Las monjas del preservativo, el aborto y el sacerdocio femenino
La Primera de Televisión Española emitió días atrás un reportaje titulado “Mujeres de Dios” en el que se puede ver a una serie de monjas defendiendo, entre ataques a la jerarquía de la Iglesia, una serie de típicos-tópicos del progresismo eclesial. Las “hermanas” se muestran favorables al uso del preservativo, a una nueva “visión” sobre el aborto que parta del derecho a decidir de la madre y, cómo no, al sacerdocio femenino.
El vídeo, lo puedo adelantar ya, va a ser visionado en Roma, lo cual tiene su interés ya que una de las monjas dice en el reportaje que ellas sólo tienen como autoridad superior a la Santa Sede. Pues muy bien hermana, de eso se trata. De que la Santa Sede vea lo que ustedes dicen ante las cámaras de un programa de la televisión pública española. No podrán alegar que ha sido cámara oculta o que se les ha engañado para sacar declaraciones “escandalosas”. No, ustedes son como son, piensan como piensan y lo que toca ver es si la Iglesia acepta que sigan siendo monjas católicas. No es que yo piense que vayan a tomar serias medidas contra ustedes. A estas alturas me sorprendería una reacción contundente por parte de Roma, pero ¡quién sabe? Lo mismo han vertido la gota que faltaba al vaso de una futura visita apostólica a las religiosas españolas que siga el modelo de la que está teniendo lugar en EE.UU.
En relación a los argumentos esgrimidos por estas “hermanas del disenso", la cosa va desde la simpleza más burda a la elaboración anti-magisterial más aguda. Choca, ciertamente, ver a una monja decir que los obispos, al ser célibes, no están capacitados para hablar de asuntos como la anticoncepción. Hombre, no me imagino yo que el progresismo de estas monjas les lleve a ser unas expertas en las relaciones sexuales entre hombres y mujeres. Eso ya sería demasiado y lejos de mí suponer semejante “cualidad” en ellas. Pero es que ese argumento es tan absurdo como decir que un cura no puede aconsejar a unos padres sobre la forma de tratar a sus hijos porque, al fin y al cabo, él no los tiene.