Armas de destrucción masiva en España
Pues sí señores. En España hay armas de destrucción masivas almacenadas en cuarteles de infamia. Y un ejército de soldados sin escrúpulos que las han usado para ejecutar ni más ni menos que a casi un millón de inocentes en los últimos diez años. Me refiero, como no podría ser de otra forma, al material quirúrgico que usan los mercenarios vestidos de blanco en las clínicas abortivas. No ha habido nada más mortífero en este país en toda su historia. Cada año, alrededor de cien mil vidas son aniquiladas sin poder llegar a ver la luz del sol. Su delito: existir. Su destino: el cubo de basura de los hospitales y clínicas, donde sus asesinos llenan sus cuentas corrientes aniquilándoles.
Pero con todo, creo que el mayor arma de destrucción masiva es, a día de hoy, la falta de auténtica conciencia social ante la gravedad de este holocausto continuo. De la misma manera que Hitler no podría haber llevado a cabo tan fácilmente el holocausto contra los judíos, gitanos y otros "marginados", sin el caldo de cultivo de una sociedad alemana acomodada y cómplice, el aborto en España no llegaría a las cotas que está alcanzando si en la sociedad española hubiera una auténtica corriente de rechazo social, de señalamiento con el dedo a esos mercenarios enriquecidos con la sangre de inocentes.
Desgraciadamente, ni siquiera está claro que el pueblo católico español sea consciente de lo que tenemos entre manos. Por mucho que los obispos saquen documentos y exhorten contra la cultura de la muerte, si los fieles no hacemos proselitismo continuo a favor de la vida, nada cambiará a mejor y sí a peor. Y es gravísima la responsabilidad que tenemos pues se supone que somos nosotros la sal de esta tierra, la luz del mundo. Si ni siquiera iluminamos con nuestro compromiso personal las tinieblas que, cual agujero negro, emanan de los campos de exterminio que existen en nuestras propias ciudades, es cuestión de tiempo el que seamos engullidos por la vorágine asesina de la ideología totalitaria laicista-izquierdista, que encuentra apoyos en no pocos políticos de derechas.
Porque, señores, ¿de qué nos vale una España unida y económicamente próspera, si en la misma acaban en la basura uno de cada siete embarazos? ¿de qué nos vale derrotar a Eta, si en una semana mueren a manos de los terroristas de bata blanca tantos inocentes como en toda la historia de la banda asesina? ¿de qué nos vale luchar contra un Estado que quiere formar las conciencias de nuestros hijos en valores de dudosa moralidad, si luego somos incapaces de educarlos en el rechazo a esa cultura de la muerte, y en la defensa de la dignidad de la vida humana desde su concepción hasta su muerte?
Este domingo, 25 de marzo, celebramos el Día de la vida. No puede ser un día más, tras el cual pasemos página al terrible drama del aborto y el empuje en favor de la eutanasia. Es necesario que desde los púlpitos se haga un llamamiento a los fieles para que sean agentes activos a favor de la vida. Pero aunque no hubiera un solo púlpito dedicado a tal loable labor, tenemos la obligación como cristianos de convertirnos en soldados en defensa del no nacido. No puede ser que estemos esperando a que un cura o un obispo nos diga "adelante" para actuar. Escribamos y hagamos oir nuestra voz en los medios, hablemos con amigos y familiares para formar rectamente sus conciencias sobre este drama. Colaboremos con aquellos organismos que ya tienen experiencia en la tarea de defender la vida. Obliguemos a las autoridades a no lanzar campañas en favor de la promiscuidad sexual, madre de la mayor parte de los embarazos no deseados. Eduquemos a nuestros propios hijos en estos valores para que ellos puedan ser levadura y germen de una sociedad futura más más humana, más respetuosa con la vida, menos salvaje.
Nos va la vida de millones en ello,
Luis Fernando Pérez Bustamante
10 comentarios
Tampoco entiendo porqué se da tanta guerra contra la política terrorista del gobierno y se insite tan poco sobre el aborto. Se insiste, pero en proporcion de horas de radio de la COPE, es de 1 a 10, pero hay más víctimas del aborto. Es cómo si no existieran, porque como no se les oye el grito.
También pienso que Dios nos pedirá cuentas de todo lo que no hicimos por parar la masacre de los inocentes moderna.
Ojo, que por supuesto que hay que protestar contra lo que está haciendo el gobierno. Es la proporción, que me llama la atención.
No quiero quitar gravedad ante este enorme pecado de nuestro tiempo.
Pero quisiera añadir otra arma de destrucción masiva muy extendida: el régimen de zapatero, con pretensión de aniquilación de la oposición, y modelado de las conciencias de los futuros ciudadanos. O sea, una dictadura. ¿Qué futuro nos espera bajo este régimen?
El aborto es la mayor vergüenza de Occidente. Más vergonzoso que otros holocaustos infinitamente más publicitados; más que el Gulag, más que los delirios asiático-marxistas de los khemeres rojos. Y no lo perpetra sino la democracia, ese barullo de medias verdades retorcidas que campea el orbe bajo el estandarte de la ejemplaridad universal.
El aborto, vil asesinato que, sobre la inocencia de las víctimas añade su indefensión, para que no carezca de ninguna repugnancia de entre las posibles.
Tengo para mí no se trata sino de un ritual de sacrificio tras el que se adivinan las carcajadas cósmicas de un Satán complacido en la orgía de sangre inocente de aquellos por quienes Cristo mostró la cierta preferencia de Su amor.
Dios nos lo demandará. A todos.
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