18.05.10

La Iglesia parece hoy un reino dividido contra sí mismo

Cristo lo dijo de forma que todo el mundo le pudiera entender: “Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede durar. Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir” (Mt 3,24-25). La verdad no creo que haga falta dar muchos argumentos para que se comprenda porqué nuestro Señor tenía razón al decir tal cosa. El sentido común nos sirve para entenderlo. El mismo Jesucristo, sabiendo lo que vendría después, oró por la unidad de los cristianos. “Que sean uno, como nosotros somos uno” (Jn 17,22). La historia demostró poco después la necesidad de esa oración.

Los apóstoles, en especial San Pablo, también hicieron un llamamiento a la unidad. Pero a su vez, eran conscientes de que el pecado sigue presente, desgraciadamente, en la comunidad cristiana. Y una de las consecuencias de dicho pecado es la división. La misma puede ser provocada por muchas causas. Y aunque siempre produce un grave daño, a veces puede ser instrumento de discernimiento eclesial: “Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros” (1ª Cor 11,18). Mas aun así, es evidente que el camino a seguir en relación a los que producen divisiones y escándalos está marcado: “Os recomiendo, hermanos, que tengáis los ojos sobre los que producen divisiones y escándalos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Rom 16,17). En este versículo de la epístola a los romanos se establece una frontera que separa claramente a los que profesan la doctrina de la Iglesia y los que la combaten. Son estos últimos los que causan la división. Y a los fieles se les pide que se aparten de ellos.

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17.05.10

¿Presumiendo del pecado y escandalizando a los fieles? A la calle con ellos

Por alguna razón que se me escapa, el lobby gay tiende a ser muy exhibicionista donde quiera que va o está. No hay más que ver las marchas de los días del orgullo gay para comprobar que el gusto estético de muchos homosexuales -quede bien claro que no todos- es, cuanto menos, peculiar. Ocurre lo mismo con las declaraciones de sus líderes. Algunos recordarán las que realizó en la campaña electoral para las últimas generales el insigne Zerolo, alma mater de los sodomitas en el PSOE.

Dentro de la Iglesia también tenemos ejemplos de comportamientos un tanto pintorescos de individuos o grupos homosexuales. En España fue bastante famoso el cura Mantero, que apareció un día en una revista gay anunciando su condición de sodomita. Retirado del sacerdocio, mantuvo abierto un blog en Religión Digital en el que hacía proselitismo de su causa. Por cierto, en uno de sus artículos, Mantero afirmó lo siguiente acerca de los Franciscanos de la Cruz Blanca, que hoy están en boca de todos por turbios asuntos de posibles abusos y vejaciones: “Con el diluvio homófobo de la iglesia romana de hoy, los Franciscanos de Cruz Blanca, con inusitada parresía, plantan cara a la demencia antihomosexual del Vaticano y accesorias, y lo hacen sin estridencias, con la mejor política, la de los hechos consumados; lo que les lleva no sólo a admitir chicos gays como postulantes o novicios, sino además, en algunas ocasiones, a trasladar juntos a dos religiosos, para no romper su pareja sentimental“… sin comentarios.

El caso es que en EE.UU, uno de esos grupos de gays/lesbianas/bisexuales/trasnsexuales que pretende ser católico ha amenazado con montar un numerito durante las misas de Pentecostés. Al principio de las misas, los muchachos/as/es se pondrán una faja con los colores del arco iris, símbolo mundial del lobby gay. El gesto puede parecer poca cosa y no excesivamente molesto, pero no deja de ser una provocación pública a la Iglesia que busca alterar el transcurso normal de algo tan sagrado como es una misa. Lo que esta gente hace es presumir públicamente de su condición de pecadora y atacar a la Iglesia. Dicen que van contra la jerarquía, pero es obvio que pretenden escandalizar a todos los fieles. Que luego no se extrañen si son precisamente los fieles quienes, siguiendo el ejemplo y los modos y maneras de Cristo (*), les echan sin contemplaciones de los templos. Porque, señores mío, las iglesias y catedrales no son el lugar para exhibiciones reivindicativas de sodomitas y demás farándula sexualmente inmoral. Y menos aun durante la Misa.

Luis Fernando Pérez

(*) Jn 2,13-17; Mat 21,12-13; Mc 11,15-17; Lc 19,45-48

15.05.10

El fracaso relativo del zapaterismo

Sin la menor duda esta ha sido la peor semana para José Luis Rodríguez Zapatero desde que llegó a la presidencia del gobierno de España hace 6 años. La economía española está en situación calamitosa y Europa no tiene la menor intención de permitir que lleguemos a la situación de Grecia. Por eso, a ZP le han impuesto la obligación de reducir el déficit del estado español. Y es que eso de gastar mucho más de lo que se recauda no suele llevar a nada bueno. Pero cuando además, tu credibilidad para colocar la deuda en los mercados es más bien baja, existe el peligro de que llegue un día en que no puedas conseguir más financiación, lo que puede llevarte a una situación de suspensión de pagos. No es tanto un problema de la cantidad que debes -la deuda española, por ejemplo, es bastante menor que la de Gran Bretaña-, como de que convenzas a los que te dan dinero de que puedes devolvérselo. Cuando se fían poco de ti, tienes que ofrecer más interés por el dinero que recibes, pero si ven que eres un irresponsable, no te prestarán ni aunque ofrezcas mucho.

La UE ha creado un fondo multimillonario para garantizar la deuda de los estados, pero eso implica que se cumpla una máxima que siempre funciona: el que paga, manda. Por tanto, ZP ha dejado de tener la última palabra en la política económica. Hace lo que le manden. Se ha tenido que comer todas sus promesas de que no tocaría el gasto social y, para abrir boca, ha congelado la subida de las pensiones -excepto las asistenciales y las más bajas-, ha retirado el cheque-bebé -se daban 2.500 euros por nacimiento-, ha anunciado que los medicamentos nos van a costar más dineros a los españoles y le ha bajado el sueldo a los funcionarios un 5%, a lo que se sumará que en el año próximo no se les subirá tampoco ni un céntimo. Y lo que te rondaré morena, señores. Vendrán más medidas en esa línea. Cualquier cosa menos llevar a cabo una verdadera reforma liberadora del mercado laboral que facilite la contratación de parados y que acabe con los convenios sectoriales que ahogan a muchas empresas. Los sindicatos no se lo permitirían.

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12.05.10

Bono, de apóstol a mártir de los progres

Los que conocemos bien la política española, sabemos quién es don José Bono. Encarna a la perfección la figura del político demagogo, de verso fácil, de frases que suenan bien en los oídos de ese sector de la población, existente en todo país, que se deja arrullar por la simpleza del discurso populista. En eso se parece a Zapatero, quien también es muy dado a esconder su incapacidad como gobernante y su ínfima preparación intelectual detrás de una dialéctica propia de barra de bar a la hora del aperitivo. Pero mientras el presidente del gobierno hace gala de un tono de voz crispado y agresivo, el del Congreso habla siempre como si fuera una monja ursulina dando catequesis a niños de primera comunión.

Bono lleva muchos años haciendo gala de ser católico. En un país donde los políticos católicos no se caracterizan por decir que lo son, el solo hecho de que unos pocos lo hagan destaca mucho. Ocurre algo parecido con Paco Vázquez, actual embajador de España ante la Santa Sede y anteriormente alcalde socialista de La Coruña. El problema con Bono es que resulta un católico muy poco católico. No pierde ocasión de mostrarse contrario a la doctrina de la Iglesia en materia de moral sexual y de doctrina sobre la familia y la vida. Y cuando habla de religión hace uso del mismo lenguaje buenista y facilón que utiliza al hablar de política. Suelta frases cortas tipo “a Dios le interesa poco lo que pase de la cintura para abajo” o “me importa más la solidaridad, que la bragueta“.

Además, Bono descubrió un filón el día en que se pasó por Entrevías a solidarizarse con los curas de la parroquia San Carlos Borromeo, cuyos abusos litúrgicos llevaron al cardenal Rouco Varela a amagar con retirarles de circulación. La foto de Bono comulgando con rosquillas es todo un símbolo del tipo de catolicismo que representa ese político castellano-manchego. Y, como era de esperar, el “progrerío” eclesial le adoptó como su profeta. No falla. Siempre que un personaje público se manifiesta contra la sana doctrina católica, los progres de turno le convierten en mesías de su causa perdida. No es de extrañar que el insigne padre Juan Masiá, sj, le eligiera a él para presentar su último libro en el salón del colegio de los Escolapios en la madrileña calle de Conde de Peñalver.

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11.05.10

El Papa deja de lado cualquier intento de autocomplacencia

Hace ya bastantes años que descubrí un hecho que se ha repetido a lo largo de la historia. El papado está inscrito en la esencia misma de la Iglesia, de tal manera que la presencia de un Papa “malo” puede sacudir sus cimientos, que no obstante resisten firmes por el cuidado del Señor, mientras que la llegada de un Papa “bueno” implica siempre un derroche de gracia que beneficia no sólo a la Iglesia del momento sino a la de generaciones venideras.

Hoy nuestros ojos contemplan a un Papa bueno, a un sucesor de Pedro que no tiene el menor problema en llamar a las cosas por su nombre, que no parece estar preocupado por el qué dirán. La mal llamada “diplomacia vaticana” -me abstengo de escribir el calificativo que me merece- está quedado hecha añicos de puertas adentro. Benedicto XVI no da la más mínima tregua al pecado en la Iglesia. No busca discursos autocomplacientes, presentes en algunos sectores eclesiales, que miran más los ataques que recibe la Iglesia de fuera, que los que nacen del pecado de muchos de sus miembros.

Cuando buena parte los católicos nos dedicamos a señalar a los medios que buscan el descrédito de la Iglesia debido a los escándalos, el Papa va y nos dice que la mayor persecución viene precisamente de dentro y no de fuera. Es como si nos dijera: “Mirad lo que de mal nace entre nosotros en vez de quejaros de lo que nos viene del exterior”. La batalla principal de la Iglesia en este tiempo no es contra el mundo, sino contra los que desde dentro de ella no entienden que hay que arrancar de cuajo el pecado y los escándalos. La purificación y la penitencia son el camino. En otras palabras, Reforma o Apostasía.

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