22.03.10

2013: diputados provida del PP no votarán los presupuestos si Rajoy no deroga la ley del aborto

Estamos en el otoño del 2013. Rajoy es presidente del gobierno tras haber ganado las pasadas elecciones generales (por mayoría absoluta o muy holgada). Llega la hora de presentar los presupuestos del Estado para el año 2014. Entonces un grupo pequeño de diputados populares piden reunirse con él. En el encuentro le plantean las cosas claras: “O cumples tu palabra de abolir la actual ley del aborto o no votaremos los presupuestos. Ya nos costó mucho que incluyeras esa promesa en el programa electoral como para que ahora nos olvidemos de su cumplimiento“.

¿Qué posibilidades hay de que ocurra algo así? Prácticamente ninguna, y no sólo porque veo complicado que Rajoy gane y pueda gobernar. Pero además de eso, ¿por qué es casi imposible ese escenario?:

1- Porque para empezar, va a ser muy complicado que en el programa del PP vaya incluida la abolición de la actual ley del aborto. Eso no es “centrista".

2- Porque aunque fuera incluida, en caso de que Rajoy se negara a abolirla, en el PP no había ni un solo diputado capaz de levantarse y negar su voto en una votación que resultara fundamental para un posible gobierno popular. Lo que hay en España es una partitocracia en la que la democracia interna de los partidos brilla por su ausencia.

En otras palabras, en España es impensable que se produzca lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos, donde congresistas demócratas pro-vida han arrancado de Obama la firma de una orden por la que no podrán financiarse con dinero público los abortos. Sin ese compromiso por parte del presidente norteamericano, su ley estrella, la de la reforma sanitaria, habría sido derrotada. Se podrá discutir si con esa orden es suficiente o si es sólo una concesión temporal para salir del atolladero en el que se había metido Obama. Pero lo cierto es que el día anterior, la “católica” Pelosi -¿ahora se entiende que su obispo no la quiera dar la comunión?- había dicho que no habría concesiones a los provida y al final ha sido el mismísimo presidente quien ha tenido que ceder.

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21.03.10

El Papa marca el camino a seguir con los escándalos

En relación a los abusos sexuales cometidos por clérigos y religiosos irlandeses, el Papa ha escrito una carta a los católicos de dicha nación con motivo de la “la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país“. Y eso implica que la carta vale igualmente para los católicos de todo el mundo, en especial aquellos que son víctimas de esos escándalos y de la mala actuación de la jerarquía.

Benedicto XVI avisa a todos de que la cosa no va a ser fácil. “Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos pero todavía queda mucho por hacer“, advierte el Santo Padre. Y es que, efectivamente, por mucho que queramos, esto no se resuelve con palabras.

De la carta del Papa cabe destacar las soluciones que propone. Se resumen en: reconocimiento de los pecados, petición de perdón, propósito de enmienda, penitencia, reparación a las víctimas, santificación de todos los miembros de la Iglesia, fe y clara actuación apostólica encaminada a disciplinar a los responsables y evitar que lo ocurrido se vuelva a repetir en el futuro. Yo entiendo esto último no como una garantía de que no aparezcan más abusadores, que eso es casi imposible, sino como certeza de que no se les volverá a encubrir.

Del texto que nos ha regalado el Santo Padre, me parece sumamente interesante lo que apunta en el punto 4, en el que habla del cambio social que ha tenido lugar en las últimas décadas así como de las malas interpretaciones del Concilio Vaticano II. Ahora bien, sabemos que algunos de los abusos, y la política de ocultación de los mismos, es anterior al Concilio. Ignorar tal hecho puede llevarnos a echar la culpa sólo a la crisis postconciliar, que sin duda ha hecho mucho daño pero no es causa y origen de estos escándalos.

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20.03.10

Pues sí, necesitamos tu ayuda

Desde hace dos días tenemos en portada un banner muy llamativo dirigido a nuestros lectores, que lleva a una carta de la Fundación InfoCatólica en la que se pide ayuda para que este proyecto siga adelante. Como quiera que he recibido no pocos emails preguntándome por nuestra situación económica, creo oportuno escribir este post.

Resumo la cosa de la siguiente manera. Tenemos para llegar hasta finales de junio. A partir de ahí, si no hemos conseguido que el portal se autofinancie, -vía donativos, publicidad, etc-, existe la posibilidad real de que tengamos que echar el cierre.

No me gusta hacer comparaciones, pero lo que cuesta este portal es bastante menos de lo que cuestan otros medios católicos que tienen a varias personas trabajando y que también piden dinero a sus lectores. Obviamente esos portales dan más información y servicios, pero yo creo que acá nos las apañamos bastante bien para los medios que tenemos. Aunque en InfoCatólica sólo hay un trabajador, que soy yo, lo cierto es que tengo detrás un consejo de redacción que, por amor a la Iglesia, se lo curra que da gusto. Sin su ayuda el portal no existiría o sería mucho peor. Por mi parte, hago lo que me gusta y por eso le estoy muy agradecido a Dios. Pero en el mundo de la información no hay horarios. Me paso todo el día, literalmente, recibiendo noticias, cientos de emails, llamadas telefónicas, moderando comentarios, etc. Ahora pedimos dinero para que al menos podamos seguir así, pero en un futuro no muy lejano será absolutamente necesario la incorporación de al menos otra persona que trabaje conmigo.

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19.03.10

Las aproximaciones históricas como arma contra la fe

La polémica en torno al libro “Jesús. Aproximación histórica” de José Antonio Pagola ha servido para poner de manifiesto una de las, en mi opinión, más graves lacras con que cuenta la teología ¿católica? de las últimas décadas. Me refiero al uso y abuso de la ciencia histórica como instrumento en contra de la fe de la Iglesia. Desde las más diversas aproximaciones históricas en mayor o menor medida deudoras de la obra y la metodología del protestante liberal Rudolf Bultmann -precisamente las más difundidas-, no ha habido un solo aspecto de la dogmática cristológica que no haya sido puesto en duda. Como no podía ser de otra manera, lo mismo le ha ocurrido a las doctrinas católicas sobre la Virgen María.

La estrategia de los autores dedicados a esa tarea es clara: la investigación histórica no tiene por qué tener en cuenta la fe. Por tanto, si a través de la misma se llega a conclusiones diferentes al dogma, pues habrá que relativizar éste o replantearlo de manera que encaje con aquello que nosotros hemos investigado. Y al que le pique, que se arrasque. Y el que no se lo quiera creer, que reviente.

O sea, si a uno de estos investigadores, no se sabe muy bien cómo ni por qué, le da por decir que Cristo tuvo fe en Dios, que no sabía a qué había venido a este mundo y que en realidad su muerte en la cruz fue más bien causada por su rebelión contra el sistema y no por la necesidad de proveer un sacrificio expiatorio para nuestra salvación, pues parece que hay que decir sí y amén. Es más, como el teólogo-historiador de turno sea famoso, lo más probable es que miles de fieles poco formados, bienintencionados o simplemente despistados se sientan “ayudados en su fe” por la obra de dicho personaje. Por supuesto, cabe preguntar de qué fe hablan. Sin duda no es de la fe católica, pero a estas alturas parece que eso importa poco.

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18.03.10

¿Muerte digna?

Se llama “Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de las Personas en el Proceso de la Muerte” y acaba de ser aprobada por el Parlamento de la Comunidad autónoma de Andalucía. Como todas las leyes de ingeniería social tiene un nombre muy pomposo que acaba siendo reducido a una expresión que todo el mundo entiende. Ha ocurrido con la ley del aborto y ocurre con esta, a la que se llama ya la ley de la muerte digna, y de la que veremos si no la acabaremos llamando la ley de la eutanasia andaluza.

Y es que por mucho que digan que el texto legal no aprueba la eutanasia activa, da la sensación de que sí deja la puerta abierta a la misma. No hay más que ver lo que ha dicho la consejera de sanidad del gobierno andaluz. María Jesús Montero dice que se inspiró en el caso de Inmaculada Echevarría. Esa mujer era tetrapléjica y necesitaba de un respirador artificial para vivir. Finalmente, pidió que se lo retiraran y lo logró. Como resultado, murió.

El caso levantó la polémica sobre si estábamos ante un caso de eutanasia o de cese de encarnizamiento terapéutico. También se planteó la posibilidad de que simplemente estuviéramos ante un caso en el que un enfermo se niega a ser “medicado", entendiéndose el respirador como parte del tratamiento. Como quiera que yo no soy experto en bioética, me atengo a lo que dijo la Iglesia sobre ese caso. O sea, me remito al juicio del magisterio. Que de pseudo-especialistas en bioética ya conocemos algunos ejemplos que mejor no seguir.

Creo que todos estamos de acuerdo en que cuando alguien está en una fase terminal de una enfermedad, es apropiado aliviarle los sufrimientos si así lo pide. Ahora bien, no es lo mismo estar muriéndose que querer morir porque la vida que se lleva es muy “complicada” por causa de una enfermedad. Como Inmaculada hay muchas personas en todo el mundo. Sí, dependen de una máquina como otros enfermos dependen de unas pastillas, de un órgano trasplantado, etc. Cierto que todos querríamos vivir con buena salud y sin depender de médicos y tratamientos. Pero la vida es como es. A unos les va mejor, a otros peor. Y el Estado no puede dedicarse a ayudar a morir a los que no quieren vivir. Por esa misma regla de tres, una persona que haya perdido mujer, hijos, padres o hermanos en un accidente, puede decidir que su vida no merece la pena ser vivida y pedir al Estado que le ayude a quitarse de en medio. Si dejamos en manos del hombre cuándo merece vivir y cuándo no, abrimos la puerta a la justificación social del suicidio y todo tipo de eutanasia. Y llegará un momento en que sea el Estado, y no la persona, quien tenga la última palabra sobre quién merece seguir viviendo y quién no.

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