El cardenal Rouco Varela hizo "la pregunta del millón" en el Sínodo
Es cosa buena y recomendable analizar todas las intervenciones que se dieron en el último Sínodo de obispos celebrado en Roma, que buscaba reafirmar a la Iglesia en la tarea de la Nueva Evangelización. A mí lo de “nueva” no me acaba de convencer porque se supone que Iglesia y evangelización deben ir siempre de la mano y no deberíamos llamar novedad a lo que es el cumplimiento de la tarea más importante del Cuerpo de Cristo.
En todo caso, para llevar a cabo la obra de llevar el evangelio a todo el mundo, tanto a los que nunca lo han conocido como a los que alguna vez han sido iluminados por Cristo pero se han alejado de Él, es fundamental que la Iglesia esté fuerte y con sus pies asentados sobre tierra firme. Dado que está formada por seres humanos, es imposible que el pecado no esté presente. Los escándalos son inevitables. Lo que sí se puede evitar es abordarlos de manera inadecuada e incluso irresponsable.
Sin embargo, hay algo mucho más peligroso que el hecho de que haya miembros de la Iglesia, incluso curas y obispos, que hayan llevado o lleven una vida moralmente incompatible con la acción de la gracia de Dios en sus vidas. El cardenal Rouco Varela hizo la pregunta clave en el Sínodo:
“El examen de conciencia tiene que ver con el peligro de la secularización interna de la Iglesia, tal y como lo dijo alguna vez Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Nos hemos dejado penetrar por el espíritu del mundo? Ese examen de conciencia tenemos que hacerlo porque, si no, no vamos a estar libres y generosamente dispuestos, o vamos a ser mucho menos capaces de evangelizar al mundo de hoy”