Comunión de los santos, doctrina católica
"Por lo cual, yo también, conocedor de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros y de hacer de vosotros memoria en mis oraciones."
Ef 1,15-16
"Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos."
Ap 8,3-4
Ciertamente nos esperan grandes cosas en el cielo si es que alcanzamos la gracia de perseverar en nuestra fe.
Recordemos lo que decía el apóstol Pablo (Fil 1,23-24). Por una parte, quería morir para estar ya con Cristo. Por otra, quería vivir por causa de los hermanos cristianos que quedaban en este valle de lágrimas. Estoy convencido de que el hecho de que tanto los que están ya en el cielo como los que peregrinamos por la tierra formamos parte del único Cuerpo de Cristo implica necesariamente una comunión de amor tal que no podemos, desde aquí, siquiera vislumbrar. Es decir, si cuando todavía estamos sujetos a las limitaciones de la carne y el pecado somos capaces de amar a los hermanos y apoyarnos unos a otros, ¿cómo no nos amarán y qué no nos apoyarán los hermanos que están ya en la presencia de Dios libres de toda limitación carnal y pecaminosa?. La contemplación de Dios es en ellos fuente de amor hacia nosotros que somos sus hermanos y en verdad podemos y debemos confiar en que su intercesión, fruto de dicho amor, es muy poderosa, pues como dice la Escritura, el amor cubrirá multitud de pecados (1ª Ped 4,8) y la oración de un justo puede mucho (Stg 5,16b).Por eso no tiene lógica alguna la oposición del protestantismo a la doctrina católica y ortodoxa sobre la comunión de los santos. Para muchos de ellos, el reafirmar la comunión de los santos, el amor de la Iglesia celestial a la Iglesia peregrina que se traduce en la intercesión ante el trono del Señor, es ignorar el amor de Dios o menospreciarlo así como negar o menospreciar la mediación de Cristo. Para nosotros es justo lo contrario. La oposición protestante a esa parte tan maravillosa de la doctrina católica y ortodoxa tiene la misma justificación que el oponerse a amar al prójimo y recibir su amor no fuera a ser que eso significara una disminución del amor por Dios y de Dios. Ese supuesto celo por el amor a Dios y de Dios así como por la mediación de Cristo, en realidad sólo sirve para oscurecer algo tan glorioso como es la más perfecta manifestación de unidad entre la Iglesia peregrina y la celestial: el amor entre ambas. No en vano, ambas son un solo Cuerpo, una sola Iglesia. Es imposible que la muerte física rompa la unidad de la Iglesia, una unidad que se manifiesta, entre otras maneras en la oración intercesora de unos por otros.
Tampoco está justificado su temor a que la intercesión de María y los santos sirva para opacar la mediación de Cristo. No se trata de que haya una necesidad de intercesores que viniera a cubrir una supuesta incapacidad de la mediación universal de Cristo, sino de la consecuencia lógica del amor cristiano que es fundamento de la acción intercesora de los hermanos que están en la presencia de Dios en favor de los que peregrinan hacia el cielo. Por supuesto que Cristo es más que suficiente para cubrir todas nuestras necesidades, para atender todas nuestras peticiones pero, ¿no es Él quien como Cabeza del Cuerpo que es su Iglesia desea que nos amemos profundamente los unos a los otros?, ¿acaso no es la oración de intercesión una de las muestras más tangibles del amor entre cristianos, ya sea que estén aquí como que estén en su presencia?. La unidad mística del Cuerpo de Cristo salta las barreras de la muerte física y las limitaciones temporales que en buena lógica no son las mismas en la presencia de Dios que acá en la tierra.
En Latinoamérica hay un éxodo constante de católicos hacia las comunidades eclesiales evangélicas y así se apartan de la comunión con la Iglesia orante del cielo. Es necesario catequizar adecuadamente al pueblo de Dios porque aunque nada más fuera por esta doctrina, cualquier católico tendría motivo más que suficiente para no abandonar la Iglesia Católica, la Iglesia que sí entiende que el amor de Dios y la mediación única de Cristo no están reñidos con el amor a los santos que están en la presencia de Dios y la intercesión, fruto del amor, de ellos en favor nuestro.
La paz de Dios sea con todos, muy especialmente con quienes profesan esta fe católica.
Luis Fernando Pérez Bustamante
8 comentarios
• 990 El término "carne" designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos mortales" (Rm 8, 11) volverán a tener vida.
• También CIC 1015-1017.
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En la resurrección de la carne, hace tiempo leí, no recuerdo si fue San Alfonso María de Ligorio, o el P. Antonio Royo María, o puede que otro, que en la resurrección de la carne, uno resucita con la juventud de Cristo, es decir, que cuando se muere en gracia de Dios, aunque sea con cien añitos de nada, se resucita a semejanza de Cristo, en su juventud.
• «Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.» ( 2 Corintios 5, 17).
"Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone"
Hebreos 12,1; justo después de hablar de los hombres y mujeres de fe del AT
"Vosotros, en cambio, os habéis acercado al Monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación, y a Jesús, mediador de una nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel"
Hebreos 12,22-24
Me gustaría que también otros lo pidieran.
Por no hablar del hecho de que en Hebreos 12 se menciona que nos hemos acercado a los espíritus de los justos hechos perfectos. Es decir, a los santos.
La muerte es incapaz de romper la comunión de la Iglesia. Y tan miembros son de la Iglesia los que han partido hacia Dios como los que estamos todavía aquí.
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