La fruta madura de Bermejo
"Al aumentar el nivel de bienestar, ha aumentado la longevidad de los ciudadanos, y es en este contexto donde muchos empiezan a reflexionar sobre el derecho individual a poner el límite final, la raya final a la propia existencia….. La sociedad española ya está madura para este debate".
Esas son palabras sacadas de las declaraciones que Mariano Fernández Bermejo, actual ministro de justicia, ha realizado esta mañana en Radio Nacional de España. Se añaden a lo dicho hace no mucho por Bernat Soria, a la sazón ministro de sanidad: "En esta legislatura no tengo tiempo, pero la eutanasia es una asignatura pendiente en la sociedad española". Es decir, no será porque no están avisando. Suponiendo, que no lo tengo yo muy claro, que no se atrevan a llevar esta cuestión al parlamento español en lo poco que queda de legislatura, es obvio que será de las primeras cosas que harán si tras las futuras elecciones consiguen formar gobierno.
Me pregunto qué entenderá Bermejo por sociedad madura. Y la respuesta es, con casi total certeza, que madura es aquella sociedad que acepta la eutanasia de la misma manera que aceptó el aborto, que acepta el divorcio express, el matrimonio gay, la negociación con Eta y todo lo que se le ocurra o deje de ocurrir a Zapatero, incluída la EpC. Porque, no lo olvidemos, el hecho de que hayan habido manifestaciones masivas contra todas esas zapateradas no implica que la mayoría de la sociedad no las acepte. Sólo implica que todavía queda un sector de la misma que se opone a las mismas. Pero en esto de la democracia los apoyos se obtienen en las urnas, no en las calles. Y dudo muchísimo que haya en España más de cien mil personas que tengan pensado votar al PSOE y no lo hagan por esas cuestiones de ingeniería social. En consecuencia, en marzo se medirán las fuerzas. Por un lado, el partido que siempre da pasos adelante en dirección a un concepto de sociedad anclado en los valores de la izquierda utópica y la masonería. Por otro, un partido que, con un complejo de inferioridad digno del más patético de los cobardes, no sólo no da nunca pasos atrás para revertir ese camino, sino que a veces tiene los santos bemoles de darlos hacia adelante (léase píldora abortiva aprobada por el gobierno Aznar). En definitiva, a lo único que un sector todavía importante de la sociedad puede aspirar, a falta de un partido que defienda con energía todos sus valores, es a frenar el avance del espíritu zapateril (luego tendrá otro nombre) durante unos años. Los que transcurran entre un posible gobierno de los populares a partir de marzo y los que tarden los socialistas en volver al poder.
Mucho tiene que cambiar en este país para que haya un partido con el coraje de pretender ir en el sentido contrario al que se ha marcado desde el socialismo gobernante y los medios de comunicación, en especial las televisiones. Si apareciera un partido que dijera que hay que acabar con el aborto, que no se puede facilitar la destrucción de la familia, que la escuela debe ser lo que nunca debió dejar de ser, etc, entonces se le acusaría de ser la extrema derecha. En definitiva, salvo que quieran votar a partidos minoritarios que es casi imposible que dejen de serlo, millones de españoles se ven empujados a renunciar a que la totalidad de sus valores éticos y morales tengan voz en el parlamento y el senado de la nación. Muy democrático todo, sí señores.
A todo esto, la Iglesia ya está un pelín quemada por ser una de las opositoras a todo este plan de transformación de la que una vez fue una nación católica. Entre los obispos siempre suelen ser los mismos los que dan la cara, lo cual permite que se la partan mediáticamente con cierta facilidad. El resto, mirando a la luna o escondiéndose detrás de comunicados conjuntos en asambleas plenarias. Y no es que les corresponda a ellos llevar la voz cantante, pues es obvio que eso ha de ser obra de los laicos, pero sí les toca hacer trabajar el músculo de la Iglesia para movilizar a muchos cristianos que no saben bien cómo organizarse y cómo actuar para hacer frente a lo que tenemos ya encima.
En marzo quizá se logre obtener una prórroga. De conseguirlo, habrá que plantearse en ese mismo momento el buscar la fórmula para recuperar el terreno perdido. No basta con dejar pasar otros cuatro u ocho años, para que después el tren del laicismo anticlerical y masón vuelva a andar sobre sus raíles. Habrá que plantearse que si el partido de la derecha no es capaz de desandar lo andado en cuestiones que afectan a valores esenciales para los cristianos, será necesario inventarse otro aun a riesgo de que se le aplique los epítetos de fascista, neo-franquista o lindezas similares. Es preferible ser una minoría con voz en el parlamento a ser una cuasi mayoría muda, sin capacidad de influir de verdad en una legislación que, a día de hoy, ya es contraria a la vida, a la familia y a la misma idea de España como una nación libre y unida.
Y por supuesto, acción política aparte, la batalla por las ideas ha de seguir planteándose en los pocos medios de comunicación que, al menos todavía, están lejos del control del oponente. Internet es y será uno de los principales campos donde tendrá lugar esa guerra incruenta de la que dependerá el futuro de nuestro país.
Luis Fernando Pérez Bustamante
13 comentarios
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hombre, si son millones, entonces los partidos minoritarios dejaran de ser minotitarios. bustamante, salvo en la mania de pensar que hay una conjura contra los catolicos, estoy muy de acuerdo en el enfoque del tema de la eutanasia. se abre la puerta a que sin la voluntad del paciente, se acbe con el si estorba o cuesta mucho. primero se dice que es por ´razones humanitarias´, y se acaba matando a los vejetes latosos o a cualquier otro que estorbe
En todo caso, yo no creo que el problema del PP con el humanismo cristiano se trate sólo de cobardía, sino también de convicción. El sector democristiano de esta formación es cada vez más reducido, y apenas tiene representantes entre los nuevos cuadros dirigentes, entre los que predomina el liberalismo puro y duro.
Que le den y que le den bien.
Ah ¿Que no le gusta? Pues lo que no quiera para él, tampoco para los demás.
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