¡Que se callen, coño!

Tenía la duda sobre qué tema tocar hoy en el blog. Por un lado está el artículo del genuino e irrepetible Gregorio Peces Barbas publicado hoy en El País. Por el otro las psicodélicas declaraciones a El Periódico de Teresa Forcades i Vila, doctora en medicina y monja benedictina. Pero como hay más días que longanizas, dejaré para mañana a la doctora y me centraré en el retoño, ya entrado en años, del Gran Arquitecto.

A Peces Barba le molesta que los obispos, y no digamos los cardenales, tengan libertad de expresión. Y no lo disimula. Dice que la jerarquía de la Iglesia se mete en todo:

Ahora toca Educación para la Ciudadanía, antes fue el divorcio, el aborto, la enseñanza de la religión, el matrimonio entre homosexuales, la Ley de Educación e incluso dimensiones de la financiación que les parecen insuficientes.

Y digo yo, ¿qué se supone que deben de hacer los obispos? ¿callar cuando se permite el asesinato de inocentes en el seno materno? ¿callar cuando la legislación es un arma de destrucción masiva contra la institución familiar, columna y baluarte de toda sociedad que pretenda ser civilizada? ¿acaso no tienen derecho a dar su opinón sobre la educación en general, y sobre la absolutamente constitucional asignatura optativa de religión católica en particular? ¿acaso no tienen derecho a advertir, si así lo creen, que la condición de obligatoriedad de la asignatura de Educación para la Ciudadanía entra en conflicto con los derechos de los padres y de los alumnos?

Dice más el señor Peces Barba:

Desde una arrogancia extrema, una sensación de impunidad y un insufrible sentido de superioridad, derivada de que administran "verdades superiores", llevan años desafiando a las autoridades legítimas, a la Constitución y a la ley intentando imponer sus criterios frente al interés general y a la soberanía popular residenciada en el Parlamento.

A ver, ¿dónde está el desafío? ¿en el moderado apoyo a determinadas manifestaciones? ¿en convocar ruedas de prensa para dar la opinión a todo aquel que quiera oírles? ¿en decir no a lo que creen que tienen que decir no? ¿es que usted, ínclito don Gregorio, entiende la democracia como el régimen en el que se vota cada cuatro años y en el interim todos dicen sí y amén al gobierno y a la mayoría parlamentaria, hagan lo que hagan, y legislen sobre lo que legislen? ¿es usted un demócrata o un fascista totalitario que no soporta la oposición de algunos sectores de la sociedad?

No queda ahí la diatriba de este señor. Insiste en que los obispos deben callar:

No pueden ni deben seguir por ese camino ni tensar tanto la cuerda. Son responsables de la agitación que impide la paz social y beligerantes contra la política del Gobierno y contra cualquier progreso. Deben sosegarse y permitir el desarrollo normal de la sociedad civil, sin sus constantes interferencias, sin hostigar a los heterodoxos ni despreciar a las conciencias individuales que no coinciden con sus planteamientos.

Hay que ver la cantidad de adjetivos y sustantivos que usa este hombre para decir cuál es su deseo, que se podría resumir en cuatro palabras: ¡Qué se callen, coño! No le den ustedes más vueltas. Todo el artículo de Peces se condensa en esa frase y en la amenaza consiguiente si los obispos y cardenales osan no obedecer:

Si este nuevo clima no se consigue en la próxima legislatura, habrá que abordar el tema de la acción y de la situación de la Iglesia y establecer un nuevo estatus, que les sitúe en su sitio y que respete la autonomía de la autoridad civil.

¿Qué? ¿les ha quedado claro, eminencias? O se callan o aténganse a las consecuencias. O dejan de opinar en contra de Zapatero, el rojo utópico de "más gimnasia y menos religión", o se les va a conceder un nuevo estatus. Y ya saben ustedes lo que ocurre cuando los rojos utópicos desean un nuevo estatus para los clérigos, en especial si llevan mitra. En España sabemos algo de eso.

En fin, estimados obispos, arzobispos y cardenales, no hace falta que les diga lo que ya saben. Aunque no somos mayoría, somos muchos los españoles que estamos dispuestos a compartir con ustedes el nuevo estatus que quieran aplicarles estos demócratas de talante zapateril. Al fin y al cabo, ustedes lo saben, nuestra verdadera y auténtica ciudadanía está en los cielos. Y eso no hay ningún Zapatero ni ningún Peces Barba que lo pueda cambiar.

Luis Fernando Pérez Bustamante