Tengo unas preguntas para monseñor Blázquez
Estimado don Ricardo, aunque no he tenido el placer de conocerle ni de tratarle en persona, sé bien que usted es un hombre de Dios. Sé que cuando el 8 de septiembre de 1995 se hizo público que el Papa Juan Pablo II le había designado como obispo de Bilbao, usted ya era consciente de que le habían dado uno de los destinos más complicados de la Iglesia en España. Por si fuera poco, el ínclito y nunca bien ponderado Javier Arzallus se refirió a usted como “un tal Blázquez". Los hijos de ese xenófobo proto-nazi llamado Sabino Arana no le recibían bien. Usted no era vasco, no conocía bien el “problema vasco", no hablaba euskera -muchos de esos hijos tampoco- y no dejaba de ser una especie de imposición españolista de Roma hacia la gloriosa y patriótica iglesia vasca.
No hace falta que le explique lo que ya conoce sobre la condición política nacionalista de un sector del clero vasco, incluido una parte considerable del de su diócesis. Que un sacerdote tenga inclinaciones políticas es normal, pues el ser cura no implica ser apolítico. Los curas, como los obispos, votan, señal de que prefieren unas siglas a otras. Distinto es que sus inclinaciones políticas afecten a su ministerio sacerdotal, sobre todo si el mismo se convierte más bien en un apéndice de una acción política que usa el sacerdocio como tapadera. Cuando un cura está más preocupado por el devenir político que por la atención a las almas, es que no vale para cura.