23.05.08

San Juan Crisóstomo y la Eucaristía

Sobre el sacerdocio
L6 c.4 (Colombo,257-261; MG46,680s; Real, 113 ss)

Si tocamos el punto de que el sacerdote es el que invoca al Espíritu Santo, el que celebra aquel sacrificio tan tremendo, el que continuamente toca a Dios con sus manos y el que tiene las llaves del cielo, ¿dime, por tu vida, dónde podremos colocar a este hombre? Reflexiona tú ahora un poco cómo deben ser aquellas manos que tocan cosas tan santas; cómo debe ser aquella lengua que pronuncia tales palabras y qué alma puede haber ni más pura ni más santa que aquella que he recibir a tal Espíritu: los ángeles en este acto asisten al sacerdote; las potestades celestiales llena el santuario, cercan el altar sagrado y contemplan extasiadas la sublimidad y grandeza del Señor; tal es el asombro que a todos nos deben causar también las cosas que allí se celebran.

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22.05.08

Monseñor Sistach, usted me perdonará, pero…

Emmo. y Rvmo. Sr. D. Lluís Martínez Sistach, créame que no tengo la más mínima animadversión hacia su persona. Si el Papa Benedicto XVI le ha creado cardenal, sin duda ha debido de ver en usted las condiciones necesarias para hacerle un príncipe de nuestra amada Iglesia. Por tanto, nada de lo que le pueda decir o incluso criticar desde Religión en Libertad es fruto de algún tipo de manía personal contra usted, sino de mi preocupación por la imagen que a veces se da desde su archidiócesis, que, primado tarraconense aparte, es la más importante de Cataluña y de las más importantes en España y en el mundo.

No creo que esté de más volver a recordarle que mosén Pousa todavía no ha desmentido explícitamente su explícita afirmación de haber pagado abortos. Dado que usted ha estado en Roma esta misma semana, es posible que sepa si ese caso ha llegado ya al Vaticano. Yo lo desconozco. Lo que tenga que ser, será.

El caso es que otro de sus sacerdotes, D. Francesc Vergés i Tuset, que en este caso además es párroco, ha pedido en el diario Avui que los catalanes no marquen la X en la declaración de la renta. Sus razones son cuasi-esotéricas pero eso es lo de menos. Todos estamos convencidos de que usted está en desacuerdo con ese cura, pero muchos somos los que nos gustaría que meditara si es conveniente reparar públicamente el daño que públicamente ha causado su sacerdote.

Créame, estimado cardenal, que ese tipo de declaraciones realizadas por un cura con nombre y apellidos son mucho más censurables que las críticas, anónimas o no, que usted pueda recibir por parte de quienes desearían ver libre a su archidiócesis de elementos que, a ojos vista, no conducen a la iglesia barcelonesa por el buen camino.

Luis Fernando Pérez Bustamante

21.05.08

Que sea Roma quien decida

Asisto con preocupación al conflicto que tiene lugar en la diócesis de Cartagena a costa de la titularidad de la UCAM. Aunque el cardenal Bertone dio la razón al actual presidente de la universidad, José Luis Mendoza, el obispo monseñor Reig Plá parece dispuesto a no tirar la toalla pues siente “la obligación de conciencia de defender a la Diócesis de Cartagena, cuyo cuidado pastoral le fue confiado por el Papa”.

Como quiera que no conozco en detalle las circunstancias del pleito, prefiero no opinar sobre quién puede tener la razón, aunque supongo que ninguna de las partes la tiene por completo. Ahora bien, lo que sí me ha alarmado bastante es que en la nota que se ha publicado en los medios de comunicación, el obispo advierte que utilizará “todos los recursos jurídicos que posibilitan tanto el Derecho Canónico como las leyes justas del ordenamiento jurídico civil”.

Que puede, e incluso debe, recurrir al derecho canónico, no es cosa que nadie le vaya a discutir. Ciertamente sería deseable que este conflicto no se convierta en un “Lérida versus Barbastro” bis –tema Bienes de la Franja-, pero mientras se confíe en el juicio de la Iglesia no hay nada que objetar. Ahora bien, eso de recurrir a los tribunales civiles puede ser muy peligroso.

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20.05.08

¿A qué se parece un culto cristiano del siglo II?

A los hermanos separados que no aceptan la doctrina católica y ortodoxa sobre la Eucaristía, les pido que lean detenidamente la descripción que San Justino Mártir hace de un culto cristiano en el siglo II.

Apología I

Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
“Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”

Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.

Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.

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18.05.08

Monseñor Rouco, sobre todo, no se altere

Usted tranquilo cardenal. No se ponga nervioso. No se altere. En realidad, nihil novum sub sole. Su sacerdote Enrique de Castro no ha dicho nada nuevo. Sigue siendo el mismo que siempre. Y como quiera que usted lleva años y años consintiendo que él siga siendo sacerdote, no vaya a mover ahora una sola ceja para reaccionar ante las nuevas declaraciones de ese insigne profeta vallecano. Usted imagínese por un momento que aquel a quien su desliz elevó a la categoría de icono progre nacional, pasa a ser icono progre mundial si vuelve a cometer el craso error de decirle algo, de pedirle algo, de recordarle algo, de intentar disciplinarle algo.

No, cardenal, no. Da igual que Castro diga que ya no hay que rendir culto a Dios sino a los hombres. Da igual que diga que Cristo acabó con el sacerdocio. Da igual que diga que le ganó a usted una copa de orujo por lo del conflicto con la parroquia San Carlos Borromeo. Da igual que él diga que le importa un pimiento que esa parroquia ahora sea un centro de atención pastoral, porque al fin y al cabo él puede seguir celebrando la misa como le da la realísima gana. Da igual que SU cura diga que le importa un carajo el futuro de la Iglesia vaticanista. Usted, cardenal, no se me altere. Siga sentado en su silla cardenalicia y arzobispal, que no está el horno para bollos.

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