Don de la Eucaristía. Adoración Eucarística (por Monseñor Omella)
Hoy es Monseñor Omella a quien le toca el turno en esta sección, de la que por cierto he decir que es de la que más contento estoy. Monseñor Juan José Omella Omella es el actual obipo de Calahorra y La-Calzada Logroño. Antes fue obispo auxiliar de Monseñor Yanes en Zaragoza y obispo de Barbastro. También fue el administrador apostólico de mi diócesis en el largo periodo que transcurrió entre la fase terminal y muerte de Monseñor Osés y la ordenación de Monseñor Sanz. Eso me permitió conocer personalmente a Monseñor Omella, del cual puedo decir que es muy afable en el trato y además predica muy bien. Hace poco coincidí con él en la Basílica del Pilar y aprovaché la ocasión para saludarle y pedirle que orara por un sacerdote oscense (que fue el primero en recibirme acá) quien, desgraciadamente, se ha secularizado.
En esta carta, don Juan José nos presente el más precioso tesoro que tenemos los cristianos, el mayor regalo que nos llega del cielo, el maná que nos da la vida. Y nos anima a responder a esa gracia con nuestra entrega total.
Don de la Eucaristía. Adoración Eucarística
Los primeros cristianos tenían la costumbre de dejar un poco del pan consagrado en la Misa para poderlo llevar después a los enfermos. Pero enseguida se dieron cuenta de que no se podía dejar el pan consagrado, el Cuerpo del Señor, en cualquier armario, como si fuese un trozo de pan cualquiera. Era necesario conservarlo con la mayor dignidad y respeto posible. Y poco a poco apareció la práctica de la adoración del Señor, presente en las especies sacramentales, fuera de la Misa. El sagrario se puso en un sitio de honor dentro de la Iglesia, y así debe seguir estando, de manera que los cristianos pudiesen venir a adorar al Señor al lo largo de la jornada, a estar un rato con Él. Eso es lo que nos recuerda el Catecismo de la Iglesia en el nº 1379.
Qué importante es esa forma sencilla de oración, llena de afecto, ante el sagrario. Algunas personas critican esa forma de oración, de adoración al Señor. Dicen que el Señor dijo "tomad y comed", pero no dijo "contempladme, adoradme en la Eucaristía". Ciertamente el pan de la Eucaristía está ahí para ser comido. Pero cuando hacemos la adoración eucarística, el Señor nos está diciendo: Mirad, os amo tanto que me he quedado ahí para alimentaros. Yo en vosotros y vosotros en mí. En la Eucaristía tomamos conciencia de este gran misterio que nos sobrepasa. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por nuestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado 'hasta el fin' (Jn 13,1), hasta el don de su vida. En efecto en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros (Cf. Gal 2,20), y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor.
El Papa Juan Pablo II en su carta sobre la Eucaristía dice: La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración (Dominicae cenae, 3).
Una de las conversiones más célebres del siglo XX fue ciertamente la del periodista francés André Frossard. Narra su conversión en su libro "Dios existe, yo lo he encontrado". Nació en el seno de una familia atea y no recibió ninguna formación religiosa. Cuenta cómo un día fue a visitar a un amigo y le dijeron que estaba en una capilla cerca de su casa. Se decidió a entrar en esa capilla para encontrar a su amigo y eso es lo que sucedió: Entré en la capilla y diez minutos después salí cristiano. Fue una conversión rápida y conmovedora. Analizó después lo que sucedió y dice: En la capilla estaban unas religiosas que tenían la adoración perpetua y comprendí que fue El Señor el que irrumpió en mi vida. Sí, Él estaba allí presente en la Eucaristía; Él me tocó tan dentro que ya nunca dudé de su existencia. No se puede expresar con mayor sencillez y con más profundidad esa verdad que el santo cura de Ars expresaba en sus catequesis: "Il est là", es decir, Él está ahí.
Queridos lectores de esta hoja, queridos cristianos, no dejemos nunca de adorar al Señor presente en la Eucaristía; entremos, a lo largo del día, alguna vez en la iglesia parroquial o en alguna capilla, y permanezcamos un rato a solas con el Señor, con quien sabemos que nos ama. Estoy seguro de que vuestro corazón quedará ensanchado, reconfortado, alentado y animado. Y vuestra vida adquirirá otra dimensión, al experimentar que el Señor camina con vosotros, está cerca de vuestras vidas, es un caminante y vecino más de tu parroquia, de tu pueblo, de tu ciudad. Esa oración de adoración nos ayudará a descubrir el rostro de Dios, presente en los hermanos que encontramos cada día junto a nosotros por los caminos de la vida.
Con mi afecto y bendición.
Mons. Juan José Omella Omella,
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
4 comentarios
Los comentarios están cerrados para esta publicación.