De la resistencia debida a la necedad absoluta

Cualquiera que tenga fe católica y un poco de conocimiento de la Escritura y la Tradición sabe que Cristo llama adúlteros a los divorciados vueltos a casar, san Pablo enseña que los adúlteros y fornicarios no entrarán en el reino de los cielos y advierte que comulgar en estado de pecado acarrea condenación. Obviamente, y parece mentira que haya que explicar esto, uno no puede obtener el perdón de Dios si no se arrepiente de su vida de pecado. Trento convirtió todo eso en cánones.

Cualquiera que se llame cristiano sabe que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son abominables a los ojos de Dios, además de contrarias a la ley natural.

Cualquiera que, cristiano o no, tenga un poco de sentido común, sabe que no se puede bendecir el mal, sea de la naturaleza que sea.

Pues bien, resulta que cualquiera también sabe que el Obispo de Roma ha «autorizado» la comunión de adúlteros y fornicarios, la bendición de parejas homosexuales -que obviamente son parejas en cuanto que viven en pecado- y, de hecho, ha abierto la puerta a cualquier barbaridad en el ámbito moral desde que dijo que aunque alguien conozca la ley de Dios, puede incumplirla sin pecar. Así se indica en el punto 301 de Amoris Laetitia:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

Podría señalar muchas otras cuestiones que atentan contra el bien común de los fieles y la salvación de las almas, pero esto es un artículo en un blog y no un ensayo.

Ante esa realidad caben varias actitudes:

1- Aplaudir porque se está de acuerdo. Dentro de ese sector, hay dos grupos:

  • Los que aplauden y piden ir más allá de forma inmediata, desmontando por completo lo que queda de la fe y moral católica tradicional. 
  • Los que aplauden y esperan que más adelante, una vez todo el mundo asuma los cambios actuales, se pueda avanzar en la revolución. Estos son muy inteligentes porque saben cuál es la verdadera esencia del conservadurismo.

2- Aplaudir aunque no se esté del todo de acuerdo por la sencilla razón de que el Papa es Papa y hay que obedecerle siempre. Este gente es la misma que defiende con ardor una doctrina (p.e, Familiaris consortio) y exactamente la contraria (p.e Amoris Laetitia), siempre que el Papa de turno así lo disponga. Para ellos la Iglesia es una secta que sigue a su líder aunque dé bandazos de un lado para otro. Entre ellos hay algunos que se empeñan en convencer al personal que no hay contradicción entre enseñar una cosa y la contraria. Estos son especialmente peligrosos, porque quitan las defensas a los fieles contra el error, dejándolos en manos del padre de toda mentira. Y, créanme, llevan décadas actuando.

3- Callar porque no se está de acuerdo pero tampoco se considera que quepa oponerse a lo que enseña el Papa. Los que así obran ven el error pero miran para otro lado porque consideran igual de erróneo cuestionar al Pontífice. Es probable que, entre los que están interesados en la situación de la Iglesia, este sea el grupo más numeroso.

4- Resistir abiertamente al error, como es debido, venga de donde venga, sin prender fuego el edificio entero y sin romper totalmente la comunión con la jerarquía cual si fueran nuevos donatistas. Entre ellos hay también dos grupos:

  • Los que son contundentes en el fondo (más o menos), pero exquisitos en las formas. A veces tan exquisitos que no hay manera de ver el fondo. No era ese el estilo de los profetas.
  • Los que son contundentes en el fondo y en la formas. A veces tan contundentes en la forma, que se distorsiona el fondo. Como bien dice san Pablo, «el espíritu de los profetas está sujeto a los profetas» (1 Cor 14,32), y cuando no es así, mal. Reconozco que a veces me pasa eso.

5- Los que «resisten» negando que el Papa sea Papa; los obispos, obispos; y la Iglesia, Iglesia: ¡Necios!

Con todo, tengo la casi absoluta certeza de que la mayor parte del pueblo de Dios, los católicos practicantes, no pertenece a ninguno de esos grupos. Son los fieles que no se enteran de nada o pasan. Se dejan llevar. No quieren líos. Quizás se les arrugue el gesto ante algunas cosas, pero son como el corcho que flota en el agua. Van donde les lleva la corriente. Como bien dijo el profeta Oseas: 

«Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Puesto que tú rechazaste el conocimiento, Yo te rechazo de mi sacerdocio. Puesto que olvidaste la Ley de tu Dios, Yo también me olvidaré de tus hijos».
(Os 4,6)

Ya en tiempos de Cristo el pueblo se encontraba desaparramado y sin guía:

Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces les dijo a sus discípulos: -La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Mt 9,36-38

¿Qué hacer? Vivir en gracia de Dios. No le den ustedes más vueltas. Nada ni nadie nos puede separar de Cristo. Solo nuestro pecado. En el libro del Apocalipsis se describe al remanente fiel como «aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17). Es por gracia que somos salvos. Es por gracia que podemos obrar de forma meritoria. Y es por gracia que el Señor nos evitará caer en el abismo de la apostasía que hoy nos rodea.

Cuéntanos, Señor, entre tus elegidos,

Luis Fernando Pérez Bustamante