¿Hace falta que la Iglesia nos diga que no debemos ver la tele-basura?
He de reconocer que el cero absoluto es una cifra bastante apropiada para calificar mi interés por el mundillo de la prensa del corazón. No recuerdo haber visto nunca un programa entero de esos que pululan por las tardes en las parrillas televisivas y que rompen los índices de audiencias en las noches de los viernes y los sábados. En mi opinión, sentarse delante de la pantalla de televisión para ver cómo unos desechos humanos venden sus miserias morales tiene el mismo sentido que irse de paseo a un vertedero para ver las montañas de basura apiladas unas al lado de las otras. El olor “físico” del vertedero debe de ser muy parecido a la pestilencia “espiritual” de los multi-adúlteros y multi-fornicarios que asoman sus gaitas por la caja tonta. Y sin embargo, a millones de españoles les encanta desperdiciar horas de su ocio consumiendo ese material, señal inequívoca de que el temple moral de nuestra sociedad está a niveles más cercanos al subsuelo infernal que al espacio celestial.
A pesar de que, como digo, no soy consumidor de esos programas, el otro día vi en Periodista Digital que se había producido una pelea entre dos de los habituales de la prensa rosa: un tal Pipi Estrada, al que yo situaba más bien en el ámbito deportivo, y el ya entrado en años Jimmy Giménez Arnau. Ni sé ni me importa a cuento de qué se pegaron, pero el caso es que el primero le ha roto el tendón de aquiles al segundo, además de lesionarle uno de los oídos. O sea, la cosa es más seria de lo que pudiera parecer en un primer momento y ya veremos si no acaba con pena de prisión para el Pipi. Pero eso no es lo más peculiar de este personaje. Ayer leí que el pájaro ha presumido de haberse acostado con más de 3000 mujeres. No sé si en este caso cabe aplicar aquello de “dime de qué presumes y te diré de qué careces", pero ¿qué más da? ¿alguien se imagina a un tipo diciendo eso por televisión en la España de los 80? No digo en la España de Franco, no. En la de los 80.
Yo creo que un católico con la conciencia bien formada no sólo no debe de ver ese tipo de programas, salvo alguna cata ocasional para comprobar si la degeneración va a más, sino que incluso ha de procurar ser un instrumento activo contra los mismos entre sus familiares y amigos. Cuando en mi casa se hace zapping y se llega a un canal donde emiten esa basura, inmediatamente digo “¡Quita eso!". De hecho, me pasa algo parecido con muchas de las series que se hacen en este país. Casi todas proponen unos valores que se dan de tortas con los míos y los que quiero para mis hijos. A ver si con la TDT llega más variedad y podemos elegir de verdad entre la basura y lo decente. Porque si lo que vamos a tener es más de lo mismo, mi televisor acabará por convertirse en un trasto casi inservible. Sólo lo usaré para ver deporte.
Luis Fernando Pérez Bustamante