El papel de los protestantes evangélicos en España
Aunque su crecimiento no es comparable al que se da en la mayor parte de los países de Hispanoamérica, el número de protestantes evangélicos en España ha aumentado considerablemente en los últimos años. Y lo ha hecho tanto por la inmigración procedente de países donde una buena parte de la población ya es evangélica, como por las nuevas conversiones producidas en nuestro país. Históricamente el porcentaje de evangélicos en España ha sido muy pequeño (el más bajo de toda Europa Occidental), pero yo preveo que en una década este país contará con más de un 5% de evangélicos “practicantes". Quizás se acerquen al 10%. En esos números no tengo en cuenta a los residentes procedentes de países europeos de mayoría protestante, más que nada porque el nivel de práctica religiosa entre los mismos es ínfimo.
Estaremos hablando, pues, de una minoría bastante significativa que, por su forma de vivir su fe, causarán un impacto superior al que las meras cifras puedan aventurar. De hecho, cada vez son más los protestantes que han causado un impacto importante en la sociedad española. Ahí está el caso del padre de Mari Luz, la niña asesinada por un desalmado que debería de haber estado ingresado en la cárcel de no ser por la desastrosa situación de la administración de Justicia en España. Juan José Cortés, es pastor de la iglesia evangélica de Filadelfia, cuyos miembros son en su gran mayoría de etnia gitana. Su testimonio cristiano ha sido ejemplar.
Con todo, el protestante evangélico más conocido en nuestro país es, y seguirá siéndolo por bastante tiempo, César Vidal Manzanares. Ya lo era antes de ser el director de La Linterna en la Cadena Cope, pero sus cinco años al frente del segundo programa más importante de la cadena de los obispos ha conseguido que la mayoría de los españoles sepan quién es. No deja de ser curioso que haya tenido que ser una cadena católica la que haya encumbrado mediáticamente a un protestante, pero ya sabemos que los caminos del Señor son inescrutables. Y los de los obispos, no digamos.