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27.05.08

Protesto

Jaime Vázquez Allegue, que ha sido mercedario, doctor en teología, Vicedecano y profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, sostiene lo siguiente:

Jesús debe ser tratado de una perspectiva interdisciplinar, desde la arqueología, la historia, la exégesis, la filología, la psicología, la sociología y todas las ciencias que puedan aportar un grano de luz sobre su figura. Después es cuando interviene la fe. Lo que cada uno quiera creer o dejar de creer.

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Lo relatos evangélicos forman parte de un libro de fe que anuncia una buena noticia (euangelia), pero nada más. Necesitamos acercarnos a otras disciplinas empíricas y científicas que demuestren lo que la narrativa bíblica cuenta. Es como si de una novela tuviéramos que separar los elementos reales de los imaginativos que se ocurrieron a su autor a la hora de escribir el texto.

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Mi intención es que cada uno tenga los elementos necesarios para saber distinguir lo que hay de histórico de lo que forma parte de la ficción de los evangelistas y de la tradición de la Iglesia. Quiero llegar a las bases sobre las que se asienta el cristianismo para descubrir lo que pueda haber de verdad y los añadidos que se han ido incorporando a lo largo de la historia. Intentaré dar respuesta a preguntas que todos nos hacemos y muchas veces no sabemos responder.

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Mis preguntas son más racionalistas: ¿existió el Jesús de Nazaret que nos describen los evangelistas?; ¿qué dicen los apócrifos de su figura?; ¿hay testimonios fuera de la Biblia que nos hablen de él?; ¿podemos encontrar una explicación científica a los milagros que se describen en el Nuevo Testamento?; ¿es realmente el hijo de Dios?; romanos o judíos ¿quién mató a Jesús?; ¿fue el Mesías esperado?; ¿se puede demostrar su resurrección?; ¿quién fundó la Iglesia?; ¿cuál fue el verdadero anuncio de Jesús de Nazaret?; ¿es posible hacer una reconstrucción de su rostro?

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Hoy, en medio de una sociedad que se enorgullece de laica, tenemos que preguntarnos por lo que hay de verdad, para saber distinguir entre lo histórico y lo legendario, lo que sucedió y lo que la tradición se ha encargado de transmitirnos.

Parece clara la diferenciación que hace Vázquez Allegue entre el Jesús de “su” historia y el Jesús de la fe. Parece claro que este doctor en teología que ha formado a sacerdotes y futuros teólogos niega el carácter histórico de los evangelios, aunque conceda que contienen algunos datos que sí lo son. Sin embargo, leemos lo siguiente en el documento “Teología y secularización”, publicado por la Conferencia Episcopal Española hace unos años:

Una honda cristología mostrará la continuidad entre la figura histórica de Jesucristo, la Profesión de fe eclesial, y la comunión litúrgica y sacramental en los Misterios de Cristo. Constatamos con dolor que en algunos escritos de cristología no se haya mostrado esa continuidad, dando pie a presentaciones incompletas, cuando no deformadas, del Misterio de Cristo. En algunas cristologías se perciben los siguientes vacíos: 1) una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos ni advertir de sus límites; 2) sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad; 3) ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días; 4) negación del carácter real, histórico y trascendente de la Resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles; 5) oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación.

En la raíz de estas presentaciones se encuentra con frecuencia una ruptura entre la historicidad de Jesús y la Profesión de fe de la Iglesia: se consideran escasos los datos históricos de los evangelistas sobre Jesucristo. Los Evangelios son estudiados exclusivamente como testimonios de fe en Jesús, que no dirían nada o muy poco sobre Jesús mismo, y que necesitan por tanto ser reinterpretados; además, en esta interpretación se prescinde y margina la Tradición de la Iglesia. Este modo de proceder lleva a consecuencias difícilmente compatibles con la fe, como son: 1) vaciar de contenido ontológico la filiación divina de Jesús; 2) negar que en los Evangelios se afirme la preexistencia del Hijo; y, 3) considerar que Jesús no vivió su pasión y su muerte como entrega redentora, sino como fracaso. Estos errores son fuente de grave confusión, llevando a no pocos cristianos a concluir equivocadamente que las enseñanzas de la Iglesia sobre Jesucristo no se apoyan en la Sagrada Escritura o deben ser radicalmente reinterpretadas.

¿No basta con ese documento? Pues quizás sea necesario recordar lo que dijo el Concilio Vaticano II en la Dei Verbum:

19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo.

¿Y bien, señores?, ¿qué hacemos los fieles ante semejante espectáculo? Sobre todo, ¿qué hacemos con los muchachos que han sido formados para el sacerdocio por quienes sostienen algo que parece ser que la Iglesia condena en sus documentos?

Lo gracioso del caso es que para muchos, los malos de la película somos los que hacemos esas preguntas. No quienes se separan de la fe de la Iglesia o los que consienten que tal cosa pase sin apenas hacer nada para evitarlo. No, los malos somos los que no entendemos semejante contradicción. Nosotros debemos callar si un cardenal permite cosas que el sentido común dicta que no pueden permitirse. Debemos callar si vemos que los que forman a los futuros curas practican una teología que la Iglesia condena. Debemos callar para que nadie se sienta presionado por nuestras preguntas, nuestras críticas, nuestras denuncias. Pues nada, silencio… por un minuto siquiera. Uno, no más. Otros podrán callar. Yo no puedo. Yo protesto.

Luis Fernando Pérez Bustamante

18.05.08

Monseñor Rouco, sobre todo, no se altere

Usted tranquilo cardenal. No se ponga nervioso. No se altere. En realidad, nihil novum sub sole. Su sacerdote Enrique de Castro no ha dicho nada nuevo. Sigue siendo el mismo que siempre. Y como quiera que usted lleva años y años consintiendo que él siga siendo sacerdote, no vaya a mover ahora una sola ceja para reaccionar ante las nuevas declaraciones de ese insigne profeta vallecano. Usted imagínese por un momento que aquel a quien su desliz elevó a la categoría de icono progre nacional, pasa a ser icono progre mundial si vuelve a cometer el craso error de decirle algo, de pedirle algo, de recordarle algo, de intentar disciplinarle algo.

No, cardenal, no. Da igual que Castro diga que ya no hay que rendir culto a Dios sino a los hombres. Da igual que diga que Cristo acabó con el sacerdocio. Da igual que diga que le ganó a usted una copa de orujo por lo del conflicto con la parroquia San Carlos Borromeo. Da igual que él diga que le importa un pimiento que esa parroquia ahora sea un centro de atención pastoral, porque al fin y al cabo él puede seguir celebrando la misa como le da la realísima gana. Da igual que SU cura diga que le importa un carajo el futuro de la Iglesia vaticanista. Usted, cardenal, no se me altere. Siga sentado en su silla cardenalicia y arzobispal, que no está el horno para bollos.

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15.05.08

El "Jesús" de Pagola

Como quiera que ayer volvió a ser noticia J.A Pagola y su best-seller “Jesús. Aproximación histórica", me parece oportuno recoger en Religión en Libertad los artículos que escribí sobre este asunto cuando tenía mi blog en http://www.coradcor.com/blog/.

Los separaré por páginas, para que puedan leerse más cómodamente.

Mi análisis sobre el libro de Pagola (I)
Martes, 12 de Febrero de 2008

Desde ayer tengo en mis manos el polémico libro “Jesús, aproximación histórica” de José Antonio Pagola. Pertenece a la sexta edición, de diciembre del 2007. En la web de la editorial PPC nos informan de que van por la séptima edición y de que se vendieron más de 30.000 ejemplares en cuatro meses. Por tanto estamos ante un indudable éxito editorial. Y precisamente ese éxito es, en mi opinión, el que hará que este libro sea examinado por la Congregación para la Doctrina de la fe. No nos encontramos ante una obra que es leída sólo por especialistas. La han leído ya multitud de fieles y es previsible que la lean muchos más. Por tanto, si la Iglesia considera que en la misma hay errores graves, es su obligación notificar tal hecho, para que aquellos católicos que son fieles al magisterio, y no veo de qué otra forma se puede ser católico, sepan a qué atenerse.

El caso es que he decidido analizar ese libro de Pagola en este blog. De más está afirmar que no soy magisterio, ni teólogo, ni exégeta bíblico, ni historiador, ni nadie con una cualificación académica adecuada como para pretender que se tenga mucho en cuenta este análisis. Pero, como decía San Paciano de Barcelona, “cristiano es mi nombre y católico mi apellido”, y dado que el autor del libro afirma haberlo escrito desde la Iglesia Católica (pag 7), quiero saber si su Jesús es de verdad el Jesús de la Iglesia, que es lo mismo que decir “mi” Jesús. Y es que por mucho respeto que me puedan merecer el concepto sobre Jesús que tengan los que no son católicos, a lo que yo me quiero ajustar como mano a guante es a la respuesta que la Iglesia, por boca de Pedro (Mt 16,16), da a la pregunta del propio Cristo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mt 16,5). Por tanto someto todas mis opiniones y mi juicio sobre este libro a lo que pueda dictar en un futuro el magisterio católico. No se me escapa el hecho de que un obispo, el de Tarazona, ya se ha pronunciado a través de una carta pastoral, que sin duda es magisterial. Monseñor Demetrio Fernández no es mi obispo, pero sí es obispo de mi Iglesia.

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14.05.08

Ha sido Uriarte, no Rouco, quien ha paralizado la reedición del libro de Pagola

Cuando esta mañana he leído en Religión Digital, que citaba a El Correo Digital, que Rouco impedía la publicación en catalán del “Jesús” de Pagola, di por hecho que las cosas eran más o menos tal y como relataba, pero pensando que la cuestión no era tanto de Rouco, quien como mucho habría dado el visto bueno, como de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe.

Pero hete aquí que uno va ya teniendo fuentes absolutamente fiables de información y una de ellas me ha confirmado que no ha sido ni Rouco ni la Conferencia Episcopal quienes han hecho tal cosa. Ha sido ni más ni menos que el obispo de San Sebastián, Monseñor Uriarte, quien se ha encargado personalmente de paralizar no sólo la edición en catalán, sino cualquier tipo de edición o re-edición del libro en cualquier idioma, incluido el castellano.

Por tanto, el intento de echarle la “culpa” a Rouco de la censura a Pagola queda desacreditado como una burda falsedad. Es el obispo de Pagola quien se hace responsable de impedir que la obra heterodoxa de su sacerdote siga en el mercado tal y como fue escrita. Parece ser que es también Uriarte quien está embarcado en la tarea de que el libro se re-escriba de tal forma que sea conforme a la fe de la Iglesia. Lo cual, en mi modesto entender, es ciertamente una labor titánica, pues Pagola partió de una metodología errónea que necesariamente ha de conducir a conclusiones heterodoxas. Así que, una de dos, o Pagola re-escribe prácticamente todo, ante lo cual estaríamos ante un nuevo libro, o no habrá manera de que salga bien librado del lío en el que se ha metido.

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11.05.08

No basta con reconocer los errores

Cuando hace dos años los obispos españoles publicaron el documento “Teología y secularización en España”, escribí un post en mi blog en Religión Digital que volveré a reproducir hoy aquí (página 2) en el que hacía referencia a su vez a otro artículo previo mío titulado “Ser católico en un país descristianizado".

En aquel texto, los obispos españoles daban las claves para entender las razones por las que la secularización interna en la Iglesia es un hecho indiscutible. Ciertamente no dejaba de ser curioso que los que señalaban la enfermedad de la Iglesia fueran aquellos que tenían, y tienen, la responsabilidad de haber evitado que la misma enfermara. Además, el documento señalaba el mal pero no daba la receta para curarlo. Es como si vas al médico y te dice: “Mire, su enfermedad se ha agravado porque no le di la medicación adecuada". Tú le respondes: “¿Y qué voy a hacer ahora?", ante lo cual el galeno te replica: “De momento sólo le digo que está muy enfermo". Lo normal, en un caso así, es pensar que estamos ante un irresponsable al que le han dado la licenciatura de medicina en una tómbola.

Hoy, la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar hace público otro documento titulado “Laicos cristianos: sal y luz del mundo” que, para no variar, es muy bueno. Si la Iglesia Católica en España tuviera que ser juzgada por la calidad de los documentos que produce su Conferencia Episcopal, la nota sería de sobresaliente. Pero los fieles no viven de documentos que en su inmensa mayoría ni siquiera leen. Los fieles no viven de las buenas intenciones de sus obispos. De la misma manera que los enfermos no viven del diagnóstico de su enfermedades sino de la medicinas para curarlas, los fieles católicos necesitan acciones concretas de sus pastores y no meras descripciones de los males que les aquejan.

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