Alabanza al matrimonio homosexual versus línea editorial en la Cope
La Cadena Cope ha fichado para esta nueva temporada a Carlos Herrera, uno de los “grandes” de la radio en España. De esa manera se pone en situación de combatir por el liderazgo de audiencia. Hasta ahí todo normal.
Hace tiempo que no escucho radio generalista -me harté de las tertulias políticas-, pero por pura casualidad hoy sintonicé la Cope justo en el momento en que el señor Herrera entrevistaba a Javier Maroto, que fue alcalde del PP en Vitoria hasta las pasadas elecciones. Estos días se ha anunciado la “boda” civil del señor Maroto con otro señor, que es su pareja desde hace casi veinte años. Existe cierta polémica sobre la posibilidad de que Mariano Rajoy, presidente del gobierno y del PP, acuda al enlace.
Entrevistador y entrevistado se mostraban la mar de felices con la boda. Maroto explicó cómo su partido, a pesar de que recurrió la ley del matrimonio homosexual -por llamarlo así, no por sus efectos civiles-, luego ha aceptado de mil amores la sentencia y asume dicha ley a pesar de tener mayoría para cambiarla. Y entonces ha dicho algo que no deja de ser cierto: vamos a una situación en la que el “matrimonio” homosexual es visto con normalidad y llegaremos a un punto en que no serán noticias “bodas” como la suya.
Luego ha habido una conversación entre Carlos Herrera y los tertulianos. La postura ha sido unánime. Aunque se pudo discutir en su día sobre si era conveniente llamar matrimonio a las uniones homosexuales, “nadie” ponía en duda que debían tener un reconocimiento civil comparable al matrimonio. Y un tertuliano ha asegurado que solo unos pocos “rigoristas” (término que está alcanzando cierto éxito), se oponen a tal cosa y que la sociedad asume la realidad con absoluta naturalidad. Es decir, los católicos que decimos no a todo eso, somos poco menos que unos parias, un ghetto antisocial.
Por supuesto, ni una sola voz salió a explicar en esos momentos, en la cadena de los obispos, cuál es la doctrina de la Iglesia sobre esta materia. Y, a menos que alguien haya abrogado esa doctrina, cosa de la cual no nos hemos enterado, resulta que sigue vigente lo indicado por el documento “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones homosexuales”, de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El texto, del año 2003 acaba así:
La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.
Como ustedes ven, no es que la Iglesia no acepte el “matrimonio” homosexual. Es que ni siquiera acepta la legalización, sea cual sea, de las uniones homosexuales. Por no hablar de las declaraciones del papa Francisco cuando era cardenal y arzobispo de Buenos Aires, cuando llamó “movida del padre de la mentira” (Satanás) al “matrimonio” homosexual.