La crisis, la Iglesia y los políticos
Todos los expertos en la materia reconocen que la actual crisis económica mundial es la peor en muchísimo tiempo. Incluso no está claro que se sepa de verdad el alcance real de la misma, que podría llegar a superar cualquier otra de la que se tenga recuerdo en la edad moderna. España ha tenido la “bendición” de afrontar este momento histórico con uno de los peores de los gobiernos que ha sufrido este país en toda su historia, y sin duda el peor desde la Transición. Zapatero es una desgracia para nuestra nación. Pero a su vez es un síntoma de que el verdadero mal de la sociedad española, que es la que le ha elegido democráticamente, no está en sus problemas económicos sino en su descomposición moral. Cuando se vota mayoritariamente a un mentiroso compulsivo sabiendo que lo es, está claro que la escala de valores de los votantes está a un nivel basuriento. Precisamente por eso digo que es una “bendición” que ZP gobierne España en estos momentos. Así la sociedad española tendrá lo que se merece y quizás, sólo quizás, encuentre en el hambre y la miseria, que están llamando a la puerta de forma insistente, la razón para convertirse. Aunque a decir verdad, no soy especialmente optimista de que tal conversión llegue a producirse.
Mientras que la crisis va mostrando su verdadero rostro, la Iglesia demuestra de nuevo que es el verdadero brazo armado de la solidaridad social, de la atención a los necesitados, de la movilización para llegar allá donde el Estado no llega. Sin la Iglesia española no habría el “pan nuestro de cada día” para centenares de miles de españoles, que pronto serán millones. Esa Iglesia tan odiada, tan repudiada y tan despreciada por la izquierda política y mediática es la que le está sacando las castañas del fuego al gobierno y su corte de paniaguados, esos que ponen el cazo para cobrar de diversos fondos de reptiles.
Pero nadie se equivoque. La Iglesia hace lo que hace por fidelidad a sí misma y a su Señor, no para salvar a un gobierno indigno. Ninguna institución es capaz de hacer tanto con menos dinero. Si algo pueden tener claro los que colaboran al sostenimiento económico de la Iglesia es que ni uno solo de sus euros cae en saco roto. Y eso es especialmente cierto en el dinero entregado a Cáritas o las diversas ONGs católicas. Mientras que el Estado dilapida nuestro dinero para entregárselo a sindicatos aburguesados, a autonomías separatistas o a gentuza que luego se dedica a hacer películas donde se insulta a los cristianos, la Iglesia alimenta a quien no tiene comida, paga facturas de luz para que la gente no pase frío, reparte ropa a quien la necesita, facilita a los parados que encuentren trabajo mediante bolsas de empleo, etc, etc. Y a cambio no pide nada. Ella hace lo que Cristo le pidió que hiciera mientras sus enemigos buscan la forma de ahogarla económicamente, solicitando incluso que desaparezca la X de la Declaración de la Renta o pataleando contra supuestos privilegios históricos, que de existir estarían plenamente justificados.
Sin embargo, la principal misión de la Iglesia no es dar de comer al hambriento y de beber al sediento. No, la verdadera comida y verdadera bebida que la Iglesia reparte es el cuerpo y la sangre de Cristo, el pan del evangelio y el vino de la salvación. No sé si España empobrecerá hasta pasar hambre, pero sin duda es ya un país espiritualmente moribundo. Y si no muere definitivamente será gracias a esos pocos millones de españoles que no nos resignamos a que muera el alma de la tierra de María, de San Ignacio, de Santa Teresa de Jesús, de los mártires de la Guerra Civil y de tantos y tantos santos.
Luis Fernando Pérez Bustamante