Creí, por eso hablé
El apóstol San Pablo nos da la clave a la hora de comportarnos en todo momento, especialmente en tiempos de tribulación
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
2ª Cor 4,13-18
“Creí, por eso hablé". El silencio no es una opción. La fe no puede guardarse en el interior del alma bajo la llave de la tibieza. La falsa prudencia es el disfraz de la cobardía. Como bien enseñó San Pío X:
“La doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las convicciones erróneas, por sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o práctica para el error o el vicio en que vemos sumidos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual o moral".
San Pío X, Carta Encíclica Notre charge apostolique.
¿Tendremos problemas en este mundo si hablamos conforme a lo que creemos? ¿los tendremos si nos mantenemos firmes y no tolaremos el error ni invitamos a sus portavoces a que expongan sus tesis en nuestra propia casa? Sin duda. Pero ya nos advirtió Cristo:
Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Jn 15,18
Humanamente hablando, puede resultar muy “jorobado” ser fiel en medio de la apostasía y afrontar las consecuencias de esa fidelidad, pero ¿qué otra opción tenemos? ¿acaso la gracia divina no nos habilita para permanecer perseverantes en la fidelidad a Dios?
Resuena hoy como nunca la pregunta de Josué al pueblo que salió del desierto tras 40 años de peregrinaje hacia la tierra prometida:
Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor.
Josué 24,15
Hoy los dioses extranjeros son las leyes que destrozan la ley natural y la moral que es compañera del bien común. Son la complicidad con la herejía y el abrazo al falso evangelio de la misericordia que deja al pecador esclavo de sus pecados.
Ante esas deidades paganas, debemos decir: “Creí, por eso hablé". Y: “yo y mi casa serviremos al Señor". Por gracia somos testigos de Cristo. Actuemos como tales.
Luis Fernando