Estuve enfermo, por Monseñor Sanz Montes
Estuve enfermo
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
He aplazado a esta carta lo que también hubiera correspondido el domingo pasado con motivo de la Jornada Mundial del enfermo, que coincidió con la de Manos Unidas. Hay realidades que no comienzan ni terminan con una fecha que nos las recuerdan y nos hacen tomar conciencia, y por eso hablamos hoy de esta circunstancia que afecta a tantas personas de nuestra sociedad.
Todos hemos comunicado alguna vez la noticia de que alguien estaba enfermo. Lo hemos hecho con puntualidad, con preocupación, con interés, con afecto también. Pero era el otro el que estaba enfermo, yo sólo el divulgador de su noticia. Jesús tiene una expresión -y no es la única- en la que aparece como si aquello que le sucede al otro le estuviera pasando a Él: "estuve enfermo y vinisteis a verme" (Mt 25). No se trataba de una solidaridad distante, retórica, sino de una verdadera comunión con el otro hasta ser de veras su hermano de verdad.
El Papa, en su mensaje para esta Jornada, ha traído a colación esa imagen cristiana por antonomasia que traduce como ninguna otra quizás este gesto de una comunión solidaria del mismo Dios: el buen samaritano. Todos conocemos la escena de esa inolvidable parábola: unos maleantes roban aun viajero, le desnudan y le dejan tirado y malherido. Ante él irán pasando unos y otros, mirando para otro lado para que no les implicase una situación que juzgaban extraña y ajena. Pero llegó aquel samaritano bueno, descabalgó su prisa, y abrazando su desdicha le llevó a la posada para curar su herida, y para pagar la deuda como se invita a un amigo. Es la descripción parabólica de la entraña de Dios ante alguien enfermo, ultrajado y malherido.
Nos alegramos de que la ciencia en su avance técnico logre erradicar pandemias y paliar dolores acercando la salud a quienes carecen de ella. Felicitamos con corazón agradecido a todos cuantos ponen lo mejor de su saber y de su quehacer como profesionales de la sanidad. Al mismo tiempo, deseamos que no se den injerencias de índole política y económica para hacer de la enfermedad el negocio de la muerte en lugar de hacer tan sólo la mejora de la vida. Sí, porque es la vida en todos sus momentos y fases la que debe ser acogida, comprendida y acompañada, como apuntaba el lema del mensaje para esta Jornada. Toda la vida: desde la no nacida hasta la terminal, incluyendo la que crece entremedio a veces en condiciones de inhumana e indigna precariedad. Acoger, comprender y acompañar esa vida, particularmente si está enferma.
Porque un enfermo no es alguien maldito que molesta por su edad avanzada o por su dolencia cualquiera. Dios los mira de otro modo, y también ellos nos otorgan una bendición: esa que proviene de sacar lo mejor de nosotros mismos cuando por dedicación profesional sanitaria o por los lazos familiares y de amistad les acogemos, les comprendemos y les acertamos a acompañar. Jesús no curó todas las enfermedades, ni curó siempre después a los enfermos que curó alguna vez. Eran signos que Él daba para evidenciar la buena noticia que traía: no una realidad distinta para Él mismo y los que encontraba, sino un modo diferente de ver y abrazar esa misma realidad. Los cristianos enfermamos y morimos como les sucede a los demás, pero tenemos una mirada distinta de dolor y de la misma muerte, y esto es lo que constituye precisamente nuestra novedad.
Hoy y siempre miramos a nuestros hermanos enfermos, viendo en ellos a quien en ellos está: "estuve enfermo y vinisteis a verme". En ellos acogemos, comprendemos y acompañamos nada menos que al mismo Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
18.02.2007
7 comentarios
Por cierto, he estado mirando otros escudos heráldicos episcopales y resulta que no se diferencian gran cosa.
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