50 millones de indignidad
Acabo de publicar en ReL la noticia de que los españoles consumen 50 millones de euros al día en prostitución. Eso supone unos 18.250 de millones de euros, más de 3 billones de las antiguas pesetas, al año. Alrededor del 6% de la población española es usuaria habitual de la prostitución. Y aunque el estudio no lo dice, todos sabemos que entre dichos usuarios la inmensa mayoría son de género masculino, por lo cual debemos deducir que alrededor del 10% de los hombres de este país se gastan parte de sus ingresos en alquilar cuerpos ajenos para satisfacer sus instintos animales de carácter sexual. Nada nuevo bajo el sol, pensarán muchos. Qué gente tan putrefacta, pienso yo.
Aunque es posible que un pequeño porcentaje de las mujeres que se dedican a la prostitución lo hagan porque les apetece ganarse la vida de esa manera, la realidad es que gran parte de ellas lo hacen o por necesidad o por obligación. Detrás de cada ramera hay casi siempre un miserable o grupo de miserables que se lucran. La esclavitud existe hoy en España y su rostro se puede ver en los prostíbulos, en las calles de nuestras ciudades y nuestros parques. Además, el negocio se anuncia en nuestros periódicos, salvo honrosas excepciones.
Imaginémonos el efecto que provocaría que viéramos el siguiente anuncio en una de las páginas de El País, El Mundo o cualquier otra cabecera de prensa:
Se alquila ….. (póngase la raza que se quiera)….. por horas para realizar trabajos de altos requerimientos físicos. El …… está en perfecto estado de salud y puede producir en 8 horas lo que un jornalero o albañil normal en tres días. Nos hacemos cargo de todo. Aceptamos tarjetas de crédito como medio de pago.
Sin duda no habría ningún periódico que aceptara tal cosa. De hecho, denunciarían inmediatamente al anunciante. Sin embargo, dejan que sus páginas se llenen de la bazofia que ofrece carne humana a cambio de dinero.
Saben que hay mafias que se dedican a la prostitución. Saben que muchas mujeres viven literalmente secuestradas para ejercer de máquinas humanas recaudadoras. Saben eso y mucho más. Pero “money is money", “la pela es la pela". Está antes la cuenta de resultados de las empresas que la dignidad de las prostitutas.
Supongo que mientras existan hombres y mujeres en la tierra, habrá rameras y consumidores de prostitución. Pero se podría hacer mucho más para al menos reducir esa lacra social. Desde lanzarse a saco policial y judicialmente contra las mafias, dando todo el apoyo social necesario a las mujeres esclavizadas por las mismas, hasta hacer “campañas de no consumo” contra los medios que hagan publicidad de esa “actividad económica” tan detestable. En esto, como en tantas otras cosas, los cristianos deberíamos de ser la voz cantante y movilizadora de la sociedad, pero no lo somos. ¿Cuándo despertaremos de nuestro aburguesamiento espiritual que nos lleva camino de la esterilidad de nuestras almas?
Luis Fernando Pérez Bustamante
8 comentarios
¡Qué pena! ¡Qué lástima!
Pero, tranquilos los del negocio del sexo: va a ir a más, pues el gobierno zapateril socialista progre lo fomenta e induce en las generaciones jóvenes a través de Educación para la Ciudadanía.
¡Qué decir de las putas! Será el oficio más antiguo, pero es una completa indignidad para la mujer.
La castidad, la pureza, es una fuente de gozo y alegría indescriptibles. Los lascivos y salidos son sucios de corazón.
No nos extrañemos de tantas violaciones y aberraciones sexuales, fuera y dentro del ámbito familiar.
¡Venga, hombres, dominaros, que no sois bestias babosas!
Quizá no sea la solución, pero se podría legalizar la prostitución, dotándola de un régimen fiscal semejante al de los deportistas de alto rendimiento, que ganan mucho dnero de jóvenes y muy poco -al menos comparativamente- después. No creo que Raul o Et'o sean más ciudadanos o más hijos de Dios que los demás.
Así tendrían su seguridad social, sus médicos y sus pensiones, se podrían sindicar y denunciar las situaciones de explotación ante los Poderes Públicos.
Pero mucho me temo que a los responsables de esos Poderes Públicos, aunque sean católicos de misa diaria, no les llega la camisa al cuello con sólo oir hablar del tema. Y, claro, no es misión de los obispos entrar en detalles.
Unos por otros, todos calladitos. Agnósticos y creyentes, legos, seculares y religiosos. Todos, menos el 10% que tira de Visa para tratar como una cosa a un ser humano cuyo valor es, exactamente, la Sangre de Jesucristo.
Y volverán a llegar las elecciones. Y volveremos a votar lo mismo. O dejaremos de votar. O votaremos en blanco. Pero no votaremos lo que hay que votar.
Y todo seguirá igual. El 10% tirando de Visa o del dinero negro, ellas..., y el resto evitando el tema o lamentado la situación.
Lo que quizá no está bien recogido en el código penal es la responsabilidad social de proxenetas y usuarios. Si se estableciese el valor sagrado del ser humano y se castigase con penas severas al que compra el sexo y con penas aún más severas (cercanas a las del asesinato) al que obliga a alguien a prostituirse, algo cambiaría. Pero habría que añadir un sistema de protección social muy enérgico para las prostitutas que quisieran renunciar a su trabajo y denunciar a sus chulos, y un sistema que permitiese a la policía "poner trampas" para cazar a los clientes.
Y en cuanto a lo dicho por Alfonso, no es necesaria la EpC para preparar clientes de la prostitución, la televisión se basta. Y podríamos empezar por convencer a los periódicos de "inclinación" cristiana a renunciar a las pingües ganancias que les reportan esos anuncios y boicotear los medios de comunicación que divulguen la filosofía del sexo libre.
Por cierto un "reprimido sexual" puede pecar mucho con el pensamiento, pero no suele salir "de picos pardos". Si fornica, ya no está reprimido.
Si, la prostitución es un mal objetivo. Y la esclavitud que su ilegalidad lleva aparejada también lo es.
Si la prostitución fuera legal, podría ser tratada pastoralmente por la Iglesia.
Como no lo es, está controlada por las mafias, que impiden la acción pastoral de seglares y sacerdotes para ayudar a aquellas personas que quieran ser ayudadas y que, actualmente y por desgracia, no pueden serlo.
Mucho me temo que es bastante menor.
En efecto, la mayoría de las prostitutas lo son forzadas. Y no necesariamente bajo amenaza física, hay muchas otras formas de intimidar a una mujer.
Legalizar la prostitución es la propuesta que siempre hacen los proxenetas (aunque se llamen a sí mismos "empresarios de locales de alterne"). Es la solución del Occidente amoral y materialista a todos los problemas: ponerles un impuesto. Me pregunto cuantos de esos "empresarios" admitirían que su hija se dedicara a tan digno negocio. ¡Cuanta hipocresía!
Recordemos que Jesucristo iba con prostitutas, pero para sacarlas de esa indigna vida. Ayudemos como cristianos a esas mujeres, solidaridad con las prostitutas.
Y guerra a muerte a la prostitución.
La opción cristiana: matrimonio unido con la ayuda de Dios. Y resucitar el valor de la castidad, que no sólo nos evita enfermedades de transmisión sexual: nos libera de uno de los pecados que más nos ata al Mal.
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