Guardada, defendida y transmitida en su pureza e integridad
Así quiere el Papa que se actúe con la fe. Como dice el título de este post. Y así se lo cuenta a quienes tienen el deber de hacer tal cosa: lo obispos. En este caso, a los de Brasil, pero sus palabras valen para todos.
La responsabilidad de cada obispo al frente de su diócesis es única e insustituible. El Papa, y todo al aparato vaticano que le rodea, no puede gobernar el día a día de todas las diócesis en el mundo. En las visitas ad limina se analiza la situación de las iglesias locales, pero no sé hasta qué punto los informes que se presentan reflejan bien la realidad o, por el contrario, la disfrazan o maquillan para no tener problemas en Roma.
Me parece innecesario explicar por qué es necesario guardar, defender y transmitir la fe en su pureza e integridad. De ella depende nuestra salvación. La adulteración o la supresión de cualquiera de sus aspectos pone en peligro la salud espiritual de los fieles. No hay caridad alguna en permitir que el virus del error haga enfermar al rebaño que pastorea cada obispo. Los que piden manga ancha con los heterodoxos sirven al enemigo de nuestras almas. Los que acusan de inmisericordes a los defensores de la sana doctrina, sirven al padre de la mentira. Los que animan a los obispos a mirar para otro lado cuando un sacerdote vive abiertamente en pecado carnal o desvío doctrinal, son peones de Satanás.
Dice el Santo Padre:
… el obispo está llamado también a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a sus cuidados pastorales, a través de leyes, directivas y sugerencias, como está previsto en la disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana permanezca unida en su interior y camine en sincera comunión de fe, de amor y de disciplina con el obispo de Roma y con toda la Iglesia.
Hágase pues, allá donde no se hace bien. No hay otro camino. Sólo puede haber unidad y caridad en la verdad.
Luis Fernando Pérez