28.07.10

Hispanoamérica debe resistir

Hispanoamérica, o América Latina si incluimos Brasil y Haití, es el próximo objetivo de esa ideología satánica que se disfraza con la careta de “ampliación de derechos” y que no es otra cosa que una reingeniería social encaminada a convertir los países del continente americano en una copia barata de la cloaca moral en que se ha convertido Europa.

Desde un primer momento supimos que la política de Zapatero cruzaría el Atlántico para instalarse en las naciones hermanas. Argentina se ha convertido en el primer país en legalizar el matrimonio homosexual. En Perú ya hay un diputado que quiere que se haga lo mismo. Y ahora sabemos que Lula, la gran esperanza blanca fallida de los restos de la teología de la liberación, quiere impulsar la despenalización del aborto en todo el continente.

A todo ello hay que sumar el preocupante regreso -¿alguna vez se fue del todo?- del populismo demagógico y totalitario, con Hugo Chávez a la cabeza, en un intento de poner de nuevo a naciones enteras bajo la bota del comunismo, esta vez con un toque bolivariano.

Estamos por tanto ante una batalla por el alma de los pueblos que conforman el Continente de la Esperanza (Juan Pablo II dixit). Y en esa batalla nadie piense que el enemigo va a jugar limpio. No sabe hacerlo pues no es conforme a su naturaleza. Ni siquiera respetará sus propias reglas. Por ejemplo, ¿alguien sabe de algún partido político argentino o peruano que llevara en su programa electoral la aprobación del gaymonio? Y sin embargo, lo han aprobado ya o lo quieren aprobar sin consultar ninguna al pueblo “soberano". Deben temerse que el cristianismo está todavía presente en dicho pueblo, no como ocurre en España, donde 32 años de sistema partitocrático han bastado para convertir la fe católica en algo que va camino de lo residual.

A Dios gracias, parece que la Iglesia está dando la cara en tierras americanas. Incluso episcopados que no se caracterizaban por ser de tendencia conservadora -más bien lo contrario- han salido a la palestra a defender la ley natural y el evangelio. Pero esto no ha hecho sino empezar. Y conviene que vaya calando la idea de que no basta con una resistencia pasiva, de manera que se conformen con que no avance el zapaterismo a la americana. Hay que recuperar el terreno perdido. En Argentina, por ejemplo, el objetivo es anular la ley que legaliza el matromino gay. Debe promoverse la protección constitucional plena del derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Y debe de advertirse al pueblo cristiano de que su apoyo a líderes políticos populistas es camino seguro hacia el abismo.

Escribo desde una nación donde la partida, desde un punto de vista institucional y legislativo, está ya perdida y sólo queda ver cómo Satanás toma sus últimas posesiones: ley de ¿libertad? religiosa y eutanasia. Aquí, al menos durante los próximos años y quizás décadas, no hay nervio social ni espiritual para dar la vuelta a la tortilla. Vamos cruzando el Sinaí que nos hemos buscado por darle la espalda a Dios hace más de un cuarto de siglo y no se ve ninguna tierra prometida en el horizonte. Se pactó con Belial (2ª Cor 6,15) y este ha sido el resultado. Tomen nota nuestros hermanos del “otro lado del charco". No cometan los mismos errores que hemos cometido aquí. Luchen asidos a la gracia de Dios para evitar que aquello se convierte en el continente de la pesadilla. Desde InfoCatólica haremos todo lo que esté en nuestra mano para ayudarles en esa tarea. Esfuércense y sean valientes. La ocasión lo merece. Dios lo quiere. Así sea.

Luis Fernando Pérez

26.07.10

Pido perdón a Dios por haber votado al PP

Sí, reconozco que cometí pecado al votar varias veces en mi vida al PP. Y lo peor es que alguna de ellas fue una vez que ya era consciente de lo que suponía ese partido de cara a la defensa de la dignidad de la vida humana y de la familia. Caí en la trampa del mal menor, que es la excusa de los cobardes, el refugio de los débiles, la coartada de los que idolatran la actual partitocracia.

Si todavía me quedara alguna duda sobre la necedad de votar al partido mayoritario de la derecha parlamentaria, su fundador me las ha despejado hoy todas. Don Manuel Fraga lo tiene claro. Dice que “el aborto de la señora Aído no es posible conjugarlo con nada que sea el respeto a la vida", pero al mismo tiempo aboga porque el PP no derogue la ley de Aído si llega al poder. Idem con la ley del matrimonio homosexual.

Es fácil de entender. La derecha política de este país -Rajoy no piensa distinto de Fraga en esas cuestiones- sabe que el aborto es un crimen y que el matrimonio homosexual no tiene sentido, pero le importa un comino. No está dispuesta a hacer nada por acabar con nada de lo que el PSOE haya legislado a nivel de ingeniería social. No lo hizo cuando gobernó Aznar, de ahí mi pecado al votarles de nuevo, ni lo hará jamás.

¿A qué nos lleva esto? A lo que vengo diciendo desde hace ya bastante tiempo: “…el actual sistema democrático no puede merecer otra cosa que la condena más firme por parte de los que nos llamamos cristianos. Es semilla y fuente de leyes criminales e injustas“. Los hay que todavía hablan de que gracias al “trasfondo espiritual de la reconciliación fue posible la Constitución de 1978, basada en el consenso de todas las fuerzas políticas, que ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad, con las excepciones de las tensiones normales en una democracia moderna, poco experimentada, y de los obstinados ataques del terrorismo contra la vida y seguridad de los ciudadanos y contra el libre funcionamiento de las instituciones democráticas“. Que le cuenten lo de la estabilidad y prosperidad a los niños no nacidos y a las familias destruidas por leyes de divorcio, que hacen que la institución familiar tengo menos garantía jurídica que un acuerdo verbal sobre el precio de un coche de segunda mano.

Yo lo siento mucho, pero por ahí no paso. Y me importa un carajo las consecuencias que me traiga esto que digo y escribo. Ante todos mis lectores afirmo que me arrepiento de haber sido cómplice de un sistema asesino y contrario a la ley de Dios. Que maldigo el día en que, por respetos humanos e incluso eclesiásticos, sujeté mi pluma y mi lengua para no llamar a las cosas por su nombre y maldigo el día que usé mi mano para cometer la iniquidad de apoyar con mi voto a semejante clase política, digna del mayor de los oprobios y de la ira divina.

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25.07.10

Que se lo diga mamá

- “Oye, hermano, ¿qué hacemos pues? ¿se lo dices tú o se lo digo yo?”

- “Es que a mí me da `cosa´. Díselo tú”.

- “Claro, qué listo eres. Y si luego me echa la bronca, tú te escabulles y te haces el desentendido”.

- “Mira, se me ha ocurrido una cosa. Hablamos con mamá y que sea ella la que se lo proponga”.

- “Vale, no es mala idea”.

Los dos hermanos se dirigen a su madre y le cuentan sus planes. Ella, que como toda buena madre quiere lo mejor para sus hijos, acepta pero con una condición:

- “Tenéis que venir conmigo”.

- “Pero mamá”, dijeron ambos, “precisamente lo que queremos es que no se nos note mucho”.

- “Nada, nada. O venís conmigo o no voy”.

- “Vayamos los tres”, respondió el mayor.

- “Pero hablas tú, mami”, dijo el pequeño.

Antes de llegar ante Su presencia, Él levantó los ojos y les lanzó una mirada penetrante, como si supiera realmente qué es lo que querían. La mujer sintió como las piernas le temblaban un poco y al menor de sus hijos se le hizo un nudo en la garganta. Sin embargo, no era ella una persona de las que se echaba para atrás una vez que se decidía a hacer algo. Se postró ante los pies del Maestro, quien abrió la boca:

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24.07.10

El hombre de corazón torcido

Un arquitecto, hombre de aquellos que Jesús decía que ni temen a Dios ni les importa el prójimo, recibe el encargo de diseñar y construir de una serie de bloques de apartamentos para familias en el costado oriental de una populosa ciudad. El edificio más importante será una enorme ciudadela que hará las veces de edificio de negocios, de comercio y de ocio. El problema que tiene aquella región es que hay aguas subterráneas que fluyen continuamente de las altas colinas de la ciudad. El lugar es maravilloso, pero solucionar el problema de la humedad resulta costosísimo, no importa qué técnica se utilice. Abundan las propuestas, porque el dinero en juego es muy alto y porque la urbanización que podría hacerse sería inmensa, pero todas ellas suponen inversiones descomunales.

Juan Antonio, vamos a llamar así a nuestro arquitecto, es un hombre de cuarenta años brillante, conocido por sus proyectos urbanísticos. Es toda una autoridad de la materia en su país. Pero en el fondo es un desalmado, egoísta y sin escrúpulos. No cree en nada distinto de sus ganancias, que son inmensas, especialmente porque gracias a ellas puede darse una vida regalada, llena de placer, lujo y extravagancias.

Nuestro arquitecto concibe un plan espeluznante. Él sabe que su palabra autorizada es prácticamente ley, y sabe que una propuesta suya para levantar esa gigantesca construcción sería un plato sencillo y jugoso para su avaricia sin límites. A modo de pasatiempo empieza por hacer investigaciones sobre el problema del agua y las diversas técnicas de canalización y secamiento, y finalmente descubre un sistema de gran fachada técnica pero de eficacia restringida. Su inteligencia y su equipo de colaboradores pronto tienen los datos que le conducen a una conclusión pavorosa: es posible construir aquella ciudadela de tal modo que cuando se vaya al suelo, con 2.200 familias a bordo, él ya se habrá muerto.

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22.07.10

España: se cumple lo que advertimos

Hace casi cuatro años escribí un post titulado “Ante la degradación de la institución familiar”, cuyo contenido viene hoy muy al pelo de la noticia sobre el incremento brutal del número de divorcios en España. Decía yo lo siguiente en octubre del 2006:

Sin duda estamos ante una degradación del sistema familiar que ha constituido el fundamento de la sociedad cristiana. Muchos consideran el matrimonio como un medio de satisfacer sus propias necesidades personales, siendo el cónyuge el instrumento para el placer personal antes que la persona a la que hay que amar y entregarse por completo.

Es como si el amor hacia el cónyuge fuera una especie de préstamo del que se espera obtener lo que se ha dado más los intereses. Por eso, cuando algo falla en ese intercambio comercial de sentimientos, el “fracaso matrimonial” o divorcio es la solución más “fácil” o socorrida. El sistema económico del liberalismo capitalista salvaje está impregnando todos los ámbitos de la vida. Yo te amo si tú me amas y me das a cambio más de lo que yo te doy. Y si “lo nuestro” no funciona, nos separamos y buscamos a otra persona para fundar otra empresa de “sentimientos". Se trafica con sentimientos y los hijos que nacen de ese tipo de matrimonios están condenados a ser los nuevos esclavos del amor interesado de sus padres. De hecho, cuando el matrimonio se destruye, esos niños se convierten en moneda de cambio, siendo llevados de acá para allá para satisfacer las necesidades “sentimentales” de sus padres. Y cuando, como en España, las leyes divorcistas hacen que sea más fácil romper un matrimonio que disolver una empresa, el desastre está asegurado.

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