La batasunización de la sociedad española ante el aborto
El Semanario Alba recoge el testimonio de una mujer que abortó voluntariamente a su hijo. Cristina es su nombre y nos explica cómo ocurrió todo:
“No me dieron tiempo para pensármelo“, señaló la madre y recordó que le administraron un fármaco abortivo. “Dos horas más tarde, fue entonces cuando noté que mi bebé empezaba a dar patadas con sus piernecitas y sus bracitos. No fue un segundo, sino un buen rato. Me sentí una asesina, pero yo en el fondo no quería estar ahí; nadie me ayudó“.
Ahora Cristina se arrepiente y lamenta lo ocurrido. Y tiene una depresión bastante severa. Pero el niño está muerto. No puede tener ni depresión ni nada. No le dejaron. La gracia de Dios perdona a Cristina. Si por un casual ella leyera este post, la animo a confiar enteramente en la misericordia divina. No escribo estas líneas para condenarla y de hecho, es de agradecer que haya tenido el valor de dar su testimonio. Quizás pueda salvar la vida de otros niños. El mal que hacemos no tiene remedio pero desde el arrepentimiento sincero podemos hacer mucho bien. San Pablo predicaba la necesidad de las obras dignas de arrepentimiento. Y salir en un medio de comunicación tras haber abortado para señalar con el dedo acusador al crimen del aborto es una buena obra.