23.03.11

Palabras del Papa Benedicto XVI aplicables a la crisis de Libia

Gadafi y SarkozyLibia lleva décadas teniendo como presidente a un tipo repugnante llamado Muamar el Gadafi. Amigo personal de algunos de los peores terroristas internacionales, sobornador -directo o indirecto- de buena parte de la clase política europea, sus recientes acciones demuestran que estamos ante una muestra clara e inequívoca de la gran hipocresía presente en eso que se conoce como “comunidad internacional".

En el país norteafricano se ha dado una circunstancia realmente peculiar. En vez de usar a la policía para reprimir a los ciudadanos que piden un cambio de régimen, el tirano decidió bombardear y ametrallar a la población con aviones y tanques. Independientemente de la opinión que se tenga sobre el carácter de las protestas -y yo no tengo nada claro que los que se oponen a Gadafi sean mucho mejores que él-, parece evidente que un estado no puede masacrar a su propia gente.

La pregunta es si la comunidad internacional puede y, sobre todo, DEBE intervenir en casos tan extremos. En ese sentido, no está de más que recordemos las palabras del Papa Benedicto XVI en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en abril del 2008. Las negritas son mías:

Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre. Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación.

Parece evidente que cuando un Estado no sólo falta a su deber de proteger a su población sino que además se convierte en el agente directo de su aniquilación, la falta de intervención de la comunidad internacional causa un daño real. De hecho, según el Papa, dicha intervención no puede considerarse como injerencia en la soberanía del país. Muy al contrario, de lo que se trata es de salvaguardar a la población de quien no merece llevar las riendas de la nación.

Gadafi y ZapateroSe puede discutir a quién le corresponde discernir en cada caso si es necesario intervenir en conflictos internos. Por ejemplo, en el caso de Iraq, ¿hubiera estado justificado intervenir cuando Saddam Hussein masacraba kurdos y chiíes? ¿por qué se esperó a que invadiera Kuwait? ¿por qué se volvió a invadir el país cuando se le había impedido en gran medida seguir masacrando a sus ciudadanos gracias a las zonas de exclusión aérea?

O también, ¿dónde estaba la comunidad internacional cuando tuvo lugar la matanza entre hutus y tutsis en Ruanda? ¿dónde está cuando el gobierno de Corea del Norte deja morir de hambre a sus ciudadanos mientras se gasta lo que no está en los escritos para mantener un ejército y fabricar armas nucleares?

Es decir, lo que cabe preguntarse no es por qué se le paran los pies ahora a Gadafi. No, la pregunta es por qué a él sí y a otros no. La pregunta es en qué medida una organización como la ONU, con países que tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad, puede dar o quitar legitimidad a unas actuaciones cuya verdadera legitimidad viene dada por los hechos y la realidad. ¿O es que si la ONU no hubiera permitido actuar en Libia la situación sería distinta desde el punto de vista del juicio moral que merecen las acciones de Gadafi? ¿Debemos permitir que, para poner fin a masacres de tiranos, la comunidad internacional dependa de dictaduras que no tienen el menor problema en masacrar a su propia gente, como ocurre con China -recordemos Tianannamen-?

Ha dicho el Vicario apostólico de Trípoli que las bombas no resuelven nada. Y tiene razón. Pero es Gadafi a quien primero han de dirigirse esas palabras. Yo entiendo que Mons. Martinelli no diga nada contra el tirano, porque al día siguiente le expulsaría del país o mandaría matarle. Pero entonces es mejor que se calle y no arremeta contra los que quieren quitar poder militar al tipo que ha enviado aviones a bombardear a ciudadanos desarmados.

Gadafi y ObamaCon esto no digo que esté bien lo que está ocurriendo en Libia en estos momentos. Es evidente que los “aliados” no saben bien lo que quieren. La descoordinación es evidente. El conflicto, como ocurrió con Irak y Afganistán, puede prolongarse en el tiempo. Y entonces la población sufrirá aún más que si se hubieran dejado las cosas como estaban. Entre las razones objetivas para considerar como justa una guerra, figura la de que “el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar” (art 2308 del Catecismo).

reaganEn relación a Libia, no puedo por menos que recordar lo que hizo Ronald Reagan cuando era presidente de los EE.UU. El tirano norteafricano estaba desatado y el ex-actor decidió bombardear su casa. Desgraciadamente murió una hija del dictador en vez de él. Pero todo el mundo sabe que desde entonces, Muamar dejó de comportarse como un perro rabioso. Y es que a veces se cumple aquello de “muerto el perro, se acabó la rabia". Aunque entonces el perro no murió, al menos dejó de morder.

Por tanto, en vez de lanzarse a eliminar a militares que cumplen órdenes injustas, creo mejor intentar liquidar a quienes les dan esas órdenes. Y si alguien me está preguntando si apuesto por el magnicidio, la respuesta es que, dependiendo de las circunstancias, esa opción es mejor que la intervención militar a gran escala. También digo que en caso de que se me demuestre que esta opinión mía es contraria al magisterio de la Iglesia, con sumo gusto me retractaré de la misma.

Luis Fernando Pérez Bustamante

22.03.11

El cura asturiano que no quiere ser cura

Arturo García quiere dedicarse a la política. Y en vez de meterse en uno de los partidos ya establecidos, ha tenido el valor de fundar uno nuevo. Lo cual estaría muy bien si don Arturo no fuera sacerdote. Pero resulta que lo es y entonces no puede dedicarse a la política. Puesto ante la tesitura de elegir entre el sacerdocio y la política, ha optado por esta última. Señal de que no valora en gran medida su sacerdocio.

En un tiempo en el que la causa habitual para que un sacerdote abandone el sacerdocio tiene más que ver con la incapacidad para guardar el celibato, resulta cuanto menos peculiar que un cura “cuelgue los hábitos” por la política. De todas formas, los que conocen a Arturo García ya se olían que algo así podía ocurrir. Porque además de ser párroco, este hombre ejerce la abogacía en el ámbito civil. O sea, es, o era, un cura “obrero” moderno. En vez de currar en la fábrica, curra en el bufete. Aunque, para ser justos también es cierto que no ha llegado todavía al extremo de presidir el consejo de administración de una caja de ahorros, .

Cuando un sacerdote no entiende que debe dedicarse a tiempo completo al servicio de Dios y de su Iglesia, lo normal es que acabe secularizándose. Y lo que cabe preguntarse en este caso es si Arturo García ha tenido alguna vez claro lo que es el sacerdocio.

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20.03.11

Sobre Juan 6,28-65

Como dije la semana pasada, durante unos cuantos domingos recuperaré algunos de los debates que durante mantuve con protestantes. Algunos de ellos tuvieron lugar no mucho después de que el Señor me llevara de vuelta a la Iglesia Católica. Y eso se nota en algunas de mis expresiones, todavía muy influenciadas por los 8 añis y medio previos en los que fue evangélico.

Hoy traigo el principio de un debate sobre los versículos 28 al 56 del capítulo 6 del evangelio de San Juan. Tuvo lugar en junio del 2000, apenas siete meses después de mi retorno a casa. Obviamente hubo respuesta por la otra parte, pero el formato de un blog impide copiar debates enteros que -aunque no en este caso- se prolongaron en ocasiones durante varias semanas y en los que intervinieron otros católicos que a veces hicieron innecesarias más aportaciones mías. No pongo el nick o nombre de las personas con las que debatí porque no creo que añada nada al fondo de la cuestión:

Apologeta protestante:
Juan 6: 28-65
Si bien la interpretación romanista de la Eucaristía se basa en gran medida en Juan 6, en su contexto este pasaje no está directamente relacionado con ella. De hecho, es notable que el Evangelio de Juan sea el único que omite las palabras de institución de la Eucaristía.

Luis:
No es cierto, como piensan algunos, que la interpretación católica, ortodoxa, luterana, episcopaliana pentecostal….. de la Eucaristía se base en gran medida sólo en Juan 6. Solamente hay que ir a 1ª de Corintios 10,16 o a 1ª Corintios 11,23-29 para ver cómo el propio apóstol Pablo interpreta la Eucaristía de forma muy similar a como lo hacen las iglesias que he mencionado.

Apologeta protestante:
Juan 6: 28-29 Entonces le dijeron [los judíos]: -¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: -Esta es la obra de Dios: que Creáis en aquel que él ha enviado.

* Aquí Jesús afirma claramente que Dios no está exigiendo obras como condición para recibir la salvación, excepto la “obra” de creer en Jesucristo, quien fue enviado por el Padre. Esta fe lleva a la salvación y a la vida eterna.

Luis:
Para empezar, Jesucristo no está respondiendo a una pregunta relacionada íntimamente con la salvación. Los judíos no le preguntan “¿qué hemos de hacer para ser salvos?” sino “¿qué haremos para realizar las obras de Dios?". Dicho eso, no deja de ser interesante que el mismo hecho de creer en Cristo sea considerado como una OBRA por parte del Señor. Además, creo que es bueno recordar que la propia Palabra de Dios dice que los demonios creen… y tiemblan. Es decir, los demonios también “creían” en Jesucristo y alguno de ellos, al ser expulsado, profería gritos anunciando quién era Él. Y nadie dirá que esos demonios son salvos por tal cosa. Creer en Jesucristo implica NECESARIAMENTE obrar en consecuencia con dicha creencia. Creo que no entender eso es no entender el mensaje del evangelio.

Apologeta protestante:
30-31 Entonces le dijeron: -¿Qué señal, pues, haces Tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el Maná en el desierto, como Está escrito: Pan del cielo les dio a comer.

* Para poder creer, los judíos exigían un signo o milagro; como, por ejemplo, el milagro del maná que sus ancestros habían recibido en el desierto. Este fue su primer error. Nótese cuidadosamente que fueron los interlocutores de Jesús quienes trajeron al debate el tema del alimento milagroso. La respuesta de Jesús debe interpretarse a la luz de este desafío.

Luis:
No está mal el recordar que el pueblo de Israel estaba acostumbrado a que Dios se les manifestara a través de señales y milagros en los momentos más importantes de su historia. Tampoco estaría mal el recordad que unos cuantos capítulos más adelante, en ese mismo evangelio, Jesús dijo esto:

Jn 10,37-38
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

El protestante dice que fue un error de los judíos el exigir un milagro o un signo. Jesús les dijo en determinado momento que si no querían creer en sus palabras, podían creer en sus milagros y en sus signos para que de esa manera entendieran que el Padre estaba en Él. Y el drama de los judíos de entonces no fue el que pidieran señales sino el que una vez que las vieron, siguieron sin creer.

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19.03.11

Pendientes de un tribunal

El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha vuelto sobre sus pasos y ha dictaminado que la presencia de un crucifijo en una clase no supone discriminación alguna para los no católicos. Digo no católicos en vez de no cristianos, porque los protestantes no quieren crucifijos sino cruces. Su iconoclasmo les impide aceptar la presencia de la imagen del Señor crucificado.

Dice el tribunal que “un crucifijo colgado de una pared es un símbolo esencialmente pasivo, cuya influencia sobre los alumnos no puede ser comparada a un discurso didáctico o a la participación en actividades religiosas“. Con esa frase casi matan dos pájaros de un tiro. Primero, porque se acepta la presencia del crucifijo. Segundo, porque advierten que los discursos didácticos sí que ejercen una influencia importante sobre los alumnos. Y eso me lleva a pensar que la asignatura de EpC, tal y como está planteada, puede recibir un palo importante desde Estrasburgo. Porque nadie negará que dicha asignatura busca inculcar una serie de valores en el alumnado que en ocasiones chocan con la cosmovisión cristiana. Es decir, si yo fuera Zapatero, estaría preocupado. Y si estuviera entre los padres que han llevado su derecho a objetar ante dicho tribunal, tendría motivos para ser optimista.

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17.03.11

¿Por qué les molesta que los estudiantes tengan un espacio para orar?

Los rojos anticlericales están en plena campaña contra la presencia de capillas católicas en las universidades públicas. Han llegado a boicotear el acceso a algunas de esas capillas y hace unos días se produjo una clara profanación cuando unas desvergonazadas se desnudaron ante el altar de la capilla de Somosaguas. Es de suponer que haría algo parecido en caso de que fueran capillas evangélicas u ortodoxas. No está tan claro que su laicismo les llevara a tener la valentía necesaria para montar un numerito en caso de que el centro de oración perteneciera a la comunidad musulmana. Pero dado que en España todavía no exite una comunidad musulmana universitaria importante, parece que no tendremos oportunidad de comprobar la coherencia de esa gente.

El argumento de esos totalitarios suele ser siempre el mismo. España… ah, no, que ese nombre les produce urticaria…, perdón. Dicen que el estado español es laico y por tanto no hay lugar para capillas religiosas en las universidades públicas. Pues bien, ni lo uno ni lo otro.

La Constitución española dice que este país es aconfesional, pero al mismo tiempo asegura que el estado debe tener en cuanta las creencias religiosas de los españoles, colaborar con las confesiones religiosas y, de forma explícita, con la Iglesia Católica. Les podrá gustar más o menos, pero así dice el artículo 16 de nuestra Carta Magna:

1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

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