5.02.10

El arzobispo de Oviedo llama a las cosas por su nombre

Frente a los que creen que hay que moderar el contenido de determinados mensajes, frente a los que confunden la cobardía con la prudencia, frente a los que prefieren evitar salir en los medios, no vaya a ser que alguien les critique, el nuevo arzobispo de Oviedo, monseñor Sanz Montes, no se anda por las ramas y llama a las cosas por su nombre. Por ejemplo, acaba de definir el aborto como “¡…el crimen de un ser humano sin que pueda rechistar!“. No se ha quedado ahí. Ha asegurado que “junto al infanticidio horrendo se da al mismo tiempo el matricidio fatal” y, por si fuera poco, ha acusado a los que lo justifican de “propiciar un cruel fusilamiento en un paredón entre algodones cuya fosa común será luego un vulgar cubo de basura“. El resto de la intervención del arzobispo asturiano puede leerse en InfoCatólica.

En la batalla contra la cultura de la muerte, una de las armas más poderosas que tenemos los defensores de la vida es la palabra que anuncia la verdad y denuncia la mentira. Contra el derecho a nacer pueden exhibir leyes, argumentos engañosos, falsedades patentes y derechos inexistentes. Ante semejante “poderío” al servicio del mal, podemos sentirnos apocados, tentados de tomar un posicionamiento defensivo o buscar consensos en los que renunciemos a aquello que no podemos renunciar. Pero cuando lo que está en juego es la vida, no caben medias tintas. Si el aborto es un crimen, y lo es, los que lo practican son criminales. Y los que lo legalizan y lo apoyan desde el mundo de la política y los medios de comunicación, son cómplices de esos criminales, en el mismo sentido que los batasunos son cómplices de Eta. No son menos inocentes los embriones y fetos “fusilados entre algodones” que los asesinados a tiros por la banda terrorista. El que la sociedad no lo vea así, no cambia la realidad. Y es nuestro deber, si realmente queremos ser luz del mundo y sal de la tierra, intentar que las cosas cambien y se vea como horrendo aquello que horrendo es.

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4.02.10

Ya es tarde para Terry y para Eluana

Informa hoy El Mundo, y recogemos en InfoCatólica, que en la revista médica “The New England Journal of Medicine", se ha publicado un estudio que revela que es bastante probable que un buen número de pacientes en estado vegetativo tengan cierto grado de consciencia. Hasta hoy sabíamos de unos cuantos casos de enfermos que han salido de un coma profundo tras años “dormidos". Ahora sabemos que quizaás no están tan “dormidos” como pueda parecer.

Curiosamente, los autores del artículo se oponen a que el mismo sea usado para justificar el soporte vital continuado e incondicional de pacientes que no responden a los estímulos, ya que eso sería “perder el enfoque de los hallazgos". Es decir, queda claro que su interés no era salvar la vida de esos enfermos sino, simplemente, demostrarnos que lo mismo están más “vivos” de lo que hasta hoy creíamos.

El caso es que si algunos de esos enfermos “sienten", sin que los medios médicos empleados hasta ahora sean del todo eficaces para demostrarlo ni desmentirlo, ¿quién nos dice que no fue ese el caso de Terry Schiavo o el de Eluana Englaro? ¿puede alguien decir que no fueron conscientes de que sus “seres queridos” les estaban matando? Dado que su muerte fue provocada por retirarles la comida y la bebida, ¿quién puede asegurar que no sintieron la tortura de morir de sed? Eso sólo lo sabremos cuando crucemos la frontera que separa este mundo de la eternidad. Habrá un día, el de Gran Juicio, en el que todo lo que ahora nos es oculto saldrá a la luz.

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3.02.10

Monseñor Osoro, ¿es verdad que usted apoya a Bono?

No sé si todavía quedará algún despistado en España que se sorprenda del discurso de José Bono sobre la Iglesia, los obispos y sus teorías “evangélicas” personales, pero de existir alguien así, está claro que sería una persona que vive ajena al mundo de la información. Y es que no hay político español que no haya hablado tanto y tan claro sobre sus discrepancias con la doctrina católica en materias directamente relacionadas con la ingeniería social zapateril.

El caso es que desde que Monseñor Gea Escolano decidió, hace ya varios años, plantarle cara públicamente, no ha habido un solo obispo español que haya tenido el valor de decirle cuatro cosas a la cara a ese político, que se pavonea delante de todos los medios de comunicación haciendo gala de su negativa a aceptar la doctrina de la Iglesia en materias bien graves.

De hecho, ocurre más bien todo lo contrario. Si uno busca en las hemerotecas, lo que se encuentra son alabanzas hacia este católico-socialista. Prefiero no reproducirlas acá. Se ve que hay prelados a los que les encanta que ese señor presuma de ser católico, aunque luego sea uno de los más claros exponentes de en qué se ha convertido el catolicismo post-conciliar gracias a la secularización interna. Y a los que no les encanta, no se les nota. Permanecen silentes, que es la actitud más cómoda. Todo sea por no enrarecer las relaciones con el partido gobernante.

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2.02.10

Henri Boulad, el reformador

Jesuita, 78 años, actualmente rector del colegio de los jesuitas en El Cairo, anteriormente superior de los jesuitas en Alejandría, superior regional de los jesuitas de Egipto, profesor de teología en El Cairo, director de Caritas-Egipto y vicepresidente de Caritas Internationalis para Oriente Medio y África del Norte. Es obvio que el padre Henri Boulad, sj, no es un cualquiera. Pero parece que la fama internacional le llega ahora tras haber escrito una carta al Papa Benedicto XVI en la que hace un análisis de la situación de la Iglesia, propone una triple reforma y la celebración de una “asamblea general” -no le gusta la palabra concilio- para abordar la situación.

No he podido evitar la tentación de comenta su análisis. Dice el jesuita egipciolibanés:

1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo.

No le falta razón, aunque dudo que la renovación de los templos católicos busque atraer a los fieles. No conozco a nadie que vaya a la parroquia porque hayan repintado las paredes.

2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África.

Hombre, en Europa las cosas no andan bien. Pero la Iglesia Católica es mucho más que la Iglesia en Europa. Por ejemplo, en Colombia hay seminarios que están deseosos de “exportar” seminaristas, porque casi no les caben. Si en siglos pasados Europa envió curas y misioneros a otras partes del mundo, no tiene nada de particular que ahora ocurra lo contrario, aunque estamos todos de acuerdo en que lo ideal sería que las vocaciones crecieran de nuevo entre los europeos “nativos".

3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles, que normalmente los aceptan, y de su obispo, que no puede aceptarlo, pero teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes.

Creo que son muchos más los que no lo abandonan y además guardan el celibato. Y en mi opinión, lo que los obispos deberían hacer con los curas que viven en concubinato a la vista de sus fieles es, si no aceptan arrepentirse, retirarles inmediatamente del sacerdocio y confiar en que Dios sabrá proveer su sustitución por medio de sacerdotes santos de sus diócesis o de otras diócesis. Soy de la opinión de que es preferible no tener cura a tener un cura que vive abiertamente en pecado.

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1.02.10

El problema de la democracia

En el anterior post, uno de los comentaristas me preguntaba:

“¿Qué sistema estás proponiendo? ¿Una dictadura cristiana? ¿Una teocracia? ¿el retorno a la `monarquía católica´?”

Pues bien, he encontrado un texto del Siervo de Dios Pío XII, Papa, que sirve para describir lo que yo querría. Otra cosa es que lo vea posible en las actuales circunstancias. El texto está sacado del Radiomensaje “Benignitas et Humanitas” para la Víspera de la Navidad de 1944:

El problema de la democracia

Además —y es tal vez el punto más importante— los pueblos, al siniestro resplandor de la guerra que les rodea, en medio del ardoroso fuego de los hornos que les aprisionan, se han como despertado de un prolongado letargo. Ante el Estado, ante los gobernantes han adoptado una actitud nueva, interrogativa, crítica, desconfiada. Adoctrinados por una amarga experiencia se oponen con mayor ímpetu a los monopolios de un poder dictatorial, incontrolable e intangible, y exigen un sistema de gobierno, que sea más compatible con la dignidad y con la libertad de los ciudadanos.

Estas multitudes, inquietas, trastornadas por la guerra hasta las capas más profundas, están hoy día penetradas por la persuasión —al principio tal vez vaga y confusa, pero ahora ya incoercible— de que, si no hubiera faltado la posibilidad de sindicar y corregir la actividad de los poderes públicos, el mundo no habría sido arrastrado por el torbellino desastroso de la guerra y de que, para evitar en adelante la repetición de semejante catástrofe, es necesario crear en el pueblo mismo eficaces garantías.

Siendo tal la disposición de los ánimos, ¿hay acaso que maravillarse de que la tendencia democrática inunde los pueblos y obtenga fácilmente la aprobación y el asenso de los que aspiran a colaborar más eficazmente en los destinos de los individuos y de la sociedad?

Apenas es necesario recordar que, según las enseñanzas de la Iglesia, «no esta prohibido el preferir gobiernos moderados de forma popular, salva con todo la doctrina católica acerca del origen y el ejercicio del poder público», y que «la Iglesia no reprueba ninguna de las varias formas de gobierno, con tal que se adapten por sí mismas a procurar el bien de los ciudadanos» (León XIII Encycl. «Libertas», 20 de junio de 1888, in fin.).

Si, pues, en esta solemnidad, que conmemora al mismo tiempo la benignidad del Verbo encarnado y la dignidad del hombre (dignidad entendida no sólo bajo el aspecto personal, sino también en la vida social), Nos dirigimos Nuestra atención al problema de la democracia, para examinar según qué normas debe ser regulada para que se pueda llamar una verdadera y sana democracia, acomodada a las circunstancias de la hora presente; esto indica claramente que el cuidado y la solicitud de la Iglesia se dirige no tanto a su estructura y organización exterior —que dependen de las aspiraciones propias de cada pueblo—, cuanto al hombre como tal que, lejos de ser el objeto y corno elemento pasivo de la vida social, es por el contrario, y debe ser y seguir siendo, su agente, su fundamento y su fin.

Supuesto que la democracia, entendida en sentido lato, admite diversidad de formas y puede tener lugar tanto en las monarquías coma en las repúblicas, dos cuestiones se presentan a Nuestro examen: 1º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que viven en la democracia y bajo un régimen democrático? 2º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que en la democracia ejercitan el poder público?

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