Entrevías, sacrilegio permanente
Hace años la parroquia de San Carlos Borromeo del barrio madrileño de Entrevías apareció en todos los periódicos, radios y televisiones de España. El cardenal Rouco, al parecer animado por la totalidad del consejo presbiteral de la archidiócesis de Madrid, había decidido cerrar dicha parroquia, que estaba en manos de tres sacerdotes de los que lo menos que se puede decir es que tienen de católicos lo que el Dalai Lama de musulmán. O sea, nada.
Los escándalos litúrgicos en dicha parroquia, donde se “consagraban” rosquillas, eran solo equiparables a las barbaridades doctrinales que salían de boca de sus sacerdotes cada vez que se les ponía un micrófono delante. Era evidente que no sólo debía cerrarse la parroquia -hay otras bien cercanas que pueden cubrir pastoralmente el barrio-, sino que además debía de retirarse del sacerdocio a sus responsables. En un principio, el cardenal optó por convertir aquello en un centro de atención social a drogadictos y marginados, que al parecer es lo único que hacen bien -yo no me lo creo- esos sacerdotes. Sin embargo, la presión mediática fue tal, que el pastor de la Iglesia en Madrid convirtió finalmente a San Carlos Borromeo en un centro pastoral.