23.04.17

Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído

Evangelio del segundo domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia:

Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: -La paz esté con vosotros.
Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
Les repitió: -La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo.
Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: -¡Hemos visto al Señor!
Pero él les respondió: -Si no le veo en las manos la marca de los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el costado, no creeré
A los ocho días, estaban otra vez dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Aunque estaban las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: -La paz esté con vosotros. 
Después le dijo a Tomás: -Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. 
Respondió Tomás y le dijo: -¡Señor mío y Dios mío! 
Jesús contestó: -Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto hayan creído. 
Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. Sin embargo, éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Jn 20,19-31

Comentando este pasaje del evangelio, dice Santo Tomás de Villanueva:

Vemos en este discípulo una resistencia sorprendente; ni el testimonio de muchos de sus hermanos ni al verlos en su dicha les son suficientes para darle la fe. Y es ahí donde interviene el Señor, para cuidar esta fe. El buen Pastor no soporta la pérdida de su oveja (Mt 18,12), Él quien le había dicho a su Padre, “a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió” (Jn 17,12). Que los pastores aprendan  entonces el cuidado que deben manifestar para con sus ovejas, pues el Señor se apareció por una sola. Toda su atención y toda su labor son poca cosa en comparación a la importancia de una sola alma. 

Efectivamente, Dios mismo viene en nuestro auxilio cuando incurrimos en el pecado de la incredulidad. Él es quien nos otorga la fe y cuida de ella cuando la ponemos en peligro. Sólo Cristo es capaz de impedir que se pierda una sola de las almas que le han sido entregadas por el Padre. 

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22.04.17

Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios

Primera lectura del sábado de la Octava de Pascua:

Al ver la libertad con que hablaban Pedro y Juan, como sabían que eran hombres sin letras y sin cultura, estaban admirados, puesto que los reconocían como los que habían estado con Jesús; y viendo de pie con ellos al hombre que había sido curado, nada podían oponer.
Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y deliberaban entre sí: -¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque es público entre todos los habitantes de Jerusalén que por medio de ellos se ha realizado un signo evidente, y no podemos negarlo. Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a intimidarles a que no hablen más a nadie en este nombre.
Y les hicieron llamar y les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús.
Pedro y Juan, sin embargo, les respondieron: -Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.
Ellos, después de amenazarles de nuevo, los soltaron, sin saber cómo castigarlos a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo ocurrido.
Hech 4,13-21

“No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído". Esa es la consecuencia de la acción del Espíritu Santo en los apóstoles. Se convierten en testigos fiables, de palabra y de obra, de nuestro Salvador. Y no hay voluntad humana que pueda resistir a Dios cuando Él interviene decisivamente.

Obedecemos primero a Dios. No hay autoridad de hombres que merezca ser obedecida si se opone a la voluntad divina. Quien recibe poder de lo alto para predicar el evangelio no teme prisiones, persecuciones y martirios. De hecho, cuenta con ello si las circunstancias así lo producen. Todo es pura gracia.

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21.04.17

No hay salvación en ningún otro

Primera lectura del viernes de la Octava de Pascua

Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes.
Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Hech 4,1-12

Dios ha querido que los hombres se salven sólo por Jesucristo. Por nadie más. Quedan pues, descartadas, el resto de religiones y/o de líderes espirituales como instrumentos de salvación.

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20.04.17

En su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados

Evangelio del jueces de la Octava de Pascua

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Luc 24,35-48

La resurrección de Cristo fue real, histórica, fisica, plena. Su cuerpo glorificado era, y es, verdadero cuerpo. En otras palabras, no fue un fantasma quien se apareció a los apóstoles sino el mismo que había caminado por ellos por los campos de Israel los tres años anteriores. 

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19.04.17

Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas

Evangelio del miércoles de la Octava de Pascua:

Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. Iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido. Y mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, aunque sus ojos eran incapaces de reconocerle.
Y les dijo: -¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?
Y se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: -¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?
Él les dijo: -¿Qué ha pasado?
Y le contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada y, como no encontraron su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, que les dijeron que está vivo. Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo: -¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?
Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban, y él hizo ademán de continuar adelante. Pero le retuvieron diciéndole: -Quédate con nosotros, porque se hace tarde y está ya anocheciendo.
Y entró para quedarse con ellos. Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia.
Y se dijeron uno a otro: -¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, que decían: -El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón.
Y ellos se pusieron a contar lo que había pasado en el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.
Luc 24,13-35

Habían asistido al cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías y sin embargo, seguían sin entender nada. Esa era la realidad de la práctica totalidad de los seguidores de Cristo tras su muerte y resurrección.

¿No ocurre algo parecido con muchos cristianos, que tienen delante de sus ojos toda la Escritura y siguen sin entender lo fundamental? Por eso mismo es necesario que el Señor venga en nuestro auxilio. Solo Él puede abrirnos los ojos a su Revelación.

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