Acción Moisés, por César Vidal Manzanares.
Reproduzco dos artículos de César Vidal Manzanares en los que relata un hecho que aconteció en el seno de la Iglesia española a mediados de los años 60. Fueron publicados hace 3 ó 4 años en la Revista Ideas de Libertad Digital.
¿Quién dirigió la "Acción Moisés"?
Por César Vidal Manzanares
Supuestamente se trataba de un hecho espontáneo cuya finalidad era lograr que se produjera una ruptura de la jerarquía con el régimen de Franco.
A mediados de 1966, la iglesia católica en España fue objeto de un episodio extraordinariamente singular denominado "Acción Moisés". La realidad era compleja y llevaba a plantearse una cuestión esencial: ¿quién dirigió la "Acción Moisés"?
El 29 de junio de 1966 la Conferencia episcopal española difundió la primera de una serie de declaraciones -una instrucción de su comisión permanente acerca de la Iglesia y el orden temporal a la luz del Concilio- cuya finalidad era poner de manifiesto a los fieles las implicaciones del concilio Vaticano II. A la sazón, el episcopado español comenzaba a ver cuarteada su línea unánime de las décadas anteriores pero de manera aún poco perceptible. Según el que luego sería cardenal Tarancón, los posteriormente denominados obispos progresistas -más bien antifranquistas e identificados con la política antifranquista de Pablo VI y de la nunciatura- andaban por la docena pero carecían de una articulación y una dirección claras.
La aplastante mayoría, bajo la inspiración de Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, se sentía vinculada a un régimen que, a decir verdad, los había salvado del exterminio en 1936. El documento era muy interesante en la medida en que manifestaba la disposición de la iglesia católica a renunciar a algunos privilegios y alababa a las naciones en las que se daba la elección de los representantes políticos en plena libertad, pero a la vez no deslegitimaba ni criticaba a un régimen que había demostrado ser extraordinariamente generoso con el catolicismo. De hecho, siguiendo el ejemplo de Juan XXIII, el texto reconocía la legitimidad de los sindicatos verticales y, sobre todo, evitaba condenar el sistema institucional franquista afirmando: "La Iglesia tendría que dar su juicio moral sobre las instituciones político-sociales sólo en el caso de que, por la índole misma de su estructura o por el modo general de su actuación, lo exigiesen manifiestamente los derechos fundamentales de la persona y de la familia o la salvación de las almas, es decir la necesidad de salvaguardar y de promover los bienes del orden sobrenatural. No creemos que éste sea el caso de España".
En otras palabras, el documento afirmaba el derecho de la iglesia católica para enjuiciar los sistemas políticos e incluso denunciarlos si violaban determinados principios morales; dejaba entrever su postura favorable a un cambio político hacia un sistema más participativo y afirmaba que no existían razones para censurar el régimen existente a la sazón. Esta actitud se vería refrendada cuando poco después los obispos recomendaran un voto favorable en el referéndum de la Ley orgánica que, a fin de cuentas, indicaba que tras Franco no continuaría el franquismo sino que vendría un sistema monárquico.
Semejante postura -bastante comprensible a la luz de lo experimentado por la iglesia católica en España durante las décadas anteriores- tuvo una respuesta inmediata en lo que se conoció como "Acción Moisés", denominada así posiblemente en referencia directa a la acción liberadora del caudillo hebreo que sacó a sus correligionarios de la esclavitud de Egipto.
La "Acción Moisés" pretendía la difusión de un documento de claro contenido político pero relacionado con la situación de la iglesia católica siguiendo una estrategia especialmente bien elaborada. De acuerdo con la misma, desde el 25 de julio a finales del mes de agosto de 1966 había que dar con los posibles enlaces en cada centro diocesano, del 1 al 15 de septiembre debían recogerse las firmas de apoyo al documento en las diócesis y los días 15 y 16 del citado mes enviar las firmas a su destino utilizando la vía personal. Los destinatarios de las firmas serían los directivos de la conferencia episcopal, los obispos, el nuncio, el papa y los representantes de las conferencias episcopales europeas.
La "Acción Moisés" iba a recibir además una notable cobertura de medios seculares y eclesiales ideológicamente afines de manera que se magnificara -en la línea de la Komintern- su verdadero alcance. Entre esos medios -Cuadernos para el Diálogo, Vida Nueva, Aún, Incunable, Hechos y Dichos, Ábside y Triunfo- destacaban los vinculados a la compañía de Jesús, ya muy escorada hacia el marxismo, y los controlados en mayor o menor medida por afines al socialismo, a la democracia-cristiana de apertura "a sinistra" y, sobre todo, al PCE.
La reunión de los implicados se llevaría a cabo en las Operarias parroquiales, sitas en la calle Arturo Soria 230 de Madrid, so capa de tratarse de una "reunión de catequesis de seglares y curas".
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y 2. ¿Cuál era el objetivo de la "Acción Moisés"?
Por César Vidal
La "Acción Moisés" pretendía la difusión de un documento de claro contenido político pero relacionado con la situación de la iglesia católica siguiendo una estrategia especialmente bien elaborada. El contenido del texto resulta de una claridad meridiana:
"Acusar a la jerarquía española de estar en contra del Concilio. Acusar a la jerarquía española de infidelidad a su propia función, señalando como causas de esa infidelidad la complicidad con el poder opresor, la incapacidad, la inconsciencia y sobre todo el miedo… Exigir en nombre del Concilio y del Evangelio: Revisión rigurosa de la vida histórica de la Iglesia española, de lo que se llama "nuestro glorioso pasado" y dar un testimonio de penitencia respecto a él, por parte de todos, especialmente de la jerarquía. Que la jerarquía "apueste sin equívocos, sin posibilidad de tergiversaciones, escandalosamente, por el Concilio y la Iglesia total en su actual línea evangélica, todo lo que no sea esa actitud radical seguirá sumiendo a muchos de nosotros en la desesperanza". Si no, amenaza de pérdida de la fe de numerosos sacerdotes y militantes seglares".
El texto no podía resultar más obvio. La "Acción Moisés" estaba encaminada, supuestamente sobre la base del Concilio y del Evangelio, a denigrar a la jerarquía exigiéndole que rompiera toda relación con el franquismo y revisara su propia historia pidiendo perdón por el pasado. De lo contrario, se vería amenazada con el enfrentamiento con un sector del clero y de los seglares que podían llegar a perder la fe y por una campaña informativa internacional que, presumiblemente, la dejaría en pésimo lugar. En la práctica, esto implicaba la sumisión de la jerarquía a la voluntad de radicales minoritarios pero bien organizados cuyos fines no eran meramente espirituales sino, fundamentalmente, políticos. Al respecto, no deja de ser interesante la identificación -bastante discutible por otra parte- del concilio Vaticano II con una línea de acción política bien concreta.
Los preparativos para la "Acción Moisés", dada su magnitud, su alcance nacional y la presencia de otro factor al que nos referiremos más adelante, fueron captados por el obispo secretario del episcopado, monseñor Guerra Campos, que, inmediatamente, consultó al arzobispado de Madrid, al secretariado nacional de catequesis y al departamento de catequética del Instituto de Pastoral para saber qué había detrás de aquella reunión de catequesis convocada en Arturo Soria 230. Por supuesto, no tardó en descubrir que lo que había era todo menos catequesis, al menos en el sentido católico del término. A partir de ahí, abortar la "Acción Moisés" resultó relativamente fácil aunque sus ramificaciones permanecerían prácticamente incólumes.
El Centro Ecuménico de Información publicó el 25 de agosto de 1966 un informe titulado "Iglesia, no política" donde se detallaban los entresijos de la denominada "Acción Moisés" y su finalidad que era, fundamentalmente, "provocar la ruptura de la Iglesia española con el régimen". El grupo organizador -al que nos referiremos a continuación- había tenido ya un papel extraordinario en una manifestación de curas celebrada el 11 de mayo de aquel mismo año en Barcelona. En el curso de este episodio había declarado expresamente: "Somos socialistas pero no como Willi Brandt sino mucho más a fondo; buscamos el diálogo con los marxistas, somos la Nueva Iglesia… Pietro Ingrao, miembro del Comité central del Partido Comunista italiano, es, naturalmente, un hombre a nuestro gusto. Consideramos a la jerarquía española como cismática". Difícilmente se hubieran podido expresar mejor.
Los organizadores de ambas acciones estaban dirigidos, entre otros, por los sacerdotes Mariano Gamo -el famoso cura Gamo, párroco de Moratalaz vinculado al PCE-, Salvador Sallent, coadjutor de San Sadurní de Noya, Barcelona; Carlos García Blázquez, ecónomo de Maliaño, Santander; y Luis María Laibarra, ecónomo de Urigoiti, Vizcaya.
El fracaso de la operación clandestina se había debido en buena medida a un factor inesperado para los organizadores y que no había sido otro que la acción de sacerdotes afines a la jerarquía infiltrados a su vez entre los "progres". La ironía de la situación queda de manifiesto cuando se piensa que, a la sazón, el PCE ya estaba captando a numerosos sacerdotes y seglares para el sindicato CCOO, un sindicato que negaba ser comunista y que aprovechaba de manera propagandística su supuesto contenido católico.
En septiembre de 1966, el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Fernando Quiroga Palacios, dirigió un informe al papa sobre las actividades de esos sacerdotes en el que insistía en señalar que se trataba de una minoría y no de una representación cabal de todo el clero, afirmando: "Un grupo muy pequeño trata de aprovechar la multiforme inquietud de los demás para una acción estrictamente revolucionaria llevada tenazmente con autonomía y con secreto (en algunos casos con las formas típicas de la clandestinidad) encaminada a provocar un cambio político de signo socialista, afín al de los países de la Europa oriental, y a introducir una mutación rápida y radical en las relaciones de la Iglesia con la sociedad y con el Estado español. Se considera necesario aislar a esos agitadores, y ejercer sobre ellos la autoridad con la imprescindible energía".
El juicio era correcto. Por supuesto, las operaciones subversivas tuvieron un éxito diverso no sólo en España sino también en el extranjero. En Hispanoamérica, por ejemplo, la infiltración comunista cuajó en la teología de la liberación que durante décadas tuvo un éxito notable en el impulso de movimientos revolucionarios; en España, el desplome del PCE limitó las posibilidades de éxito de estas operaciones aunque dejó a un sector significativo de la iglesia católica vinculada a líneas supuestamente progresistas que se identificarían más tarde con el PSOE e incluso, a partir de finales de los años noventa, con el movimiento de los antiglobalización; en las Vascongadas, finalmente, la Historia se sigue escribiendo con líneas de terror y sangre.