Ante el cierre de la parroquia de Entrevías
A mediados del pasado mes de enero escribí un artículo en este blog, acerca de la situación de la parroquia de San Carlos Borromeo, en el madrileño y vallecano barrio de Entrevías. La cosa ya venía de largo pues años atrás había podido leer que Enrique de Castro, uno de los curas responsables de aquello, reconocía cosas tan peculiares como que en su parroquia celebraban misas cristiano-musulmanas. Llegó a decir lo siguiente en una entrevista:
"En mi parroquia celebramos los domingos una misa cristiano-musulmana todos juntos. Rezan en su idioma; ellos leen el Corán, nosotros el Evangelio."
No sólo eso. Por lo que se ve el marasmo doctrinal y litúrgico era tremendo. En el obispado de Madrid dicen que han llegado a comulgar con rosquillas o con turrón, lo cual no es comulgar porque obviamente ahí no hay consagración alguna. Ante semejante panorama el cardenal arzobispo de la diócesis ha demostrado una paciencia que deja pequeña la del mismísimo Job. Y de hecho lo que hoy cabe preguntarse no es porqué ha intervenido drásticamente, sino más bien porqué no lo ha hecho antes. Con todo, él es el pastor de esa diócesis y sabe mejor que yo y que nadie las razones de su actuación.
Cualquier persona sensata entenderá que un obispo católico no puede consentir que una de sus parroquias ocurra lo que lleva ocurriendo desde hace tanto tiempo en Entrevías. Pero como este país no es un país donde la sensatez abunde en determinados sectores de la opinión pública y de la eclesial, cabe esperar que tenga lugar un escándalo mediático de proporciones considerables. Los curas de la parroquia, que va a ser convertida en centro asistencial de Cáritas, ya han dicho que la misma no es de ellos sino de la gente (o sea, "su gente"), y que no se van a ir. O sea, como era previsible, no van a colaborar lo más mínimo. No aceptan el ofrecimiento de quedarse trabajando en ese futuro centro de Cáritas. Y aunque no conviene adelantar acontecimientos, me temo que eso acabará situando al cardenal ante la tesitura de tener que suspenderles a divinis o algo parecido. De hecho, yo me pregunto si Cáritas se merece tener entre sus trabajadores a quienes obviamente no valen para ser sacerdotes. La absolutamente necesaria atención social a pobres, inmigrantes y marginados no puede ser realizada a expensas de la fe de la Iglesia, pues de lo contario Cáritas sería poco más que una ONG no eclesial.
Por mucho que manifieste mi total acuerdo con lo que Monseñor Rouco Varela ha hecho, no es esta una noticia de la que pueda alegrarme. Es muy triste ver la desaparición de una parroquia debido a la heterodoxia de sus sacerdotes. Pienso en cómo será la condición espiritual de los fieles que durante tantos años han sido mal atendidos litúrgica, espiritual y sacramentalmente. A pesar de que es exactamente lo contrario, muchos de ellos verán todo esto como una agresión. Pero la verdadera agresión es la que han sufrido durante años a manos de unos sacerdotes que no son fieles a la Iglesia, que han convertido esa parroquia en una especie de barricada revolucionaria al servicio de una mentalidad tan extremadamente izquierdista, que hace que Frutos y Llamazares, a su lado, sean burgueses capitalistas.
Luis Fernando Pérez Bustamante