Enhorabuena, Luis
Estimado Luis, todavía no hemos tenido oportunidad de conocernos en persona, pero internet nos ha servido para entablar una relación lo suficientemente cercana como para que no sea necesario ese encuentro personal para que te tenga un sincero afecto. Hoy tu obispo te va a ordenar sacerdote en la catedral zamorana. Estás, probablemente, ante el día más feliz de tu vida, donde alcanza su zénit aquella vocación que el Señor puso en tu corazón hace años. Es además un día feliz para la iglesia zamorana, tu iglesia, a la que hoy os incorporáis tres nuevos sacerdotes. Quiera Dios que vuestro ejemplo y testimonio sea semilla de nuevas vocaciones en los próximos años.
Luis, mañana tendrás el privilegio de celebrar tu primera misa como presbítero. Actuarás “in persona Christi” ante el pueblo de Dios. Repetirás las palabras que Cristo pronunció ante los apóstoles en la Última Cena antes de su pasión. Serás instrumento del envío del nuevo y verdadero maná caído del cielo que alimenta las almas de los fieles. Pronto te incorporarás al destino que te ha encargado tu obispo, donde serás verdadero pastor de almas. A ti te corresponderá ahora ser ministro de la reconciliación por medio del sacramento de la confesión. Cuida muy especialmente esa parte tan importante de tu ministerio. La gracia de Dios no sólo perdona sino que transforma. No dejes que la confesión sea nunca algo mecánico y exhorta a tus fieles al verdadero arrepentimiento, que no consiste sólo en la confesión del pecado sino que busca la reforma de vida.
Me hago eco de las palabras de San Pablo a Timoteo y te ruego que prediques bien la palabra, que insistas a tiempo y a destiempo, que arguyas, que enseñes, que exhortes con toda paciencia y doctrina (2 Tim 4,2). Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1ª Tim 4,12). Permanece siempre en comunión con tu obispo, siguiendo el consejo de San Ignacio de Antioquía, quien camino del martirio dijo a los trallianos que “…os conviene a cada uno de vosotros, y de modo más especial a los presbíteros, el alegrar el alma de vuestro obispo en el honor del Padre y de Jesucristo y de los apóstoles".
Cuenta, querido Luis, con mis oraciones para que seas un buen sacerdote de Cristo y de su Iglesia. Sé que cuento con tus oraciones por mí y los míos. Que el Señor te guíe, te acompañe y te dé fuerzas para llegar al final del camino que emprendes hoy. Y, por supuesto, lo mismo digo de tus compañeros que hoy se ordenan contigo. Pax vobiscum.
Luis Fernando Pérez Bustamante
9 comentarios
Con mi enhorabuena, me uno al gozo que proporciona la ordenación de tres nuevos sacerdotes, aunque no conozca a ninguno, es un motivo, indiscutible, de fiesta.
Discrepo del uso que haces del texto a Tim, pues es más propio de aplicación a un obispo que a un presbítero, pero bueno...Me uno a la alegría compartida dedicándoles unos textos clásicos de S. Francisco, que constituyen un auténtico programa de vida.
¡Oh! Maestro, haz que yo nunca busque
ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, sino yo amar.
Porque es dando como se recibe,
es perdonando, como se es perdonado,
y muriendo, se resucita a la Vida Eterna.
!Amén!
Señor, haz de mí un instrumento de tu Paz.
Donde haya odio, lleve yo amor,
donde haya ofensa, lleve yo el perdón,
donde haya discordia, lleve yo la unión,
donde haya duda, lleve yo la fe en ti,
donde haya error, lleve yo la verdad,
donde haya desesperación, lleve yo la esperanza,
donde haya tristeza, lleve yo la alegría,
donde están las tinieblas, lleve yo la luz.
El día que murió mi madre, arreglando sus papeles, encontré esta oración que según me dicen rezaba diariamente. Desde entonces la rezo todos los días. Hoy la ofreceré especialmente para ti. Que Dios te guarde y te fortalezca.
Soy un granito de trigo
Que maduró a tu calor
Y viene a morir contigo
En el surco del Amor
Pequeño grano escondido…
Quiere morir…¡y brotar!...
Para dejar florecido
De Sacerdotes, tu Altar.
Que sean Cristos pacientes
Hasta el Calvario y la Cruz…
Y puras hostias ardientes…
Blancas…blancas…¡fuego y luz!
…Que sean riego fecundo
De paz…de amor..de perdón…;
Que sean…la Sal del mundo…
Que sean…¡tu Corazón!
¡Qué maravilla!, es aplicable a cualquier cristiano, sacerdote, profeta y rey.
¿Me la prestas?
En fin... ello no quita que me alegre por esta ordenacion en la Iglesia de Zamora, afortunada ella que encuentra estos servidores.
Y que presidir una eucaristía no es privilegio, ya me dirás tú, qué es una eucaristía sin cura. Si invocar al Señor sobre un pedazo de pan y un cuenco de vino, ¡y que se transustancien!, no es un privilegio, ¡que venga Dios y lo vea! (y nunca mejor dicho).
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