¿Hay salvación fuera de la Iglesia Católica? ( III )
Vamos a dar un salto en el tiempo dentro de este breve estudio. Iremos desde el siglo V, donde dejamos a San Agustín, hasta el siglo XIII, en el cual desarrolló su obra Santo Tomás de Aquino, quizás el más grande teólogo que ha dado la Iglesia Católica en toda su historia.
A principios del siglo XIII (1208) el papa Inocencio III impuso una confesión de fe a los valdenses que querían reconciliarse con la Iglesia católica. En dicha confesión aparecía el siguiente párrafo: “Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, no la de los herejes, sino la Iglesia Romana, católica y apostólica, fuera de la cual creemos que nadie puede salvarse.”
El cuarto concilio Lateranense (1215), bajo el mismo papa, promulgó una definición de fe católica contra los herejes albigenses: “Y hay una sola Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual no se salva absolutamente nadie.”
Leamos ahora a Santo Tomás de Aquino en su comentario dobre el decreto de Inocencio III:
In I Decret., 16,305
“Seguidamente, él (Papa Inocencio) llega al artículo sobre el efecto de la gracia. En primer lugar, habla sobre el efecto de la gracia en relación a la unidad de la Iglesia, diciendo: `Hay una Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual no se salva nadie en absoluto´. Así la unidad de la Iglesia depende primariamente de su unidad de fe, porque la Iglesia no es otra cosa que la congregación de los fieles. Dado que es imposible agradar a Dios sin fe, no puede haber lugar de salvación más que en la Iglesia. Además, la salvación de los fieles es consumada mediante los sacramentos de la Iglesia, en los que es operativo el poder de la pasión de Cristo.”
En su comentario al “Libro de las Sentencias” de Pedro Lombardo, Tomás dice:
In IV Sent. d9, qI, a.5, sol.4, ad2
“La res (realidad) de este sacramento es la unidad de la Iglesia, fuera de la cual no hay ni salvación ni vida”
En su comentario al Credo Apostólico, explicando el artículo sobre la “Iglesia una", escribe:
In Symbolum art 9
“Nadie debería despreciar a la Iglesia, o permitir que le echen y le expulsen de ella, porque hay una sola Iglesia en la que los hombres se salvan, del mismo modo que no pudo salvarse nadie que estuviera fuera del arca de Noé.”
Algo parecido vuelve a repetir en su Summa theologiae:
Summa theologiae III, q.73, a.3.
“La cosa significada es la unidad del cuerpo místico sin la que no puede haber salvación, ya que fuera de la Iglesia no hay salvación, como tampoco la había en tiempo del diluvio fuera del arca de Noé, que significaba la Iglesia.”
Y, dado que siglos atrás se había producido el hasta entonces más grande cisma de la Iglesia, Santo Tomás introduce un factor muy importante, a saber, la necesidad de sujetarse al Romano Pontífice. Lo hace en su libro contra los ortodoxos (griegos):
Contra errores graecorum, pars 2, cap 32
“Ostenditur etiam, quod subess Romano Pontific sit de necessitate salutis”
Como vemos, Santo Tomás no hace sino retomar lo que la Iglesia había venido enseñando desde tiempos muy antiguos pero circunscribiendo la Iglesia a los que aceptaban la autoridad del Obispo de Roma.
Justo a comienzos del siglo siguiente (1302)- el XIV-, el papa Bonifacio VIII publicó su Bula Unam sanctam en la que leemos lo siguiente:
“Por imperativo de la fe estamos obligados a creer y a sostener que hay una santa Iglesia católica y apostólica. Nosotros la creemos firmemente y abiertamente la confesamos. Fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados… Ella representa el único cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y Dios la cabeza de Cristo. En ella hay `un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo´(Ef 4,5). Porque, en efecto, una sola fue el arca de Noé… tenía un solo piloto y un único jefe: Noé. Fuera de ella pereció todo cuanto existía sobre la tierra". “La Iglesia, pues, que es una y única, tiene un solo cuerpo, una sola cabeza; no dos, como un monstruo. Es decir, Cristo y el vicario de Cristo: Pedro y el sucesor de Pedro. Pues dice el Señor al mismo Pedro: `Apacienta mis ovejas´(Jn 21,17). `Mis ovejas´, dijo, y de modo general, no éstas o aquellas en particular; por lo que se entiende que se las confió todas. Si, pues, los griegos (ortodoxos) u otros afirman que ellos no han sido confiados a Pedro y sus sucesores, tendrán que confesar que no son ovejas de Cristo; puesto que el Señor dice en Juan que hay `un solo rebaño y un solo pastor´(Jn 10,16).”
Al final de la Bula dice esa famosa frase que tanta polémica ha causado tiempo después, pero que en realidad era lo que ya Santo Tomás había confesado:
“Por consiguiente, declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos que el someterse al Romano Pontífice es a toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación.”
El conocido como, no se me porqué, Concilio de Florencia (empezó en Basilea -1431-, siguió en Ferrara -1438-, luego en Florencia -1439- y acabo en Roma -1445) tuvo como objetivo el lograr la reunificación con las Iglesias orientales separadas. Entre dichas iglesias estaban las Coptas, también conocidas como Jacobitas (fundadas por el apóstol Santiago). Para que dichos jacobitas volvieran a la comunión con Roma se les propuso un credo que deberían aceptar, en el cual aparecía, entre otras cosas, lo siguiente:
“La sacrosanta Iglesia romana… cree firmemente, confiesa y predica que ninguno que esté fuera de la Iglesia católica, no sólo pagano, sino aun judío o hereje o cismático, podrá alcanzar la vida eterna; por el contrario, que irán al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles, a menos que antes de morir sean agregados a ella. Y tan importante es la unidad del cuerpo de la Iglesia, que sólo los que permanecen en ella les aprovechan los sacramentos de la Iglesia para vida eterna. Y que sólo a ellos les proporcionan frutos de vida eterna los ayunos, las limosnas y las restantes obras de piedad y los ejercicios de la ascética cristiana. Y que por muchas limosnas que haga, aunque derrame su sangre por Cristo, nadie puede salvarse si no permaneciere en el seno y en la unidad de la Iglesia católica.”
Es obvio que en ese momento de la historia, la doctrina “extra ecclesiam, nulla salus” era enseñada de forma radical, sin los matices que poco después fueron aportándose desde la teología primero y el magisterio después. A ello dedicaré el siguiente artículo del blog.
Luis Fernando Pérez Bustamante