Desenmascarando a la quintacolumna
En plena campaña a favor de los derechos de los padres y en contra de la obligatoriedad de la asignatura Educación para la Ciudadanía, se están dando una serie de movimientos que empiezan a ser ciertamente sospechosos. Una de las estrategias típicas en cualquier confrontación es el "divide y vencerás". Es obvio que el papel de la Iglesia en relación a la EpC debería ser solo tangencial, debido a que a quien atañe más la cuestión es a los padres independientemente de su adscripción religiosa, el hecho de que la mayoría de la escuela concertada de este país sea confesionalmente católica convierte a dichos colegios en una pieza clave para el triunfo de las tesis contrarias a la existencia de dicha asignatura. Y no estamos hablando de cualquier triunfo, no. Lo que acá nos jugamos es la formación en valores de nuestros hijos, el papel que el Estado va a jugar en dicha formación y el límite a nuestro pleno derecho a educarles y que se les eduque en la escuela conforme a nuestras creencias, nuestra ética y nuestra moral. Pues bien, si en algo tan fundamental, la imagen que está dando la Iglesia es de falta de unión, ¿qué se puede esperar de ella? ¿a dónde nos va a conducir este enfrentamiento, da igual que sea soterrado o abierto, entre los que quieren oponerse frontalmente al enemigo y los que quieren pactar con él las cláusulas de rendición?
El argumento de quienes se conforman con adaptar la EpC al ideario de los centros católicos es absolutamente débil por diversas razones. La mera existencia de la asignatura, tal y como está planteada, es la puerta abierta al control absoluto del Estado de la educación de nuestros hijos. Aparte de que insignes socialistas ya han dicho que eso de la adaptación al ideario del centro no puede desvirtuar la asignatura, es obvio que esta supuesta condescendencia hacia los centros católicos no es sino el caramelo envenenado por el cual debemos aceptar que exista la EpC. Y luego ya se encargarán ellos de que sea lo que siempre han querido que sea. Es el lobo asomando su patita blanca (adaptación al ideario) queriendo entrar dentro de nuestros colegios. Y cuando le dejemos entrar, el lobo se mostrará cual es. Una vez dentro, ya no habrá forma de pararle.