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11.10.14

El ejemplo de Santa Mónica debería aparecer en el Sínodo

Hemos sabido que en el Sínodo han participado varios matrimonios. El testimonio de algunos ha sido impresionante. No hablaré de todos. Pero sí quiero señalar el caso de una pareja australiana. Leemos lo siguiente:

«Unos amigos nuestros estaban planeando su reunión familiar para Navidad, cuando su hijo gay les dijo que quería invitar a su compañero. Ellos creían profundamente en las enseñanzas de la Iglesia y sabían que a sus nietos les habría gustado ver que acogían a su hijo y a su compañero en la familia. Su respuesta podría ser resumida en tres palabras: “Es nuestro hijo”»

¡Qué bonito!, ¿verdad?

Bien, hace diecisiete siglos nació en Tagaste (en la actual Argelia) una niña a la que sus padres pusieron por nombre Mónica. Aunque siendo joven tenía intención de retirarse a una vida de oración, la esposaron con un señor que se llamaba Patricio, que no fue precisamente un dechado de sensibilidad y espiritualidad cristiano. Del matrimonio nacieron tres retoños. El mayor se llamaba Agustín. 

Cito de AciPrensa:

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó el propósito de hacerlo. Finalmente, se hizo socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.

La cosa no quedó así:

Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía :"tu hijo volverá contigo ” y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: “En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437.

Eso ocurrió 9 años antes de la conversión del joven:

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10.10.14

El derecho de los fieles a saber lo que dicen sus pastores

Con la tranquilidad de saber que el Cardenal Prefecto de la Congegación para la Doctrina de la Fe, S.E.R.  Gerhard Müller, ha dicho lo que muchos pensamos, a saber, que los fieles tienen derecho a saber lo que cada obispo dice en el sínodo que se está celebrando en Roma, se pueden analizar los argumentos dados por quienes quieren nos están robando ese derecho:

1- El Papa pidió a todos los participantes que hablaran libremente, para así poder debatir sobre cualquier tema. 

2- La confidencialidad de las intervenciones sirve para que los obispos hablen más libremente.

Bien, con eso lo que se consigue es trasladar a los fieles -no digamos nada al resto del mundo- la idea de que hay obispos que tienen miedo a decir algo ante toda la Iglesia. Y que quitándoles ese miedo, pueden decir lo que les venga en gana.

Cabe preguntarse si el miedo no está tanto en los obispos que quieren hablar libremente, como en aquellos que no quieren que todo el mundo sepa lo que todos los prelados, y no solo unos cuantos elegidos ad hoc para algún propósito, dicen. Y ya de paso, cabe preguntarse dónde queda el concepto cristiano de la libertad, que emana necesariamente de la verdad.

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9.10.14

Lo que tiene este "tiempo" que no tuvieron otros tiempos

Llevamos décadas, no solo ahora con motivo del Sínodo, oyendo la cantinela de que la Iglesia tiene que adaptar su mensaje a las circunstancias de nuestro tiempo. La idea es la siguiente: “la doctrina no la cambiamos pero sí hemos de cambiar la pastoral". Eso, con suerte, pues no son pocos los que creen que la doctrina no deja de ser una cuestión menor que puede ser modificada o supeditada a cualquier cosa con tal de que tenga la apariencia -solo apariencia- de caridad, acogida, misericordia, etc.

Para ser sinceros, la necesida de adaptarse al auditorio que se tiene enfrente no es nueva. San Pablo ya dijo que él se hacía judío para los judíos y gentil para los gentiles. Su predicación ante los atenienses era en el fondo esencialmente la misma que en una sinagoga, pero obviamente las formas eran muy diferentes. Y no fue la misma la predicación de San Pedro ante los judíos que estaban en Jesusalén que la de Pablo en Éfeso, donde se convirtió en objetivo de los que fabricaban ídolos.

De lo que no hay duda alguna es que tanto en el siglo I como en el XXI, el ser humano caído sigue siendo esencialmente igual. Peca en las mismas cosas, está tan de lejos de Dios como antes, precisa de la gracia de Dios para ser redimido. La idea de que el hombre de nuestra era está más capacitado para reconocer el mal y obrar el bien es simple y llanamente pelagiana, la diga quien la diga.

Si hay algo que ha cambiado, y mucho, respecto al siglo I, al menos en lo que se conoce como civilización Occidental, es que ahora vivimos en una sociedad apóstata. No se trata de que nunca haya oído el evangelio, sino que se ha apartado del mismo. No son paganos a los que llega por primera vez el mensaje de Cristo. Es una sociedad que hace medio siglo era cristiana, con todas las imperfecciones que se quieran, y hoy es mayormente pagana, tanto en la forma de pensar como en la de actuar. Sí, sigue habiendo un porcentaje de cristianos importante, pero incluso muchos de ellos se dejan llevar en no pocas veces por la avalancha de pecado que les rodea. Ahí tienen ustedes la encuestra sobre los hombres “cristianos” de EE.UU.

De Occidente se puede decir perfectamente aquello que San Pedro decía de los cristianos que se entregaban de nuevo en manos del pecado:

Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.  Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2 Ped 2,20-22)

Como ven ustedes, es bastante peor haber sido cristiano y luego caer en la letrina de la condenación, que no haber sido cristiano nunca. Es más, esta sociedad tiene la patética y necia pretensión de ser más “humana” que las de épocas precedentes. Lo cual es peligrosísimo porque se parece mucho a aquello que Cristo dijo a ciertos fariseos:

Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora decís: Vemos, y vuestro pecado permanece. (Jn 9,41)

Hay más pecado en el Occidente que aborta a sus hijos que en los indígenas de cualquier tiempo que hacían sacrificios humanos. 

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8.10.14

No basta con decir que el aborto es malo

Estos días hemos asistido a una catarata de reacciones tras la retirada de la reforma de la ley del aborto por parte del gobierno del Partido Popular. Obispos, líderes de movimientos cívicos, articulistas, tertulianos, algunos políticos -pocos-, etc, han criticado con mayor o menor energía tal decisión por parte del Partido Popular.

Ahora bien, hay algunos que se conforman con decir tres obviedades:

1- El aborto es malo. Consiste en matar a un ser humano no nacido. Bien, señores, puede que sea conveniente recordar tal cosa cada vez que hablamos del tema, pero eso ya lo sabemos. La cuestión, por tanto, no consiste en decir solo que quitar la vida al no nacido es malo, sino en qué se ha de hacer para evitarlo, para proteger al nasciturus.

2- Hay que acompañar a la mujer que está embarazada y tiene problemas. Eso, estimados amigos, es puro evangelio. No puede ser que la solución a las pocas o muchas mujeres que abortan por sufrir precariedad económica sea matar al hijo que viene en camino. Idem con aquellas que sufren la presión de un entorno familiar o de amistades que la empujan a deshacerse de la vida que crece en su seno. Si el evangelio nos pide dar de comer al hambriento y de beber al sediento, entendemos que tal hecho es especialmente necesario cuando lo que está en juego es la vida de una madre y su hjo.

3- Los partidos políticos deben cumplir sus compromisos electorales una vez en el gobierno. Eso es lo que no ha hecho el PP en materia de legislación abortista. Pero, en serio, ¿a alguien le sorprende que un partido político prometa una cosa y haga la contraria?, ¿alguno ignora que la política de este gobierno tampoco es conforme al programa electoral que llevaba el PP para las últimas elecciones generales en otros asuntos?

En noviembre se ha convocado una gran manifestación en Madrid a favor de la vida. Los convocantes plantean ”la petición de derogación de la vigente ley del aborto” y advierten “al PP de la trascendencia que tendría el voto de los electores en las próximas elecciones“.

Parece claro que Mariano Rajoy no va a impulsar la reforma que había planteado Ruiz Gallardón. Una reforma, no se nos vaya a olvidar, que dejaba las cosa igual o peor -dos semanas más de gestación para abortar por el coladero de problemas psicológicos- a como estaban en la ley abortista de 1985, bajo la que se llegaron a cien mil abortos anuales. Me reconocerán ustedes que es como poco discutible defender la idea de que una reforma así es un paso grandioso en la defensa de la vida humana no nacida, pero ese debate ya no tiene sentido.

No digo que me parezca mal advertir al PP de que la retirada de la reforma puede tener repercusiones electorales, pero la defensa de la vida va más allá del voto a un partido que, en su primera etapa de gobierno, no solo no movió un dedo para combatir la cultura de la muerte, sino que dio un paso más a favor de la misma aprobando la primera píldora abortiva en España. Una píldora que produce abortos independientemente de la situación económica y existencial de la madre.

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6.10.14

Entera libertad para defender a la grey

Ahora que ha empezado un Sínodo en el que todos están invitados a decir lo que les parezca oportuno, incluso sobre temas que están sellados bajo la autoridad dogmática de la Iglesia, a la cual están sujetos todos los fieles, es oportuno traer a la luz textos de siervos de Dios, beatos y santos que pueden arrojar luz sobre la necesidad de, como pide la Escritura, “combatir por la fe entregada que, una vez para siempre, ha sido dada a los santos” (Jud 3)

Providencialmente, el texto patrístico del Oficio de Lecturas de la Liturgia de las horas de ayer domingo, y que sin duda leyeron todos los participantes en el Sínodo, incluía el siguiente texto de San Gregorio Magno (negritas mías):

De la Regla pastoral de san Gregorio Magno, papa
(Libro 2, 4: PL 77, 30-31)

El pastor debe saber guardar silención con discrección y hablar cuando es útil

El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber sido adoctrinados. Porque con frecuencia acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo.

Por eso el Señor reprende a estos prelados, llamándoles, por boca del profeta: Perros mudos, incapaces de ladrar. Y también dice de ellos en otro lugar: No acudieron a la brecha ni levantaron cerco en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, en el día del Señor. Acudir a la brecha significa aquí oponerse a los grandes de este mundo, hablando con entera libertad para defender a la grey; y resistir en la batalla en el día del Señor es lo mismo que luchar por amor a la justicia contra los malos que acechan.

¿Y qué otra cosa significa no atreverse el pastor a predicar la verdad, sino huir, volviendo la espalda, cuando se presenta el enemigo? Porque si el pastor sale en defensa de la grey es como si en realidad levantara cerco en torno a la casa de Israel. Por eso, en otro lugar, se dice al pueblo delincuente: Tus profetas te predicaron cosas falsas y vanas, y no revelaron tu culpa para invitarte a penitencia. Pues hay que tener presente que en la Escritura se da algunas veces el nombre de profeta a aquellos que, al recordar al pueblo cuán caducas son las cosas presentes, le anuncian ya las realidades futuras. Aquellos, en cambio, a quienes la palabra de Dios acusa de predicar cosas falsas y vanas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a los culpables con falsas seguridades y, en lugar de manifestarles sus culpas, enmudecen ante ellos.

Porque la reprensión es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso san Pablo dice que el obispo debe ser capaz de exhortar y animar con sana instrucción y rebatir a los contradictores. Y, de manera semejante, afirma Malaquías: De la boca del sacerdote se espera instrucción, en sus labios se busca enseñanza, porque es mensajero del Señor. Y también dice el Señor por boca de Isaías: Grita a voz en cuello, sin cejar, alza la voz como una trompeta.

Quienquiera pues que se llega al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo? Por esta razón el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido.

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