La excomunión como arma contra el aborto

La jerarquía de la Iglesia Católica en México ha decretado la excomunión de los políticos que voten a favor de la ley pro-abortista. La sentencia eclesiástica ha sido adelantada por el obispo de Acapulco, Felipe Aguirre Franco, quien ha sido contundente: "aquellos que colaboran para el aborto, y sobre todo los legisladores que lo aprueben automáticamente tienen esa pena de excomunión". Dado que la votación ya ha tenido lugar en el día de ayer en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, se puede afirmar que aquellos políticos bautizados como católicos que han dado su voto favorable, están hoy fuera de la Iglesia.

Ante la contundencia de la Iglesia en México, uno no puede por menos que preguntarse qué habría ocurrido en España si la Iglesia hubiera tomado una actitud igual de beligerante. Por ejemplo, ¿se imagina alguien un decreto de excomunión contra Aznar y todo su gobierno por aprobar la píldora abortiva? ¿o contra todos los diputados que en su día votaron a favor de la ley del aborto? Y sin ir hacia atrás en el tiempo, ¿podríamos considerar el efecto que tendría que Monseñor Rouco Valera excomulgara al alcalde de Madrid por repartir gratuitamente la píldora del día después, o que Monseñor Dorado hiciera lo mismo con Celia Villalobos por su insistencia en apoyar cualquier cosa que sea contraria a la moral católica?

Detrás de todo esto hay un debate que es bien interesante. Por un lado están los que afirman que tales actos serían una intromisión intolerable de la Iglesia en las cuestiones propias de los políticos. Es decir, se produciría la interferencia de lo espiritual en el ámbito de lo temporal. Habrá quienes incluso verían en ello una señal de que la Iglesia añora tiempos pasados donde el maridaje Iglesia-Estado estaba a la orden del día. Por otro lado estamos los que afirmamos que la Iglesia tiene pleno derecho a decidir quién puede formar parte de la misma, y que es absolutamente incompatible el ser católico con el apoyo a la legislación contra la vida (aborto, eutanasia, manipulación embriones). Todo el poder o autoridad que tiene la Iglesia es de orden espiritual. Y tiene la obligación de ejercelo, sobre todo si es para la defensa de los más inocentes.

Hay una gran hipocresía en aquellos que se quejan de que la Iglesia use la excomunión como arma contra las legislaciones abortistas, y luego entienden perfectamente que los partidos políticos expulsen a quienes cometen actos inmorales, corrupciones, o incluso a los que mantengan pública y repetidamente posicionamientos contrarios a la dirección política de dichos partidos. Obviamente la Iglesia no funciona como un partido político, pero tiene sus propias leyes internas, tan respetables como las que más. Y dado que a nadie se obliga a ser católico, el político es libre de elegir entre querer seguir siéndolo o apoyar con su voto leyes contrarias a la fe que dice profesar.

Ojalá Roma cambie el Código de Derecho Canónico de tal forma que, aunque con la redacción actual se puede interpretar en ese sentido, se explicite claramente que el voto a favor del aborto, la eutanasia y la manipulación y destrucción de embriones humanos, sea realizado por un político en un parlamento o por cualquier persona en un referendum, esté penado con la excomunión. Esta guerra contra la cultura de la muerte requiere el uso de cualquier cosa que esté en manos de la Iglesia para dar la batalla. Es bastante probable que a la gran mayoría de los políticos favorables al aborto les importe un pimiento el ser excomulgados. Pero si hay algunos que todavía dudan, quizás logremos impedir que allá donde las votaciones estén igualadas la balanza se incline a favor de la vida. Y en todo caso es una cuestión de justicia hacia los inocentes, el que la Iglesia expulse de su seno a quienes han convertido en legal su ejecución.

Para evitar los comentarios habituales que recibo cada vez que trato este asunto, diré que tengo bastante claro que al aborto no se le combate sólo con leyes restrictivas sino ayudando con todos los medios posibles a las madres que quieren abortar, para que así no tengan que hacerlo. No se trata sólo de proteger a la criatura inocente que está en el seno materno, sino también a la madre, que en no pocas ocasiones es también víctima.

Luis Fernando Pérez Bustamante