Preciosa homilía de Monseñor Francisco Pérez
La podéis leer entera en "Palabra de Obispo". A mí me ha encantado. Se ve un hombre que ama a Dios, que ama al pueblo de Dios y que está dispuesto a que ese amor sea la guía de su ministerio. Habla a todos, no se olvida de nadie. Se dirige a los niños y a los jóvenes, animándoles a amar y seguir a Jesús. Quiere que la adoración a Cristo sea el motor de una espiritualidad genuinamente cristiana, que a su vez sea instrumento de transformación de una sociedad necesitada, hoy más que nunca, de la luz de los hijos de Dios. Dice don Francisco:
Invito a esta profunda adoración tan necesaria hoy; como decía Madre Teresa de Calcuta: "Si supiéramos adorar más a Dios, las realidades humanas irían mejor". Si hubiera, en la Diócesis, un Templo, abierto día y noche para adorar simplemente a Cristo, ¡cuánto bien haría! Con San Pablo, lo hemos escuchado en la segunda lectura, también yo quiero gritar: "A Él honor e imperio eterno".
Amén y amén. Es absurdo que añada o comente algo más a las palabras del nuevo arzobispo de Pamplona. Nada bueno añadiría a lo dicho por él. Si acaso, señalaré que hacía tiempo que no encontraba una explicación tan lúcida y clara de lo que es la sucesión apostólica como la que Monseñor Pérez nos regala en esta homilía:
Estos días atrás se despedía D. Fernando de vosotros. Hoy me presento yo dispuesto a tomar el relevo. Una cosa quiero deciros desde el primer momento: aunque lo dicho sea verdad, más verdad es que ni D. Fernando cesa ni yo comienzo. Es Cristo quien, antes en él y a partir de ahora en mí, quiere seguir viviendo entre vosotros para llevar a cabo la obra maravillosa de la extensión de su Reino
Hale, ahí queda eso. Lo único que puedo hacer desde este blog es encomendarle al Señor para que le guíe, le aliente, le dé fuerzas, sabiduría y gracia para que pueda desempeñar fielmente el alto ministerio al que ha sido llamado.
Pax, bonum et veritas
Luis Fernando