23.01.10

José Manuel, me alegro de que quieras ser católico

José Manuel Vidal ha respondido al post que escribí sobre él el pasado viernes. Y me temo que su respuesta implica que no ha entendido bien lo que le quise decir. Al menos en sus palabras no da un solo argumento a las razones que le expuse para pedirle que se uniera a una comunidad eclesial protestante. Dichas razones se resumen en una: está de forma clara y nítida más cerca de la visión del cristianismo que se da en el protestantismo que la propia del catolicismo.

Es más, no lo digo yo. Lo dice él mismo. Cuando uno afirma que el protestantismo es un mosaico multicolor y el catolicismo (ahora matiza que el “español” y sobre todo en la jerarquía) es un cristal pálido monocolor y gris, lo normal es hacerse protestante. Dice Vidal:

Y son precisamente ellos, los fundamentalistas, los que lo quieren ocultar y manchar, condenándolo al ostracismo y al ninguneo. En estos momentos, en la Iglesia española, sólo tienen visibilidad los nuevos movimientos. ¿Más pruebas? Tras la venturosa salida de Losantos, en la Cope desembarcaron los “cristianos”. Pero sólo los de los movimientos: CL, Kikos, Opus, Focolares, Cruzados, Legionarios…Sólo se les oye a ellos desde la cadena de los obispos. Las demás “sensibilidades” (parroquias, vida religiosa, movimientos de Acción Católica) no tienen voz. Simplemente no existen en la radio de la Iglesia. ¡Por qué será!

O sea, del cristal monocolor hemos pasado a un cristal en el que hay al menos seis movimientos. Quizás para Vidal sea lo mismo ser cielino, kiko, carismático o focolar. Para él todos son grises. Lo que yo sé es que todos coinciden en ser católicos fieles a la Iglesia -esa es la clave- pero con carismas muy distintos. En todo caso, como no escucho la Cope (prefiero Radio María para oír programación religiosa), pues no puedo desmentir ni afirmar que tenga razón en relación a lo que él llama “otras sensibilidades".

Vidal me interpela directamente:

Pues bien, por decir eso, algunos quieren echarme de la Iglesia católica. Entre ellos, Luis F. Pérez Bustamante, que comenzó en RD, aquí creció, de aquí salió y aquí volvió cuando las cosas se le pusieron feas. ¿Echarme, por qué, Luis Fernando? ¿Por decir lo obvio? ¿Por creer que Iglesia somos todos? ¿Por no excluir a nadie? ¿O por progre, nostálgico del Vaticano II y, por lo tanto, hereje?

¿Que yo quiero echarte? No, hombre no. Te pedí que te fueras para que seas consecuente con tu visión sobre la Iglesia y sobre la realidad del protestantismo. Pero no tengo capacidad de echar a nadie. Como mucho puedo pedir a nuestros pastores que sancionen o echen a quienes desde el sacerdocio y/o la vida consagrada se dedican a llevar la contraria a la Iglesia en asuntos de fe y de moral. Pero tú, sacerdote secularizado y por tanto no sujeto a la disciplina eclesial -o sujeto como cualquier laico- no entras dentro de esa categoría.

Dices que la Iglesia somos todos. Pues yo te digo que somos todos los que profesamos la fe de la Iglesia en su integridad. No los que profesan sólo aquello que creen bien y rechazan aquello que no les gusta. De hecho, no soy yo el que ha escrito lo siguiente:

Una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. Aprovechan la facilidad con que determinados medios de comunicación social prestan atención a estos grupos, y multiplican las comparecencias, manifestaciones y comunicados de colectivos e intervenciones personales que disienten abiertamente de la enseñanza del Papa y de los obispos. Al mismo tiempo reclaman para sí la condición de cristianos y católicos…
…. Estos grupos, cuya nota común es el disenso, se han manifestado en intervenciones públicas, entre otros temas y cuestiones ético-morales, a favor de las absoluciones colectivas y del sacerdocio femenino, y han tergiversado el sentido verdadero del matrimonio al proponer y practicar la “bendición” de uniones de personas homosexuales. La existencia de estos grupos siembra divisiones y desorienta gravemente al pueblo fiel, es causa de sufrimiento para muchos cristianos (sacerdotes, religiosos y seglares), y motivo de escándalo y mayor alejamiento para los no creyentes.

Como te digo, eso no lo he escrito yo. Forma parte de una Instrucción Pastoral de nuestros obispos. Que además ha sido alabada por miembros destacados de la curia en Roma. Tú apoyas a todos esos grupos. Yo afirmo que son la cara visible del cisma que afecta a la Iglesia desde hace décadas y que cuanto antes se reconozca oficialmente por la propia Iglesia, antes podrá empezarse a trabajar para acabar con él. En otras palabras, lo que yo digo a lo bruto, lo llevan sugiriendo y diciendo “suavemente” nuestros pastores desde hace tiempo. Y no me hables del Vaticano II. Yo sí me creo TODO lo que dice. Tú no. Por ejemplo, no aceptas esto:

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Williamson se sitúa de cara a un posible acuerdo entre Roma y la FSSPX

Desde que el Papa levantó la excomunión a los obispos ordenados por Monseñor Lefebvre, Monseñor Williamson ha sido piedra de tropiezo para cualquier intento de solucionar la crisis, cisma o como se quiera llamar, entre el lefebvrismo y la Iglesia Católica. Es cierto que el jaleo montado con las declaraciones del obispo británico sobre el Holocausto tenía poco que ver con el fondo de la cuestión eclesial, y que fueron usadas para atacar al Papa por la osadía de pretender poner fin al problema, pero igual de cierto es que cada vez que ese hombre abre la boca es para complicarlo todo.

Su descripción del diálogo entre la Santa Sede y la FSSPX no puede ser más clara: “O la FSSPX pasa a ser una traidora o Roma se convierte o esto es un diálogo de sordos“. Ante semejante planteamiento, se me ocurren los siguientes escenarios:

1- Monseñor Williamson representa el sentir de toda la FSSPX y entonces el diálogo acabará en fracaso. Antes o después los obispos lefebvristas ordenarán a alguno de sus sacerdotes como obispos y volverán a ser excomulgados.

2- Monseñor Williamson representa el sentir de un sector importante, mayoritario o no, de la FSSPX. Lo cual nos sitúa en otras dos opciones posibles:

a) Hay acuerdo entre la FSSPX y Roma pero Monseñor Fellay prefiere no firmarlo ante la posibilidad de ruptura en el seno de su Fraternidad.

b) Hay acuerdo, se firma, y la FSSPX se rompe. Williamson y Tissier de Mallerais -no sé qué haría Galarreta- vuelan libre y se llevan a los sectores más extremistas y sedevacantistas del lefebvrismo.

3- Monseñor Fellay se harta de Monseñor Williamson y le echa ya mismo de la FSSPX, debido a que no ha obedecido a la orden que se le dio de guardar silencio.

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22.01.10

José Manuel Vidal, más cerca del protestantismo que del catolicismo

José Manuel Vidal, periodista especializado en información religiosa y director de Religión Digital, ha concedido una “sabrosa” entrevista a emision.net con motivo de la concesión a su portal, por parte de Protestante Digital, del premio Unamuno.

Algunas de las cosas que dice Vidal son ciertamente acertadas. Por ejemplo, que el hecho religioso tiene “una importante función social que cumplir: en la transmisión de valores, en dar sentido a la vida, en conformar el alma de un pueblo“. También estoy de acuerdo con que “en internet hay espacio para hacer una información religiosa seria, rigurosa y abundante; con noticias y opinión; muy plural y, además, permitiendo el feedback de los lectores que lo enriquecen de una forma inaudita“.

La cosa, cambia, como no podía ser de otra forma, cuando la entrevistadora, como buena protestante evangélica española, le pone en bandeja la posibilidad de “lucirse". La buena mujer dice literamente que hay “ciertos sectores del catolicismo de los que no hay más que leer las cartas al director para decir que hay un sector que aun piensa que con el nacional-catolicismo, España estaba mejor, y que a partir de ahí, todos somos herejes, todos somos rojos, ¿verdad José Manuel?“. Esa es una pregunta sensata, ecuánime y bien hecha y lo demás son tonterías. Vidal responde que la Iglesia Católica está sufriendo un “proceso de involución brutal” desde hace ni más ni menos que treinta años. No diez, no veinte: treinta. Y esa involución la está conduciendo, según él, a una especie de talibanización. Dice también que la Iglesia Católica se siente atacada y agredida por todas partes y eso la lleva a encerrarse a sí misma, en un gheto, en busca de seguridad. Y, por supuesto, eso afecta al ecumenismo, que se convierte en un mero intento de “zamparse a los protestantes” o a cualquier otra confesión.

Ante semejante panorama, es normal que José Manuel Vidal vea el protestantismo como una especie de paraíso perdido que se les niega a los católicos. De él admira a nivel de funcionamiento eclesial su flexibilidad, su libertad. Dice que en estos momentos -yo pregunto, ¿cuándo no?- el protestantismo es como un mosaico. Pero no cualquier mosaico, no. Es un mosaico que brilla, que luce, realmente magnífico, en contraste con la Iglesia Católica que es un cristal pálido monocolor y gris.

Bien, la pregunta que más de uno nos hacemos es a qué espera José Manuel para ser consecuente con su forma de pensar, uniéndose a cualquier confesión protestante de las que hay en España. Si la Iglesia Católica es tan mala, mala, y el protestantismo tan bueno, bueno, ¿para qué seguir amargándose la vida? Vidal sabe muy bien que en el catolicismo no hay ni habrá jamás la “libertad” teológica y eclesial existente en el protestantismo. A lo que él llama involución, los católicos fieles al magisterio lo llamamos vuelta al ethos católico tras el marasmo post-conciliar. De hecho, somos cada vez más los convencidos de que queda mucho trecho por recorrer en ese regreso al sentido común católico. Y cuanto más se camine en esa dirección, más desplazado quedará del catolicismo Vidal y ese sector que pretende seguir en comunión con la Iglesia cuando en realidad es una especie de objeto extraño, de naturaleza muy cercana al protestantismo liberal, incrustado en ella.

He dicho, digo y diré hasta cansar a propios y extraños, que hay una situación de cisma interno, pero canónicamente no declarado, en la Iglesia Católica. Por un lado, el de los que son católicos de verdad, que aceptan el magisterio completamente, que son conciliares en el sentido auténtico de la palabra, es decir, que asumen lo marcado por el último concilio en línea con la Tradición de la Iglesia. Por otra, los que quieren otra Iglesia, con otra organización, otra naturaleza, otro credo, otra forma de predicar el evangelio, otra forma de relacionarse con el mundo. Y pienso que están en su derecho de querer una iglesia a imagen y semejanza de sus convicciones espirituales, doctrinales y sociales particulares. Pero para eso está el protestantismo, donde prácticamente cabe todo. Caben los llamados fundamenalistas, que creen que Dios hizo la tierra en seis días de veinticuatro horas, y caben los que piensan que la inerrancia del texto bíblico es propio de eras oscurantistas ya pasadas. Caben los que se organizan episcopalmente (aunque no tienen obispos válidos) y los que no tienen jerarquía alguna (cuáqueros, por ejemplo). Caben los que están a favor de que los cristianos se puedan divorciar y recasar y también caben los que excomulgan a los que se divorcian y contraen de nuevo matrimonio. En realidad, ¿qué hay que no quepa en ese mosaico llamado protestantismo, que engloba a protestantes evangélicos y liberales?

Mientras todos los que son y piensan como José Manuel Vidal permanezcan visiblemente en el seno de la Iglesia Católica, viviremos un gran engaño. Ellos engañan a la Iglesia y a sí mismos pretendiendo ser lo que no son. De hecho, son víctimas de su propia identidad. Se sienten mal. Se agobian. Se inquietan. Viven como pez de agua dulce en mar abierto. El líquido elemento que para otros es vida, a ellos les mata. Y por su parte, la Iglesia no puede seguir jugando a ocultar con un dedo el sol la planta del cisma que ha crecido en su seno abonada por la crisis post-conciliar y la pastoral de la inacción ante la heterodoxia.

Ya que tanto empeño se pone en el ecumenismo, admítase que los protestantes internos se pasen con armas y bagajes al seno de las comunidades eclesiales de los hermanos separados. Ciertamente, como buen católico carca-cavernícolo-tridentino-nacional-católico, yo preferiría que se convirtieran a la fe de la Iglesia, que les puede llevar a la salvación, pero si no lo hacen, si no pueden, si es superior a sus fuerzas, les animo sinceramente a hacerse protestantes. Lo fui durante 8 años y medio y sé que serán bien acogidos. No me cabe la menor duda de que los progre-eclesiales católicos supondrán una ráfaga de aire fresco entre las mesnadas protestantes ibéricas. Cierto es que aparecerá algún César Vidal que les diga que difícilmente se les puede considerar cristianos creyendo lo que creen sobre la Escritura, pero no pasa nada. Eso forma parte del pluralismo protestante.

Así que, José Manuel, no lo dudes. Ponte “oficialmente” las gafas multicolor del protestantismo para ser feliz y no vivas más angustiado con las lentes grises y cenizas del catolicismo. Y si alguna vez, Dios lo quiera, el Señor te concede la gracia de querer vivir de verdad la excelencia de la fe católica en comunión con el Vicario de Cristo y el magisterio de la Iglesia, ya sabes dónde nos tienes para ayudarte en ese proceso de conversión. Al fin y al cabo, ese es un proceso que dura toda la vida. Los “conversos” y los “reversos” -católicos que dejaron la Iglesia y regresaron- lo sabemos muy bien. Y también sé bien que es mucho más fácil que un protestante “pata negra” se convierta en un católico fiel a la Iglesia, a que lo haga cualquier de los que, pretendiendo ser católicos, están más cerca de Lutero o de Bultmann que del Obispo de Roma.

Luis Fernando Pérez Bustamante

21.01.10

Padres objetores: solos ante el peligro

Cuando el gobierno de Zapatero anunció su intención de adoctrinar a todos los niños y adolescentes de España mediante la asignatura Educación para la Ciudadanía, la derecha social puso el grito en el cielo y se preparó para movilizarse contra semejante afrenta al derecho paterno sobre la educación de los hijos. Hablo de derecha pero es de suponer que los ciudadanos de centro-izquierda que creen que el Estado no puede atentar contra ese derecho, también estaban en contra de las intenciones zapateriles.

Entre las reacciones más firmes contra la EpC estaban la de los obispos españoles. Muchos recordamos al cardenal Cañizares y a Monseñor Martínez Camino usando los programas de más audiencia de la Cope (esos que en breve van a oír cuatro gatos) para dar mil y una razones para oponerse a la asignatura. El por entonces Primado de España llegó a decir que “educación para la Ciudadanía es terriblemente mala, no solo por algunos de sus contenidos, sino sobre todo porque desfigura la verdad del hombre” y “los jóvenes de hoy también son robados: les roban el corazón y se lo llenan de ideología y pseudocultura“. Y como él, muchos prelados se unieron a esa parte de la sociedad civil que no estaba dispuesta a dejar la educación de sus hijos en manos de un gobierno que, en cuestiones de ética y moral, es de extrema izquierda.

Ahora bien, desde un primer momento hubo alguien que se mostró dispuesto a no secundar la oposición a la EpC. ¿Quién? Pues ni más ni menos que la FERE, la patronal de los colegios católicos. Es decir, aquellos que de verdad tenían en su mano bloquear y hasta boicotear la EpC, se echaron en brazos del gobierno a cambio de promesas etéreas de supuesto respeto a su ideario. No les importó oponerse a los obispos ni a los padres católicos que ya habían empezado a movilizarse para objetar. El concierto ($$$) o la afinidad ideológica con la izquierda pesaban más en la balanza. El propio cardenal Cañizares se quejó amargamente de la postura de la FERE: “Los obispos hemos dicho muchas cosas sobre diversos aspectos de la legislación educativa y ha habido sectores de la Iglesia que no han hecho caso“. “¡Qué bien aprovechan nuestras fisuras -prosiguió- quienes son enemigos del hombre para fomentar la división!“. Bien…. sigamos.

El Partido Popular también se opuso radicalmente a la EpC. Rajoy hizo de dicha oposición una de sus banderas y declaró en el Congreso, con el aire de solemnidad que el gallego da a algunas de sus frases, que el PP retiraría la asignatura del currículum escolar en caso de gobernar.

La objeción de conciencia se presentó entonces como el caballo de batalla contra las intenciones totalitarista del zapaterismo. Los padres objetores eran apoyados por el principal partido de la oposición, por los movimientos civiles favorables a la cultura de la vida y por gran parte de la Iglesia, en especial su jerarquía.

En relación a la objeción, el mismísimo cardenal Cañizares llego a decir era “legítima y que hay que asegurarla y respetarla“. Es más, escribió una carta a los centros religiosos de su archidiócesis en la que afirmaba que “no podemos ni debemos impartir a nuestros alumnos” la asignatura de EpC “tal y como está configurada en los reales decretos“. El caso es que al año siguiente, hasta los colegios que dependían directamente de la archiciócesis, dieron la EpC.

Así estaban las cosas hace un par de años. La realidad hoy es la siguiente: los padres objetores están solos, la Iglesia ha adoptado las tesis de la FERE y no hay un solo colegio de titularidad diocesana que se haya negado a dar la asignatura y el Partido Popular ha dicho que no piensa quitarla del currículum, conformándose con moderar sus contenidos pero dejando la puerta abierta a que otro futuro gobierno socialista vuelva a usarla como herramienta adoctrinadora.

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20.01.10

El cardenal Cañizares y la Cope

Empiezo reconociendo que el de la Cope es un asunto que me tiene hastiado. He escrito demasiado, en buena medida debido a que el año pasado para algunos parecía que no había otra cosa más importante en España que echar a Federico Jiménez Losantos y César Vidal de la cadena de los obispos. Una vez producida dicha salida y constatados los problemas que va a tener la emisora para mantener una audiencia que la haga viable económicamente, también he dado mi opinión. Pero lo normal sería que, una vez que Es.Radio va por un lado y la Cope por otro, las cosas se calmaran y se dijeran aquello de “que Dios reparta suerte”.

El caso es que en estos días se han dado dos circunstancias poco agradables. Por una parte, en una entrevista concedida a Carlos Dávila en su programa en Intereconomía TV, Losantos acusó al cardenal Cañizares de haberse corrompido al dar un giro espectacular por el cual pasó de apoyar su continuidad en la Cope a pedir su cabeza. Y ayer el Confidencial Digital informaba de que el cardenal Cañizares asegura sentirse muy de acuerdo con la nueva línea de la Cadena Cope y que antes se incumplía el ideario de la COPE “durante el setenta por ciento del tiempo de emisión.

Que el cardenal Cañizares pasó, en muy poco espacio de tiempo, de ser uno de los más claros adalides de la continuidad de Losantos en Cope a ser la clave para que saliera de la emisora es un dato que, por más que alguno pretendiera negarlo, no admite discusión. En su día fui informado de primera mano de las abundantes reuniones, generalmente para comer, entre Losantos y Vidal y el cardenal. Y sé, aunque por razones obvias no dije ni diré lo que don Antonio les contaba a los dos comunicadores acerca de la situación en España y el papel de aquella Cope. De repente esas reuniones y el apoyo cardenalicio acabaron, sin más explicaciones. La pregunta obvia es cuál es la razón de semejante cambio de criterio. Como es prácticamente imposible que el cardenal responda públicamente a dicha pregunta, las especulaciones se disparan. Se ha hablado de presiones políticas, institucionales -Rey-, vaticanas, etc. A mí, sinceramente, me da lo mismo. El caso es que el cardenal cambió de estrategia sin que eso fuera motivado por nada que Losantos o Vidal hicieran o dejaran de hacer, pues ellos siguieron la misma línea que se habían marcado años anteriores.

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