Benedicto XVI, un papa querido y respetado
Por si alguien albergaba alguna duda sobre el estado del Santo Padre, ayer se despachó con la siguiente afirmación: “cómo veis, a causa de mi infortunio estoy un poco limitado, pero la presencia de mi corazón es plena“. Como dice el refrán, a la vejez viruelas. Benedicto XVI puede estar con una mano escayolada pero ya quisieran muchos jóvenes tener su presencia de ánimo y sus ganas de trabajar. El percance ocurrido la semana pasada puede servir para que el Papa entienda que quizás le conviene tener un asistente personal que se encargue de su cuidado de una forma más “personal", valga la redundancia. Aunque nadie está libre de caerse en el baño, está claro que a partir de determinada edad es más fácil acabar con la crisma partida entre azulejos, bañeras y sanitarios. Y aunque cualquier caída, incluso la más tonta, puede terminar con una o varias fractura, los ancianos son candidatos seguros a las mismas cuando dan con sus huesos en el suelo. Así que bien haría el Papa en tener a alguien muy cerca cada vez que deba asearse a conciencia.
Como todo el mundo sabe, a Benedicto XVI le encanta escribir y tocar el piano. Con la mano derecha escayolada no podrá hacer ni una cosa ni otra, lo que espero que no le impida acabar su segundo libro sobre Jesús de Nazaret, que era uno de sus objetivos para estas vacaciones. Aunque no es igual escribir que dictar, nuestro Papa es maestro en ambas cosas así que la muñeca rota no debería de impedirle llevar a cabo su deseo.
Por la Escritura “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom 8,28). El Papa ha podido constatar el cariño que le tiene prácticamente todo el mundo, pues han sido multitud los mensajes que le han llegado de todo el orbe manifestando aprecio a su persona y deseos de su pronta recuperación. Que él no tiene el carisma personal de su antecesor, Juan Pablo II, parece claro. Pero su “timidez afable” y, sobre todo, su capacidad de compartir su sabiduría con los demás, de forma que no hace falta ser un erudito para entenderle, le convierten en un Papa amado por sus fieles y respetado por quienes no lo son. Quiera Dios mantenerle entre nosotros por muchos años.
Luis Fernando Pérez Bustamante
15 comentarios
En cuanto a la caída sufrida por el Santo Padre, el diario "La Rapubblica" publicó el sábado lo siguiente:
"No es la primera vez que el actual pontifice sufre un incidente similar a aquel que le ha pasado ayer en Les Combes. En el pasado Joseph Ratzinger —siendo cardenal o Papa— se ha caido por lo menos otras dos veces y siempre durante las vaciones en la montaña. No son hechos casuales, debidos a momentaneos descuidos. Las caidas habrían sido causadas por repentinos mareos porque Benedicto XVI —confía una fuente vaticana muy cercana al Pontifice— sufre de hipertensión. Un desorden que en los últimos tiempos se ha acentuado más, provocandole problemas de equilibrio cuando se encuentra en lugares de altimetría más bien elevada. Pero al otro lado del Tíber hasta ahora ninguno lo ha admitido oficialmente".
Si esto es verdad, ¿por qué el Papa sigue veraneando en lugares de altimetría elevada?
En el trato humano, el problema que tiene es que después del papa tan mediático que tuvo antes, JPII, su imagen de frío se acrecienta.
Seguimos mal, muy mal.
Bueno, esto según gustos. Sí que es cierto que es un tópico afirmar eso, pero no lo creo tan cierto. Para mí tiene más carisma el Papa reinante, pues entiendo que el carisma no se mide por la cantidad de viajes que haga, las sonrisas que haga, lo mucho que juegue con los niños o lo atlético que sea. Y que nadie se equivoque: no se trata ni mucho menos una crítica negativa a nuestro querido JPII y sus muchas virtudes, sino simplemente constatar que, por lo menos a este servidor, me atrae más un Papa intelectual, profundo y liturgista.
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