Alberto Cutié se va a la "iglesia" de Gene Robinson
Si no fuera porque parece obvio que el “padre” Alberto Cutié está jugando con la salvación de su alma, y eso no tiene ninguna gracia, casi podríamos decir que nos ha hecho un favor a todos abandonando la Iglesia Católica para unirse a la iglesia episcopal, versión estadounidense de la comunión anglicana. Siendo que no tenía intención alguna de abandonar su relación adúltera con una divorciada, estaba claro que además de no poder seguir ejerciendo como sacerdote, tampoco podía casarse por la Iglesia aunque el Papa le hubiera concedido la dispensa. Y claro, ¿qué mejor opción para un personaje así que unirse a la comunión eclesial que nació en la cama de un rey adúltero y que recientemente ordenó como “obispo” a un señor, llamado Gene Robinson, que abandonó a su mujer para amancebarse con un maromo?
No diré aquello de “Dios los cría y ellos se juntan” porque Dios tiene muy poco que ver con este espectáculo. Si acaso, Él es quien más lamenta lo que ha ocurrido. El drama no es que Alberto Cutié pecara. Todos lo hacemos. Pero no todos nos cambiamos de iglesia para abundar en dicho pecado. Por más que el mismísimo Rowan Williams, primado anglicano, recibiera a Cutié con los brazos abiertos, este ex-sacerdote católico no dejará de ser un adúltero que piensa casarse con una adúltera. Y si ese “matrimonio” es “bendecido” por el obispo episcopaliano de Miami, la ceremonia será una pantomima blasfema en la que se querrá presentar a Dios como testigo de un adulterio.
Según dice al arzobispo de Miami, monseñor Favalora, lo sucedido afectará al diálogo ecuménico entre católicos y episcopalianos. Dice que “la Archidiócesis de Miami nunca ha hecho alarde público cuando, por razones doctrinales, los sacerdotes episcopales se han unido a la Iglesia Católica y buscan ser ordenados. De hecho, hacerlo violaría los principios de la Iglesia Católica sobre las relaciones ecuménicas. Lamento que el obispo Frade no me concediera, ni a la comunidad católica, la misma cortesía y respeto“. Pues ¿qué quieren ustedes que les diga? ¿que lo siento? Pues no, no lo siento. No entiendo a qué viene el que nuestra Iglesia tenga diálogos ecuménicos con unos señores que se pasan la moral cristiana en materia sexual por el forro. No sé por qué no se ha roto con aquellos que casan y ordenan a homosexuales que presumen de serlo. No sé por qué la Iglesia no tiene que anunciar con gozo y alegría cada uno de los casos en los que un episcopaliano abandona ese antro de pecado en que se ha convertido la Comunión anglicana para unirse a la Esposa de Cristo. Digo lo de antro de pecado no porque sea la única en la que lo hay -los católicos bien lo sabemos- sino porque “bendicen” al pecado. No entiendo por qué nuestra Madre y Maestra, dado que difícilmente se puede dar la ignorancia invencible entre los episcopalianos, se pone de perfil a la hora de buscar su conversión a la fe católica, siendo que todavía creemos -¿o ya no?- que nuestra Iglesia es “necesaria para la salvación” (Lumen Gentium, 14), “sacramento universal de salvación” (LG, 48) y que no podrán salvarse quienes “sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella” (LG,14).
No se entienda el párrafo anterior como una crítica a monseñor Favalora, que al fin y al cabo no hace sino seguir el patrón pastoral marcado por la Iglesia en todo el mundo en relación a los miles de pastores y presbíteros protestantes que -en todo el mundo, pero muy especialmente en EEUU- se han convertido en las últimas décadas al catolicismo. De hecho, la carta del arzobispo de Miami es un ejemplo perfecto del buen pastor que se preocupa por sus ovejas y lamenta que una de ellas se haya descarriado del todo. Los católicos de Miami saben que en su arzobispo tienen a un buen padre espiritual. No cabe decir otra cosa de aquel que les ha dicho que “el Padre Cutié habrá abandonado la Iglesia Católica, les habrá abandonado a ustedes, pero yo les reitero que la Iglesia Católica jamás les abandonará. La Archidiócesis de Miami está aquí para ustedes“.
Luis Fernando Pérez Bustamante