décadas bajo la influencia de una pastoral pseudoprogre post-conciliar, no tiene bueyes con los que arar el camino. Además, la absoluta falta de vida vocacional en diócesis así, con los seminarios vacíos, implica que la sustitución de ese clero sea una labor a muy largo plazo. Es por ello que a veces no se pueden ver los resultados de un buen obispo a corto-medio plazo. El buen pastor debe de adaptarse en buena medida al rebaño que se le ha encomendado y, desde la prudencia que no se riñe con la firmeza, empezar a quitar los rastrojos que permitan una buena siembra. Para ello ha de apoyarse en los pocos o muchos laicos que estén dispuestos a colaborar con quien es su padre en el Señor. Y debe de mimar a los buenos sacerdotes con los que verdaderamente pueda decir que está en comunión. Del resto, bastante hará si logra que no se le subleven o le hagan el vacío.

La clave, insisto, es entrar a saco en el seminario. Es allí donde se formará el futuro de una diócesis. Si hace falta traer a seminaristas de fuera se hace. Es preferible diez seminaristas de fuera de España a uno español cuya formación catequética y espiritual haya pasado por manos de curas de camisa abierta, homilética buenista y sacramentalismo deficiente.

Aun así, aun sabiendo que los resultados de la llegada de buenos obispos tardarán años en poderse apreciar, hay ocasiones en que el cambio resulta bien visible al poco de llegar la savia nueva de un buen sucesor de los apóstoles. Sevilla es ejemplo de ello. Ha sido llegar monseñor Asenjo y empezar a cambiar el panorama, siquiera sea en las Hermandades. Y quien conoce bien la archidiócesis sevillana sabe que en ellas está gran parte del alma de esa iglesia local. Sevilla va a pasar de tener a un arzobispo que en su día dijo que la Seguridad Social debía de pagar las operaciones de cambio de sexo (el que no se lo crea, que lo lea aquí) a contar con un pastor con las cosas claras en el terreno de la batalla por los valores que deben regir una sociedad que se precie de llamarse civilizada y con raíces cristianas. Algunos creerán que es casualidad que las Cofradías se pongan precisamente ahora al frente de la oposición contra la futura ley del aborto y que la llegada de monseñor Asenjo es ajena a esa nueva realidad. Yo no puedo asegurar al cien por cien que el cambio sea debido al actual arzobispo coadjutor y próximo máximo responsable de la iglesia sevillana, pero me apuesto pincho de tortilla y caña a que él anda detrás de lo ocurrido.

Y cuando don Juan José decida entrar a saco en el seminario sevillano, la cosa se puede poner bien interesante. Muchas son las voces que cuentan cómo de negro está el panorama de ese seminario a nivel doctrinal y moral. No sé cuánto de lo que llega a mis oídos es cierto y cuánto exageración, pero con que sea cierto sólo la mitad, el hoy coadjutor y mañana arzobispo titular va a tener una labor ingente de limpieza en esa parte fundamental de su iglesia.

Lo que hace falta es que Sevilla no sea la excepción que confirme la regla en el futuro de los nombramientos episcopales para las diócesis andaluzas. En Córdoba hace falta que pongan a un fiel escudero de don Juan José. Porque oposición la va a tener. Eso es seguro. Es necesario que a Jerez vaya también un buen obispo. Y a Guadix, aun siendo una diócesis “menor", idem de idem. Con Catalá en Málaga y don Javier Martínez, asperezas personales aparte, en Granada, no se entendería que las diócesis vacantes fueran cubiertas por sacerdotes de una línea disconforme a la que se presiente ya en la principal sede andaluza. Cada obispo es soberano en su diócesis y no todos tienen que estar cortados por el mismo patrón, pero los experimentos en asuntos de la Iglesia son ya cosa del pasado y no tiene sentido volver a repetirlos. La iglesia andaluza es parte fundamental de la iglesia española y cuanto mejores pastores tenga, tanto mejor para todos. Quiera el Espíritu Santo que el Papa sea bien aconsejado en la tarea de dotar a esas diócesis de pastores según el corazón de Dios y no pendientes de llevarse bien con un mundo y una sociedad que en buena medida le ha dado la espalda al Señor. Los cesaropapismos sociales no traen buenos frutos. A estas alturas de la película ya deberíamos haber aprendido la lección de los errores pasados.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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