El aborto y el PP
Como ya he contado en otras ocasiones, al día siguiente de que el gobierno del señor Aznar, con ministros que “presumen” de católicos en su seno, aprobó la píldora abortiva, tomé la decisión de darme de baja como afiliado del Partido Popular. Para ser sincero, nunca había sido un militante activo pues apenas me había pasado un par de veces por la sede del barrio donde vivía en Madrid. Mi baja del partido era mi única forma de protestar ante ese paso adelante a favor de la cultura de la muerte.
Lo cierto es que aquellos que consideramos la posición sobre el aborto -y de paso sobre la eutanasia, la familia, etc- como uno de los elementos claves a la hora de votar, ni con Aznar ni con Rajoy encontrábamos otro argumento que la tan manida, tan usada, tan prostituida teoría del “mal menor". Es decir, votábamos más “en contra de” que “a favor de".
Desde hace años, y muy especialmente antes de las pasadas elecciones generales, he escrito acerca de la necesidad de que los valores de los pocos o muchos millones de cristianos “practicantes” que vivimos en España tengan representación parlamentaria. No puede ser que los centenares de miles de españoles presentes en Colón el año pasado y el anterior, no tengan a ningún partido que defienda íntegramente sus tesis en las cortes. Sé bien que dentro del PP hay personas válidas, como Ángel Pintado y José Eugenio Azpíroz, que opinan lo mismo que nosotros en estos asuntos. Y no yo, sino ellos mismos, saben muy bien que en su organización política no hay ni el coraje ni el valor ni la convicción mayoritaria de que ante el aborto la única opción plausible es el rechazo total. El maricomplejinismo político del PP alcanza su zenit en todo lo referente a la defensa de un modelo de sociedad auténticamente anclado en las raíces cristianas de esta nación. Y a estas alturas de la película nadie pueden pensar que eso va a cambiar.
Precisamente en Madrid se celebra hoy y mañana el II Encuentro Internacional convocado por la Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida. Ese movimiento se gestó en Santiago de Chile en noviembre del 2007 por un grupo de legisladores y gobernantes de varios países que se comprometieron, en el ámbito de sus responsabilidades, a trabajar en defensa de la vida humana y de la familia. Precisamente el diputado popular Ángel Pintado es el vicepresidente esta organización. Pero entre sus miembros fundadores estaba el único político que ni tenía ni tiene, al menos por ahora, la responsabilidad de ser cargo electo. Se trata de Rafaél López Diéguez, presidente de Alternativa Española.
Según el programa del Encuentro, el Ayuntamiento de Madrid ofrecerá una cena a los participantes en el mismo. Pues bien, precisamente en Madrid tenemos un alcalde, del Partido Popular, que se gloría de repartir píldoras abortivas de forma gratuita. Incluso a menores sin el consentimiento de sus padres. Y la comunidad de Madrid, también en manos del PP, ha financiado entidades y clínicas abortistas. Como el lector puede comprender, algo no encaja en esta feria.
Aunque es de justicia reconocer la bondad de la decisión del gobierno de Camps de ayudar económicamente a las jóvenes embarazadas para que no aborten, por muchos Pintado, Azpíroz o Mayor Oreja que haya en su seno, el Partido Popular no ha sido, no es y no será una organización política que se comprometa de verdad a arrancar de cuajo la mala hierba del aborto en nuestro país.
Tenemos por delante unas elecciones al parlamento europeo que pueden servir para demostrar que en este país hay el suficiente número de personas como para llevar a Bruselas a alguien que de verdad defienda la dignidad de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Cuando se presenten las candidaturas, diré por cual opto, pero desde ya digo que esta vez mi voto no irá al Partido Popular.
Luis Fernando Pérez Bustamante