¿Por qué me llamáis Señor y no hacéis lo que digo?
Evangelio del sábado de la vigésimo tercera semana del Tiempo Ordinario:
Jesús dijo a sus discípulos:
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Luc 3,46-49
No basta con tener constantemente el nombre del Señor en la boca. Hay que, por gracia, cumplir su voluntad de corazón. Y cuando caigamos y pequemos, levantarnos por su misericordia mediante el sacramento de la confesión.
Triste destino el de aquellos que habiendo conocido a Cristo y confesado su soberanía, luego viven como si tal cosa no afectara de verdad a sus vidas. Como bien dice san Pedro:
Pues si, después de haberse alejado de los abusos del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a implicarse en ellos hasta verse dominados, entonces su situación última es peor que la primera. Pues habría sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, desviarse del mandamiento santo que les había sido transmitido.
Les pasa lo de ese refrán tan verdadero que dice: «El perro vuelve a su propio vómito» y «Cerda lavada se revuelca en el fango».
2 Ped 2,20-22
Antes bien, pidamos al Señor que nos conceda poder decir:
Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino de los que tienen fe para la salvación del alma.
Heb 10,39
Señor, reina en nuestras vidas de manera que no demos lugar a la rebeldía y a nuestra perdición.
Luis Fernando
8 comentarios
Pero a algunos les parece que esto es ser rigorista. Bueno, pues allá ellos, no podrán decir que no les avisamos.
Pidamos sin cesar la gracia de hacer su voluntad, vivamos siempre fieles al Señor -en palabras y obras- y que jamás se aparte de nuestro corazón esa bella plegaria de "cuéntanos en el número de tus elegidos"
Y nunca olvidemos que somos salvados por pura gracia.
Excelente Post, estimadisimo Luis Fernando!!!!Saludos a tu familia, y que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia.
Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia,
Hay que unirse con EL, el debe poseeer nuestras almas,.Para el bien de la Humanidad.Las herejias afuera, son irracionales, afectan la inteligencia, vemos al revez, y actuamos como animales.
Y Muchos Saludos a tu Familia. y a la de Infocatólica, un faro de VERDAD!!!!
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