Veranear cristiano, por Monseñor Sanz Montes
Veranear cristiano
Queridos Hermanos y amigos: paz y bien.
Los meses de verano nos invitan a lo propio de unos días de descanso. Hemos acuñado ese verbo castizo: veranear. Un curso queda ya atrás con toda su factura de trabajo, de esfuerzo, de sinsabores y de alegrías. Y quién más o quién menos, en estas fechas hace una pausa para poder descansar y restaurar fuerzas. Es justo y es necesario también.
Pero me ha impresionado lo que me han dicho desde Cáritas diocesana al solicitarme una pequeña colaboración para la memoria del curso pasado: seguimos turnándonos en la atención a los pobres, porque su situación no admite paréntesis ni pausas. Efectivamente, no todos pueden gozar de unas justas y necesarias vacaciones. Ojalá que podamos crear las condiciones convenientes para que cualquier persona pueda ir unos días a descansar. No digo esto para ensombrecer con una injusta mala conciencia los días de descanso de quienes puedan tenerlos, sino para reconocer que es un regalo que muchos recibimos y que algunos hermanos nuestros no lo podrán gozar. Que este dato nos haga agradecidos sin olvidar la solidaridad.
Como en años anteriores, me permito recordar algunos criterios que nos ayuden a gozar cristianamente de estos días de descanso que no pueden reducirse a una simple interrupción de la actividad laboral.