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25.07.17

Llevamos este tesoro en vasos de barro

Primera lectura del martes de la decimosexta semana del Tiempo Ordinario:

Hermanos: nosotros llevamos este tesoro en vasos de barro, para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios y que no proviene de nosotros: en todo atribulados, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados, llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Porque nosotros, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que en nosotros actúe la muerte, y en vosotros la vida.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe -según lo que está escrito: “Creí, por eso hablé"-, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará con Jesús y nos pondrá a su lado con vosotros.
Porque todo es para vuestro bien, a fin de que la gracia, multiplicada a través de muchos, haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios.
2ª Cor 4,7.15

Si el apóstol San Pablo se considera a sí mismo un simple vaso de barro, de forma que toda su obra apostólica es fruto del poder de Dios obrando en él, ¿qué no diremos de nosotros y de cualquier cosa que hagamos para gloria del Señor?

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23.07.17

Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre

Evangelio del decimosexto domingo del Tiempo Ordinario:

Jesús propuso otra parábola: -El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña.
Los siervos del amo de la casa fueron a decirle: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?»
Él les dijo: «Algún enemigo lo habrá hecho». Le respondieron los siervos: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?»
Pero él les respondió: «No, no vaya a ser que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega les diré a los segadores: “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero"».
Les propuso otra parábola: -El Reino de los Cielos es como un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; es, sin duda, la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a hacerse como un árbol, hasta el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas.
Les dijo otra parábola: -El Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.
Todas estas cosas habló Jesús a las multitudes con parábolas y no les solía hablar nada sin parábolas,
para que se cumpliese lo dicho por medio del Profeta: “Abriré mi boca con parábolas, proclamaré las cosas que estaban ocultas desde la creación” del mundo.
Entonces, después de despedir a las multitudes, entró en la casa. Y se acercaron sus discípulos y le dijeron: -Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Él les respondió: -El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles.
Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga.
Mat 13,24-43

Es peculiar que en nuestro tiempo sea común interpretar la parábola del sembrador sin tener muy en cuenta la explicación que el propio Señor dio.

Por ejemplo, muchos dan por hecho que el trigo y la cizaña han de crecer en la Iglesia y por tanto no tiene demasiado sentido intentar separarlos, pues ya lo hará el Señor el día del Juicio. Pero Cristo dice que donde se siembra la buena semilla es en el mundo, no en la Iglesia. De hecho, las semillas son los hijos de Dios. Y la mala semilla son los que viven bajo el dominio del Maligno.

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10.07.17

Se reían de Él

Evangelio del lunes de la decimocuarta semana del Tiempo Ordinario:

Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Mat 9,18-26

El Señor no se cansaba de hacer bien. Tan pronto obraba milagros ante la petición de palabra de quien se lo solicitaba como los obraba en aquellos que preferían guardar su fe en secreto. 

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5.07.17

El gran bien que hay en el reino del cielo

Del Oficio de lecturas del miércoles de la decimotercera semana del Tiempo Ordinario:

¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a una persona grave no lleva pensado cómo pedirla, para contentarle y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío, concluir con una palabra y decir: «Dadnos, Padre, lo que nos conviene»? Pues a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más.

¡Oh Sabiduría eterna! Para entre vos y vuestro Padre esto bastaba, que así lo pedisteis en el huerto: mostrasteis vuestra voluntad y temor, mas os dejasteis en la suya. Mas a nosotros nos conocéis, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais vos a la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos en mirar si nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos (con este libre albedrío que tenemos), no admitiremos lo que el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.

Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en que pedimos que venga en nosotros un tal reino:

Santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino.

Ahora mirad, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su majestad que no podíamos santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar este nombre santo del Padre eterno, conforme a lo poquito que podemos nosotros (de manera que se hiciese como es razón), si no nos proveía su majestad con darnos acá su reino, por ello lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro. Porque entendamos esto que pedimos, y lo que nos importa importunar por ello, y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo. El gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor, y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser; mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos.
Del libro de santa Teresa de Ávila sobre el Camino de perfección. (Cap. 30, 1-5)

¿Cuántas veces no hemos quedado desilusionados e incluso trastornados porque hemos pedido algo a Dios y no nos lo ha concedido? Y no hablo de meros caprichos, o de ruegos para satisfacer pasiones mundanas -como advierte Santiago 4,3- sino de peticiones más o menos bien fundamentadas.

No debemos caer en el error de creer que el Señor no nos ama o no nos cuida. Al contrario, Él siempre nos dará o dejará de dar conforme a lo que más convenga. Como dice San Pablo: “Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio” (Rom 8,28).

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21.06.17

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean

Evangelio del miércoles de la undécima semana del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a sus discípulos: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Por lo tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de que los alaben los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede en lo oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Mt 6,1-6;16-18

El cristianismo no consiste en gestos de cara a la galería sino en vivir en la gracia que opera por la caridad, de forma que hasta el mayor de los méritos que podamos tener debe ser para dar gloria a Dios y no para recibir el aplauso del mundo.

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