Entre canallas anda el juego... de la muerte

El último pleno del ayuntamiento de Sevilla asistió a un debate de lo más interesante entre el alcalde socialista de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín y el portavoz del Partido Popular, Juan Ignacio Zoilo. Todo empezó cuando los comunistas sevillanos de IU-CA propusieron que el ayuntamiento de la capital andaluza se manifestara a favor de que se considere que las adolescentes de 16 años puedan tener autonomía a la hora de abortar. Es lo que tiene la izquierda. Cuando todo el mundo está preocupado por la crisis, ellos se empeñan en que las clínicas abortistas no sufran el menor menoscabo en sus economías.

El caso es que el popular Zoilo, armado de razón, le echó en cara al alcalde que la Junta de Andalucía haya aprobado hace tres meses un decreto para limitar el acceso de los menores a la cirugía estética y sin embargo los socialistas quieren ahora que esas mismas menores puedan abortar sin límite alguno. De hecho, el propio Monteseirín se manifestó contra ese punto de la ley de aborto en un programa de Sevilla Televisión. Como quiera que este país no es tanto una democracia como una partitocracia donde todos los que se dedican a la política tienen que obedecer, sí o sí, a lo que mandan los jefes, el alcalde sevillano se la ha tenido que embaular y votar a favor de algo sobre lo que él se mostró en contra. Y claro, el popular vio el cielo abierto y se lanzó a la yugular del alcalde con una serie de preguntas muy oportunas: “¿Una niña de 16 años no está preparada para votar o para que le extirpen la apendicitis, pero sí lo está para abortar? ¿Es aceptable que ustedes pongan límites para quitarse un trozo de nariz y no para quitarse una vida? ¿Por qué en televisión dijo usted que no estaba de acuerdo y ahora vota a favor? O mentía en televisión, o miente ahora".

Pero cuando, como es el caso de Juan Ignacio Zoilo, uno está en un partido que durante su etapa en el gobierno no movió ni un dedo para acabar con la lacra del aborto, lo mejor que puede se hacer es quedarse calladito. Y es que Monteseirín puso a Zoilo ante la evidencia de la hipocresía y la poca vergüenza de los populares al querer aparecer ante la sociedad como los defensores de la vida. Las palabras del alcalde de Sevilla al portavoz popular merecen pasar a los anales de la historia: “Si usted considera, señor Zoido, que un feto es una persona humana, es que usted y los suyos son unos canallas. Ustedes dicen que el aborto es un crimen, y si lo consideran así, son ustedes subjetivamente unos criminales porque han permitido el aborto durante el tiempo que han gobernado". Daría dinero por saber qué cara puso el popular al escuchar semejante verdad. Lo que sí sé es su patética respuesta: “no he dicho que el feto sea una persona porque para eso tiene que nacer, pero sí digo que es una vida y nosotros estamos del lado de la vida. ¿Usted de qué lado está?”

No, mire, don Juan Ignacio, su alcalde tiene razón. Ustedes no están al lado de la vida. Ustedes no han hecho nada en contra del aborto cuando gobernaron. Es más, ustedes aprobaron la píldora abortiva. Ustedes tienen un presidente de partido que dice estar la mar de feliz con la actual ley, esa por la que se llevan a cabo más de cien mil abortos cada año en este país. Y encima usted dice que un feto no es una persona, lo cual puede ser cierto a nivel jurídico-civil (aunque ojo, el feto es objeto de derecho, por ejemplo a la hora de heredar), pero no tiene nada que ver con lo que se está debatiendo. Ustedes los populares se han creído que pueden sacar “cacho” electoral con el asunto del aborto, pero no tienen el menor atisbo de autoridad moral para oponerse a lo que los socialistas quieren. Y ese es el drama de este país. Que los dos partidos mayoritarios son abortistas y sólo se diferencian en la intensidad de su adhesión a la cultura de la muerte.

En España, la batalla entre la vida y la muerte en el ámbito de los partidos con representación en las instituciones se juega entre canallas. Canallas son los socialistas que quieren más abortos y canallas son los populares que se conforman con los abortos actuales. Ambos son la misma escoria moral. Ambos merecen el mayor de los desprecios de aquellos que consideramos que estamos ante algo tan importante, que marca la diferencia entre una sociedad civilizada y otra abocada a la desaparición. Y es que una sociedad que manda a sus hijos al cubo de la basura de las clínicas abortistas no merece sobrevivir.

Luis Fernando Pérez Bustamante