El infierno
Ez 18,32
Porque no quiero la muerte del que muere, dice el Señor. Convertíos, pues, y viviréis.
Benedicto XVI acaba de recordarnos que el infierno existe y es eterno. En una homilía predicada ayer domingo en la parroquia romana de "Santa Felicidad e hijos mártires", el Papa dijo que Jesús "ha venido para decirnos que nos quiere a todos en el Paraíso y que el infierno, del que se habla tan poco en nuestro tiempo, existe y es eterno para cuantos cierran su corazón a su amor".
Es obvio que la idea de un infierno eterno no es políticamente correcta en estos momentos. Es obvio también que a los fieles hoy no se les habla casi nunca del concepto de atrición. Pero si hay una obviedad irrefutable es la contundencia con la que Cristo advirtió de la existencia de un lugar de castigo, que además es eterno, para los que se pierden. Y es más, no sólo nos dijo que la puerta a la salvación era más estrecha que la que conduce a la condenación, sino que aseguró que los que cruzan esta última son más que los que atraviesan la primera. Por tanto, o creemos a Cristo o dudamos de su palabra. Y si le creemos, no tenemos derecho a negar o disminuir la gravedad del destino al que se enfrentan aquellos que rechazan la salvación que gratuitamente Dios les ofrece.