El caso del padre Cutié y el amor como excusa para pecar
Desde que ha saltado a la luz el “escándalo” del padre Alberto Cutié en Miami, los acontecimientos no hacen sino darnos la razón a los que hemos pensado que todo esto formaba parte de un plan pre-establecido por ese sacerdote, que acabará con el mismo no sólo fuera del sacerdocio sino de la Iglesia Católica. Que un sacerdote peque contra el sexto no es algo que deba sorprender a nadie. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo. Para eso está el sacramento de la confesión o, llegado el caso, la secularización. Pero que un sacerdote se vaya a la playa de la ciudad donde vive a cometer dicho pecado a los ojos de todo el mundo ya no es normal. Es señal de que quiere que se conozca su pecado. Es señal de que quiere que se monte un escándalo. Y si encima el sacerdote dirige una cadena de radio católica, aparece por televisión cada dos por tres y es conocido por la práctica totalidad de los hispanos de EE.UU y buena parte de los católicos del resto de América, el escándalo alcanza dimensiones descomunales.
Cualquier duda sobre lo que buscaba Alberto Cutié al refocilarse con una mujer, masajista de profesión, en la playa de Miami se ha despejado tras leer sus declaraciones posteriores al evento. Vestido con su sotana negra y mostrándose feliz mientras habla de su novia, el famoso sacerdote católico dijo el viernes en una entrevista a Univisión que está “enamorado” de la mujer con la que fue descubierto besándose en la playa de Miami Beach. Afirmó que no se arrepiente de haber roto por amor a una mujer la regla del celibato que “impone” la Iglesia a los curas. “Nunca voy a pedir perdón por amar a una mujer”, concluyó.