Monseñor Cardoso, o la dignidad de un arzobispo católico de los pies a la cabeza
Para ser sincero, pensé que ya no daría más que hablar el triste “affair” de la escandalosa actuación de monseñor Fisichella al criticar al arzobispo de Recife por su proceder en el caso del aborto cometido sobre una niña brasileña embarazada de gemelos tras ser violada por su padrastro. Pero resulta que a monseñor Cardoso no le da la real gana que todo quede así. Y me parece perfecto. Es una cuestión de justicia el que en la mismísima Roma se reivindique la actuación del arzobispo brasileño y de su archidiócesis. Y es también de justicia que monseñor Fisichella, que por su cargo en la Iglesia debería de haber mostrado especialmente cercano a su colega de episcopado, pida disculpas por aquel artículo infame en L´Osservatore Romano.
Y precisamente el periódico del Vaticano ha tenido un comportamiento absolutamente censurable en todo ese escándalo. Monseñor Cardoso ha denunciado que el periódico oficial de la Iglesia se ha negado a publicar su versión de los hechos. Si eso es cierto, y yo me lo creo, el director de L´Osservatore debería de ser cesado fulminantemente. Da lo mismo que monseñor Fisichella sea un curial. Lo mínimo que debió haber hecho, y no lo hizo, fue ponerse en contacto con el arzobispo brasileño antes de escribir nada. Sentarse delante del ordenador en una oficina vaticana para arremeter con quienes hicieron todo lo posible por salvar a la niña y a los gemelos es indigno de un sucesor de los apóstoles y supone un mancha espantosa en la carrera de un hombre que apuntaba alto.
Monseñor Cardoso tiene muy poco que perder, pues su jubilación está a la vuelta de la esquina. Pero aunque fuera un obispo al principio de su ministerio, su obligación seguiría siendo la misma. Tiene que defender su dignidad episcopal. Tiene que defender la actuación da la Iglesia para salvar vidas inocentes. Y tiene que denunciar, canónicamente si es menester, a quienes desde Roma le han hecho la cama, le han agredido gratuitamente y se han comportado como mamporreros de los que desde posiciones abortistas han criticado la labor del arzobispo brasileño.
Que monseñor Fisichella está en contra del aborto, nadie lo duda. Pero que en este caso le ha hecho el juego sucio a sus defensores, tampoco creo que sea objeto de mucha discusión. Es por ello que yo apelaría al Santo Padre para que interviniera personalmente y requiriera a su “ministro de Sanidad” para que proceda a disculparse ante quien ha demostrado ser un más que digno sucesor de los apóstoles. Es de justicia, es por el bien de toda la Iglesia.
Luis Fernando Pérez Bustamante