15.11.09

Los protestantes alemanes y Hitler

Hoy publicamos la noticia de una peculiar teoría del historiador José Andrés Gallego acerca de la oposición de los obispos españoles al nazismo. Según la misma, entre las razones para dicha oposición figura la del temor a que el triunfo del nazismo supusiera un avance del protestantismo. La verdad es que no conozco los detalles por las que Gallego sostiene esa tesis, pero de ser cierta, creo que es oportuno decir que los obispos quizás no se equivocaron. El triunfo del nazismo no habría traído el avance del protestantismo genuino pero sí el de una versión bastarda, yo diría incluso que blasfema, del mismo. Dicho lo cual, conviene saber que el protestantismo alemán tuvo dos actitudes muy diferentes en relación a Hitler y su régimen. Por una parte, la iglesia oficial, que se entregó en manos de la bestia con gran alegría y por otra la llamada “iglesia confesante” (Bekennende Kirche), que dio verdaderos “mártires protestantes” como Dietrich Bonhoeffer.

El “problema” es que la oficial era la mayoritaria mientras que la confesante contaba con pocos fieles. No lo digo yo. Lo dijo alguien tan poco sospechoso de animadversión hacia el protestantismo como el más destacado teólogo protestante del siglo XX y mimebro de dicha “iglesia confesante", Karl Barth, quien llegó a declarar que “La Iglesia evangélica casi unánimemente dio la bienvenida al régimen de Hitler, con auténtica confianza, incluso con las más altas esperanzas". Pero ni siquiera habría hecho falta que Barth afirmara tal cosa. He aquí una colección de textos impresionantes sobre esta cuestión:

“Para un alemán, la Iglesia es la comunidad de los creyentes que están obligados a luchar por una Alemania cristiana… El Estado de Adolfo Hitler apela a al Iglesia: la Iglesia debe responder a la llamada".
(Resolución de la primera Conferencia Nacional del Movimiento de la Fe [protestante] 3/4/1933)

“Hitler, el redentor de la historia de los alemanes… la ventana a través de la cual la luz se proyecta sobre la historia del cristianismo".
(Del manifiesto de los Cristianos Alemanes de Turingia [Iglesia evangélica]).

“La esvástica en nuestros pechos, la cruz en nuestros corazones".
(Lema de los Deutschen Christen o cristianos alemanes protestantes).

“Hitler y los nazis son regalo de Dios".
(Del discurso de aceptación del título de obispo del Reich, recibido por el pastor Ludwig Muller de manos del propio Führer. Durante la misma ceremonia, el pastor Leutheuser cantó: “Cristo ha venido a nosotros a través de Adolfo Hitler… Hoy sabemos que el Salvador ha llegado… Tenemos una sola tarea, ser alemán, no ser cristiano")

“La Iglesia evangélica alemana se compromete a afirmar unánimente su lealtad incondicional al Tercer Reich y a su jefe. Condenamos en los términos más enérgicos la intriga o la crítica contra el Estado, el pueblo o el movimiento [nazi], formas destinadas a amenazar al Tercer Reich. Sobre todo deploramos las actividades de la prensa extranjera que intenta falsamente representar las discusiones en el seno de la Iglesia como un conflicto contra el Estado".
(Comunicado de 12 jefes evangélicos tras haber sido recibidos oficialmente por Hitler en enero de 1934)

Este tipo de citas suelen servir para callar la boca a todos esos apologetas evangélicos anticatólicos que llenan la web de acusaciones al Vaticano por haber firmado el concordato con la Alemania de Hitler. Por más que se busque, jamás se encontrará en boca de un obispo declaraciones tan entusiastas hacia el nazismo como la de los pastores protestantes arriba citados. Además, hay otro hecho ciertamente interesante. Miren estos dos mapas:

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14.11.09

La Iglesia, los políticos y el aborto

Siguen produciéndose reacciones airadas a las declaraciones de monseñor Martínez Camino sobre la situación eclesial de aquellos políticos que, considerándose a sí mismos católicos, votarán a favor de la nueva ley del aborto. Hasta ahora, la única corrección recibida por el portavoz de la CEE de parte de uno de sus compañeros de episcopado ha venido del arzobispo de Burgos, monseñor Gil Hellín, quien aunque afirma que Camino tiene razón en lo que afirma sobre la negación de la comunión a los políticos pro-abortistas, manifiesta no estar de acuerdo con el calificativo de herejía. No entraré en ese jardín aunque parece claro que si a esos políticos se les pudiera calificar de herejes, entonces la pena canónica sería la excomunión. Y la pena de excomunión va mucho más allá de la prohibición de comulgar, porque se extiende hacia el resto de sacramentos. Es más, un excomulgado no puede recibir siquiera sepultura cristiana. Que la inmensa mayoría de los medios ignoren ese hecho no es óbice para que los que nos dedicamos al negociado de la información socio-religiosa sí tengamos la obligación de saberlo y decirlo.

El caso es que un mes antes de que Martínez Camino dijera lo que ha dicho, en InfoCatólica publicamos un artículo -vuelve a estar en portada- de monseñor Demetrio Fernández, obispo de Tarazona, en el que llegaba a la misma conclusión. Cito del mismo:

¿Pueden acercarse a comulgar quienes defienden el aborto?
–No. Uno no puede acercarse a comulgar si defiende el aborto en cualquiera de sus formas, porque está en oposición frontal con la enseñanza y la disciplina de la Iglesia, que defiende la vida en todas sus etapas.

Nótese que la pregunta y su respuesta se refieren no sólo a los políticos sino a cualquiera que defienda el aborto. Por ejemplo, eso incluye a los pocos eclesiásticos que se han mostrado a favor de la legitimidad del aborto en cualquiera etapa a partir de la fecundación. Y eso me vale para decir que si un sacerdote se manifieste a favor de cualquier tipo de legislación pro-abortista, no tiene la menor lógica que pueda celebrar misa si no puede comulgar. Pero eso es, de momento, tema aparte.

Tanto monseñor Demetrio Fernández como monseñor Martínez Camino no hacen sino seguir las indicaciones que el Papa Benedicto XVI dio en la Sacramentum Caritatis. El punto 83 de dicha exhortación apostólica dice así:

Coherencia eucarística
83. Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado.

Es decir, don Demetrio y don Juan Antonio han cumplido con su deber. En todo caso habría que preguntarse por qué el resto de los obispos no hacen lo mismo cada uno en su diócesis. Es decir, lo ideal sería que todos los prelados escribieran una carta dirigida a los fieles en términos similares a los expuestos por el auxiliar de Madrid y el ordinario de Tarazona. Sé que unos cuantos se han manifestado en estos días, pero no creo que sea mucho pedir que lo hagan de forma concreta en sus propias diócesis.

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13.11.09

El padre Elías, secretario de la CONFER

En la Iglesia española hay un sector empeñado en llevar la contraria a los obispos y al magisterio por sistema. Y de entre todos los obispos, es el cardenal Rouco el más odiado y despreciado por ellos. Eso lleva a que cualquier otro prelado al que consideren “rouquista” es, como mínimo, visto con sospecha. Es el caso de quien -aunque ya por muy poco tiempo- todavía es mi obispo, monseñor Jesús Sanz Montes, ofm. El multiusos del episcopado español -ningún otro tiene tantas y tan varias responsabilidades eclesiales como él- lleva encargándose del negociado de los religiosos en la CEE desde hace unos cuantos años. En otras palabras, le ha tocado bailar con la más fea. Bueno, no con la más fea. Más bien con la más desmadrada.

En efecto, la presidencia en la CONFER del mercedario Alejandro Fernández Barrajón ha sido como un dolor de muelas constante para el episcopado español, salvo para los buenistas a los que todo les parece bien. Hubo veces en que parecía que la misión de Barrajón era poner la nota discordante a la línea marcada desde Añastro sobre cualquier tema. La idea que se lanzaba a la sociedad española era evidente. Los obispos son esa jerarquía mala, preconciliar, encerrada en sí misma, etc, mientras que los religiosos son la voz profética, guay, cercana al pueblo y la sociedad, chachi-piruli chupiti-mangui. Es más, el sector progre de la Iglesia tiene como manía obsesiva el aplicar el calificativo de profeta a cualquiera que, sobre todo si es ya entrado en años, se manifieste en contra del Papa, de los obispos y de la doctrina de la Iglesia. Hasta ahora los profetas eran los que llevaban al pueblo de Dios a la verdad. Con estos son los que hacen todo lo posible para que el mismo pueblo se aparte de la misma. Es lo que tiene estar poseído del espíritu de Coré.

Dado que en la Iglesia Católica, por razones pastorales e históricas que creo que deberían ser revisadas cuanto antes, existe una gran independencia de las órdenes religiosas respecto a la autoridad episcopal, salvo la del Papa, los obispos pueden hacer relativamente poco cuando frailes, monjas y demás miembros de la vida consagrada deciden ir por libre. Y lo que pueden casi nunca lo hacen, supongo que por evitarse jaleos. En Estados Unidos la cosa se puso tan mal que Roma decidió realizar una visita apostólica a las órdenes femeninas, buscando sin duda crear el efecto “cuando las barbas de tu vecino veas cortar". Veremos en qué queda dicha visita. No olvidemos que en el país norteamericano se produjo una escisión en el seno de su CONFER. Los religiosos fieles a la Iglesia decidieron ir por libre y alejarse de los “profetas". Aquí en España no se va a llegar a tanto, aunque falta a la verdad quien diga que no se ha pensado alguna vez en dicha posibilidad.

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12.11.09

Los perros aborteros ladran, la Iglesia cabalga

Era de esperar. En cuanto monseñor Martínez Camino ha dicho lo que es de sentido común, a saber, que no se puede ser católico y votar a favor del aborto, y que quienes así lo hagan no pueden comulgar, los políticos españoles han salido como una jauría de perros rabiosos a lanzar dentelladas contra el portavoz de la Conferencia Episcopal. Y eso que don Juan Antonio se ha referido solo a la futura ley. Si hubiera ido más allá, quedaría meridianamente claro que su advertencia va también contra los que estando en el gobierno no sólo no hicieron nada para acabar con el aborto, sino que lo facilitaron enormemente al aprobar la píldora RU-486, que tiene nombre de procesador antiguo pero es un arma de destrucción masiva de seres humanos recién concebidos. Es decir, si el obispo auxiliar de Madrid tiene razón, y sin duda la tiene, el primero que no podría comulgar sería el señor Aznar. Y con él, todos los que aprobaron en Consejo de Ministros la distribución de dicha píldora. Incluido el catoliquísimo señor Trillo, por entonces ministro en el gabinete aznaril. Tampoco creo que queden en buen lugar la señora Aguirre y el señor Gallardón. La primera gobierna una comunidad autónoma que financia abortos con dinero público. Y el alcalde de Madrid dispuso que la píldora del día después se dispensara gratuitamente en sus centros de salud.

El caso es que la Iglesia tiene perfecto derecho a decir lo que el portavoz de nuestros obispos ha dicho. A nadie se le obliga a ser católico. Pero nadie puede obligar a la Iglesia a dar la Eucaristía a quienes públicamente apoyan el mayor holocausto que la humanidad ha conocido y conocerá. Los políticos que de verdad sean católicos, y me huelo que me sobran dedos en las manos para contarlos, tendrán que optar entre su obediencia al partido o su obediencia a la moral católica. En otras palabras, tendrán que optar entre obedecer a Dios o a los hombres. Si optan por obedecer a los hombres que promueven matanzas herodianas en el útero materno, no tienen lugar en la Iglesia de Cristo. Así se claro, así de simple, así de lógico. En realidad no es que la Iglesia les eche. Se van ellos solos.

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11.11.09

La tentación de volver a meter a los mercaderes en el Templo

Uno de los pasajes más sorprendentes de los evangelios es en el que Cristo aparece con un látigo en la mano echando por las bravas a los mercaderes del Templo. Siendo nuestro Señor el Príncipe de la Paz, cuesta imaginarle haciendo uso de la violencia, siquiera fuera solo con animales y mesas. Pero así ocurrió. Y en nuestras biblias suele aparecer ese pasaje con el título de “purificación del templo". Efectivamente, la purificación del mal a veces va acompañada de dolor, de cierto tipo de violencia. Ocurre a nivel personal y debe de ocurrir también a nivel eclesial.

Si algo quedó claro con esa intervención de Cristo, es que a Él le repatea que en lo sagrado intervengan intereses espureos de tipo económico-comercial: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2,16). En realidad lo que aquellos mercaderes vendían era el “material” necesario para que los judíos cumplieran con uno de los preceptos de la ley. Un precepto que cumplieron incluso la Madre de Cristo y san José:

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señory para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor” (Luc 2,22-24)

Parecería por tanto que no era condenable el hecho de que se facilitara el mercadeo de animales destinados al sacrificio para cumplir la ley. Pues hete aquí que a nuestro Señor no le gustó ver semejante exhibición de capitalismo “pata negra” para hacer negocio con aquello que es sagrado. Y menos que tal cosa se hiciera dentro del territorio santo del Templo.

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